El grupo decidió que Ian y Clara permanecerían unos días más en la cabaña.
Durante ese tiempo, compartieron historias de pérdidas, de sueños, de padres ausentes y de amigos que ya no estaban.
—Somos distintos —dijo Tomás—. Pero eso nos hace fuertes.
Ian miró el colgante azul y susurró:
—Papá… algún día te encontraré. Y entonces todo esto tendrá sentido.
Clara le apretó la mano.
—Y yo estaré a tu lado —dijo ella.
El viento susurró entre los árboles, como si contestara:
“El camino continúa, Ian. Solo sigue tocando.”
Y así, bajo un cielo gris pero lleno de promesas, los niños comenzaron a comprender que la música y la amistad eran la llave para caminar entre los mundos, reales e invisibles.
Editado: 12.11.2025