Esa tarde, comenzó una lluvia intensa.
Los niños se refugiaron bajo un árbol enorme.
Ian sacó su flauta, Clara su armónica, y tocaron juntos.
La música se elevó con la lluvia, mezclándose con cada gota.
De pronto, la figura del hombre del paraguas azul apareció, flotando entre la bruma.
—Has crecido, Ian —dijo la voz—. La música te está preparando.
—¿Para qué? —preguntó Ian, asombrado.
—Para enfrentarte a quienes quieran robar lo que es bueno. Para proteger a los que no pueden hacerlo solos.
La tormenta se calmó un instante.
Ian miró a Clara y a los otros niños.
—Prometamos algo —dijo—. Siempre cuidaremos de quienes no pueden defenderse.
Todos asintieron.
Y mientras la lluvia volvía a caer, la luz azul del paraguas se reflejó en el agua, como un faro que iluminaba su camino.
Editado: 12.11.2025