La joven, caminó sin registro de sentido e inmersa en los recuerdos nefastos del perjurio. La decepción azotaba su autoestima. Volteó en un callejón y procedió a llorar inclinando su cabeza entre las rodillas.
La intimación de su amiga era cierta, el hogar compartido con su esposo era invadido por una factible fémina que desbordaba sus pasiones en aquel lecho de amor.
El sacrílego se apresuró en cambiarse e ir tras ella. La mujer que acompañaba la fechoría, permaneció desnuda en la cama saboreando el dolor ajeno. Vahído por su traición, el sujeto bajó las gradas, giró la perilla y salió de la casa. Recorrió los parques, avenidas, tiendas, pero no halló absolutamente nada. El sinsabor de su alevosía lo dejó sin ideas.
La felonía cometida creaba cavilaciones en la joven, ¿Por qué? Se preguntó sintiéndose culpable por lo acontecido en su hogar. Seguía sentada y aunque lloraba y enumeraba razones, empezó a encontrar el sentido a su estado apremiante. La dama de cabello claro, se levantó y constató como las luces del callejón parpadeaban constantemente, el ambiente se tornó tétrico.
— ¿Por qué lloras? — preguntó una dulce voz.
— Porque soy una idiota— exclamó abatida.
— ¿Qué paso? — replicó la voz infantil.
— Nada, solo quiero estar sola.
La mujer alzó su mirada, pero no divisó a nadie, le pareció extraño y analizó las circunstancias, quizá esa voz fue producto de su delirio emocional. Sorprendida caminó unos pasos, llegando así a la esquina del callejón, donde parpadeaba el foco del poste
— ¿Me estás buscando? —preguntó la voz oculta.
— ¿Quién eres?, ¿Dónde estás? No puedo verte —respondió intrigada mirando hacia su alrededor.
— Estoy detrás de ti.
Ella volteó y observó una figura negra levantándose, tomando una postura humana, pero del tamaño de un pequeño niño. La joven se asustó y cayó nuevamente al suelo atendiendo la presencia del pequeño niño de cabello azul.
— ¿No sabes quién soy?, pero yo sí sé quién eres, Emilia.
— ¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó tabicando temor.
— Yo sé todo sobre ti, he estado contigo en cada momento— el pequeño guiñó un ojo y con su dedo hizo un gesto pensativo— Recuerdo tu graduación de la escuela elemental, lucías unas colitas de color rojo y llorabas porque te intimidaba la gran cantidad de gente a tu alrededor. Presencié tu graduación de secundaria y cuando lanzaste tu birrete en la universidad, conozco tus vivencias, ya que soy parte de ellas— el niño se detuvo un momento y estrecho su dócil mano a la joven—¿Acaso no me recuerdas?
— No sé quién eres, nunca he visto tu rostro, ¿Cómo es que puedes conocerme desde tanto tiempo atrás, si solo eres un niño? — dejó inerte la mano del pequeño.
— Recuerda Emilia, el día en el que un niño te regaló una pulsera en el campo mientras mirábamos el atardecer, recuerda a ese niño que jugaba junto a ti, recuerda al niño que desapareció y te obligaron a olvidar—El pequeño rozó con su mano la cabeza de la joven.
— El niño ...
Día 3
— Aléjate de aquí Emilia, vete por favor, tú no puedes verme, huye ¡VETE! -gritó lloroso.
— No te dejaré solo Liam, eres mi amigo, tú no estás solo, dime qué te pasa ¿Por qué estas sangrando?
— Vete por favor, mamá se ha ido, ella me llevará consigo para ser felices.
— ¿Qué estás diciendo Liam?, tú estás solo aquí. Debo curar tus heridas, por favor, te necesitó aquí conmigo.
— Emilia ven, aléjate de ese bastardo – solicitó con injerencia la madre sujetando una escopeta– mantente lejos de ese monstruo.
— Mamá, suéltame, Liam me necesita……. él es mi amigo.
La pequeña Emilia se zafó del agarre de su madre y corrió hacia la sombra y la sangre que rodeaba al infante. Se acercó demasiado e intentó topar la espalda del pequeño, pero fue expulsada por una barrera invisible. Ella golpeó constantemente ese bloque tratando de proteger a su amigo, pero era imposible penetrar esa lamina incorpórea.
— Emilia, nunca te olvidaré, ya que fuiste la única persona que me aceptó en este mundo lleno de gente despreciable. He vivido en lo más profundo como un simple observador, pensando que estaba solo con mi madre, pero tú me diste una razón para intentar vivir, verte en el árbol aquella tarde me otorgó una razón para recordar que era un niño común y que podría olvidar aquel pasado— el niño lloró con espesura— Emilia no recordarás nada de esto nunca más, pero yo siempre desde las sombras te recordaré.
— ¡LIAM! —gritó y salió retozando hacia atrás luego de una explosión.
La sombra nubló la vista de la pequeña y acabó con los recuerdos de aquel día.
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— ¿Liam, eres tú? — esta vez tocó la mano extendida del niño.
— Soy yo Emilia ¿pudiste recordar? — Liam sonrió— recordaste aquella tarde bajo el árbol, cuando te sentaste a mi lado y observamos el atardecer cerca a la colina.
— Lo recuerdo todo, fue en ese momento en el que me regalaste una pulsera, espera …
— ¿Qué sucede? — expresó el pequeño dubitativo.
— ¿Por qué recuerdo esto ahora? —se preguntó internamente—siempre me preguntaba ¿Quién me dio esa pulsera? pero nadie me daba razón alguna, pensé que era algo que encontré, ya que no tenía memoria de aquello. El bordado llevaba nuestras letras iniciales, era un objeto tan preciado.
— Intenté razonar el día de nuestro encuentro, era la primera vez que alguien me pudo observar y dialogar de forma concisa, por tal motivo, rompiste el cristal que separa al mundo en el que te desarrollas con el mío, quizá no entiendas, sin embargo, ese día abriste el portal de una dimensión simultánea que pudo devolverme mi cuerpo y las memorias del pasado.
Emilia se apartó con una actitud pasiva, no entendía lo que narraba el pequeño. El suceso de las dimensiones inexplicables que desarrollaba Liam, le parecía un escalafón de ideas surreales. Solemnemente quería razonar, pero su mente estaba agrietada por la situación vivida.
— Liam ¿Quién eres? — preguntó con temor.
— Yo soy lo que tú quieres ver; ahora soy tu amigo, quien te acompaña en tu compulsivo dolor. En las noches soy tu guardián quien evita tus pesadillas y en el día soy tu sombra, quien camina a tu lado. Yo soy parte de ti.
Los pasos se escuchaban, el infiel hizo acto de presencia. Emilia contempló al desertor acercarse, sintió miedo y dolor, sus manos empezaron a sudar y sus piernas temblaban
— Emilia al fin te encontré, te estuve buscando por toda la ciudad— jadeaba por el cansancio— no contestabas el teléfono, me sentía muy preocupado, pero mi amor, estás bien—se acercó e intentó abrazarla.
— ¡SUÉLTAME! —gritó furiosa.
— Pero qué te pasa Emilia, estuve muy preocupado buscándote, todo tiene una explicación—enunció cínicamente.
— Cómo te atreves a llamarme mi amor, eres un cínico Alex, observé todo. Estabas con esa tipeja en nuestra cama, no puedo creer lo cegada que estuve, siempre Liz me advirtió que tú me engañabas, que te había visto con esa mujer, pero fui necia ya que confiaba en ti— se calmó por un instante— me pagaste de la peor manera, no te quiero ver nunca más, quiero que firmes el divorcio y te largues de mi vida, ahora solo siento lástima de ti.
— ¿Quién te crees, para hablarme así? – preguntó el tipo de manera pedante – Mírame bien ¿Tú crees que ha sido fácil vivir contigo? Todos los días soportando la estúpida rutina del trabajo absurdo al que tengo que ir para encajar con tu familia perfecta; esperarte como el buen esposo en la casa todas las noches, cuando debería estar divirtiéndome; acompañarte a esas soporíferas reuniones con tus amigas de escuela, no tienes idea de cómo detestaba esas conversaciones tan absurdas ¿Crees qué lo disfruté? Estos años a tu lado fueron la peor mierda de mi vida; escúchame Emilia, no agaches la cabeza y mírame, solo me metí contigo por tu dinero, porque nunca te llegué a amar. Fuiste el objeto que necesité para crecer en la vida, ya que fracasé en intentar quererte.
Un golpe impactó el rostro de Alex, la joven destrozada tuvo esa reacción al escuchar las palabras del tipo de quién pensaba amaba de forma pura, el infundio repentino y la presión destruyeron la compostura de la triste mujer
— Eres un maldito bastardo, un cobarde sin alguna pizca de hombría …
Alex la empujó al suelo, ella lloraba cada vez más fuerte, le jaló el cabello y le estampó una grotesca bofetada que aperturó una grieta sanguínea en el dócil labio de la joven
— Ahora dime con gusto cobarde, maldita perra engreída, te daré una golpiza que jamás olvidarás.