Al día siguiente, los niños decidieron cruzar un puente viejo sobre un río caudaloso.
Las tablas estaban flojas, y el viento azotaba con fuerza.
—Si caemos… —susurró Clara, temblando.
—No pasará —dijo Ian—. Solo confía en mí.
Mientras avanzaban, las tablas crujían peligrosamente. Ian tocó su flauta, y el sonido parecía fortalecer la madera y calmar el viento.
Una vez que todos estuvieron a salvo, Ian comprendió algo más:
su música podía afectar el mundo real.
—No solo es un refugio —pensó—. Es una herramienta, un poder que debo usar con cuidado.
Editado: 12.11.2025