Al amanecer, Ian se acercó al lago de los reflejos.
El agua mostraba imágenes de su padre, de sí mismo de niño, y de todos los que habían confiado en él.
—Mi música… debe protegerlos —susurró—. No solo a mí.
Clara lo miró con orgullo:
—Y lo hará. Porque no estás solo.
El lago brilló con un resplandor azul, y por primera vez Ian sintió que la música y el paraguas azul se conectaban completamente con su corazón.
—Estamos listos —dijo él—. No hay nada que nos pueda detener si estamos juntos.
Editado: 12.11.2025