Durante los días siguientes, Ian aprendió a tocar junto a los otros niños.
Cada nota tenía poder: podía mover hojas, alterar la luz del bosque y hasta despertar recuerdos en aquellos que lo escuchaban.
—Pero cuidado —advirtió Finn—. No todos los que ves son buenos. Algunos quieren usar tu música para lastimar.
Una noche, Ian soñó con su madre.
Ella estaba de pie sobre el suelo mojado de su antigua casa, gritando.
El miedo volvió a su pecho, pero esta vez no estaba solo.
El hombre del paraguas azul apareció en su sueño, sosteniendo el colgante azul.
—No dejes que te detenga —dijo—. Tu camino es más fuerte que su enojo.
Al despertar, Ian entendió que el bosque no solo era un refugio: también era un entrenamiento.
Cada nota que tocaba lo preparaba para enfrentar los días más difíciles que aún venían.
Editado: 12.11.2025