Esa noche, alrededor del fuego, Finn enseñó a Ian y Clara algo sorprendente:
—Cuando tocamos música, no solo hacemos ruido. Hacemos que el mundo escuche.
—¿El mundo? —preguntó Ian.
—Sí —dijo Lyra—. Las notas que crees tuyas también afectan a los que no puedes ver.
Ian levantó su flauta y tocó La canción del cielo gris.
De pronto, un viento suave rodeó la cabaña.
Las llamas del fuego bailaron.
Y una figura, apenas visible entre los troncos, levantó un paraguas azul y desapareció en la niebla.
—Es él —susurró Ian—.
Clara lo tomó de la mano.
—Entonces estamos en el lugar correcto.
Editado: 12.11.2025