Al amanecer, la tormenta cesó y el cielo comenzó a aclarar.
El grupo siguió el mapa hasta un claro donde un arco de piedra cubierto de musgo parecía señalar un portal.
—Esto… —dijo Ian, maravillado—. Es increíble.
El hombre del paraguas azul apareció allí, flotando entre los rayos del sol.
—Ian, Clara… —dijo—. Lo que verán ahora es el secreto más profundo: el paraguas azul no solo protege, sino que también conecta los mundos de los vivos con los recuerdos de los que ya no están.
El arco brilló con luz azul y reflejó imágenes de niños de otras épocas, de padres ausentes, de aventuras olvidadas.
—Tu música —explicó— puede abrir estas puertas. Y solo quienes tienen corazón puro y valentía podrán cruzarlas y aprender de ellas.
Ian sintió una emoción que le recorría todo el cuerpo.
—Entonces… todo lo que he hecho hasta ahora… ¿tenía un propósito?
—Sí, Ian. Y tu camino apenas comienza.
Clara lo miró y sonrió:
—Vamos, Ian. No podemos detenernos ahora.
—No, vamos —respondió él—. Porque juntos podemos enfrentar cualquier cosa.
El sol iluminó el claro y el paraguas azul flotó sobre ellos, brillando como un faro invisible.
Y por primera vez, Ian comprendió que su viaje no era solo para encontrar a su padre, sino para crear un mundo donde los sueños y la música pueden proteger a todos los que necesitan esperanza.
Editado: 12.11.2025