Al día siguiente, mientras seguían la ruta indicada por el mapa, apareció un hombre de mediana edad.
Vestía ropas oscuras y llevaba una mochila grande.
—¿Ustedes son los niños del bosque? —preguntó, con voz profunda.
—Sí —dijo Ian—. ¿Quién eres?
—Me llaman Ewan. He estado siguiendo el rastro del paraguas azul desde hace años. Puedo ayudarles, pero deben confiar en mí.
El grupo dudó un momento, pero Ian recordó la carta de su padre.
—Está bien —dijo—. Confiamos en ti.
Ewan los guió a través de senderos ocultos, enseñándoles a leer los símbolos del mapa y a escuchar la música del viento.
Cada nota que tocaban parecía abrir puertas invisibles y revelar rutas que solo ellos podían seguir.
Editado: 12.11.2025