Al caer la noche, cruzaron el lago en un pequeño bote guiado por la luz de la luna.
La isla apareció, cubierta de árboles plateados y flores que brillaban con luz propia.
—Es… mágica —murmuró Lyra, admirada.
En el centro, un anciano sentado junto a un fuego azul los esperaba.
—Bienvenidos, jóvenes viajeros —dijo—. Soy Caelan, amigo de tu padre y guardián de sus secretos.
Ian se quedó sin palabras.
—¿Usted conocía a mi padre?
—Sí —respondió Caelan—. Y ahora debes aprender lo que él quiso enseñarte: la música y el corazón son la llave para proteger el mundo y a quienes amas.
La isla brilló bajo la luna azul, y Ian comprendió que cada paso que había dado, cada nota que había tocado, lo había preparado para este momento.
—Estoy listo —susurró—.
Clara tomó su mano y sonrió:
—Yo también.
El paraguas azul flotó sobre ellos, como un faro que iluminaba el próximo capítulo de su destino.
Editado: 12.11.2025