Ian y Clara tocaron, mientras los otros niños cantaban y golpeaban piedras para amplificar la melodía.
Cada nota atravesó las burbujas de sombra, iluminando la sala con luz azul.
Los prisioneros despertaron, liberados del control de Morvan.
—Gracias… —dijo uno de ellos—. Sabía que alguien vendría a salvarnos.
Ian sintió un renovado sentido de propósito: su música no solo protegía, también liberaba.
Editado: 12.11.2025