Viernes 21/Febrero/2014
10:10 p.m
Soy la tonta de la historia. Y eso parece ser una característica recurrente en las protagonistas de ahora. No me malentiendas, no estoy en contra de que en los libros de ahora algunas protagonistas no podrían ser precisamente descritas como "brillantes" estoy de acuerdo con esa peculiaridad, ya que si resolvieran sus problemas al instante simplemente no habría libro. Pero últimamente ya parece una burla, como si de verdad fueran tontas, y eso no es realista ¿o sí? ¿En verdad las adolescentes somos tan ingenuas?
Sé que parece que me estoy contradiciendo, y quizá lo estoy haciendo, pero al decir que soy la tonta de la historia me refería a que me creen la tonta de la historia, no a que en verdad lo sea. Explicaré brevemente porque:
¿Recuerdas a Yazmín? Bueno, si no lo haces, la mencione hace dos días, cuando comenté que llegó buscándome a mi casa para cooperar con fondos para la campaña. Bueno, ella tiene 20 años, ha luchado mucho para llegar hasta donde está; Lizeth la conoce desde que estaba en secundaria, Yazmín iba a graduarse y Liz era de primer ingreso. Ese año Yazmín reprobó, y al año siguiente (Después de repetir todo tercero) si logró graduarse, sin embargo, no logró entrar a la preparatoria. Entró en depresión, una depresión profunda. Lizeth, que se volvió su amiga íntima al entrar a tercer grado, trató de ayudarla, jamás la dejó sola. Y entonces Liz también se graduó, así que juntas estudiaron para el examen de admisión y esta vez, Yazmín logró entrar, y por alguna razón (Dios, suerte, destino, llámenlo como quieran) ambas quedaron en el mismo grupo.
Y bueno, uno pensaría que después de tantos obstáculos, que ahora que por fin las cosas les estaban saliendo bien, ella aprovecharía la oportunidad. Sucedió todo lo contrario, y comenzaba a llevarse a Lizeth por el mismo camino. No entraban a clases, fumaban en los pasillos de la escuela, y llegaron a suspenderlas por "traficar" alcohol entre los estudiantes. Tiempo después Sofía y yo comenzamos a hablarles, a hacerlas parte de nuestro grupo de amigas, que estaba conformado por, bueno, Sofía y yo; aunque tuvimos varios desacuerdos por nuestros muy distintos puntos de vista al final llegamos a un trato: nosotros no trataríamos de cambiarlas, y ellas tampoco lo harían con nosotras. Eso estaba marchando bien, pero todo cambió cuando entramos a nuestro último año en la preparatoria, ahora Sofía quería hacer todo lo que no hizo antes, y luego estaba Iker, que tampoco estaba siendo muy buena influencia. Hoy eran cuatro contra uno, todo empezó minutos antes de que cerraran la puerta de la preparatoria, justo cuando estaba por llegar los miré, estaban frente a la escuela, en la paletería (Buena estrategia de negocios debo admitir) Lizeth me tomó del brazo y me arrastró hacia ellos.
—No vamos a entrar hoy — me susurró
¿Vamos? ¿Estoy incluida? — dije mientras me sacaba de su agarre
¡Claro que estas incluida! Nunca haces nada "malo"— dijo haciendo énfasis en lo último, ya que ella no era de las que consideraban el saltarse clases como algo malo—Necesitas divertirte con tus amigos.
—Lizeth tiene razón — Intervino Yazmín, la miré, tenía que alzar un poco mi cabeza porque ella en verdad era alta. Sofía me miró suplicante, estaba por acceder cuando noté la mirada de Iker. Una mirada de ayuda.
—Iker, ¿Tu iras?—
—Claro que ira, no va a dejar a su novia sola— Lizeth lo interrumpió, mejor dicho, ni dejo que él contestará. Lo miré de nuevo, aún sus ojos pedían auxilio, pero también se miraban resignados, así que también yo me resigné.
—Tenemos examen, no pienso faltar— dije encaminandome a la puerta, Lizeth puso los ojos en blanco antes de gritarme
¡Eres una maldita aburrida!— Y yo sonreí al escucharla, era una maldita aburrida, así soy yo. Y las personas no tienen idea de cuánto disfruto ser yo.
Aunque, no puedo negar que ser aburrida tiene sus beneficios, ya que no estuve sola en la escuela.
¡Hey!—Sebastián me saludó con esa sonrisa tan característica en él, si hablo su sonrisa de patán— ¿Dónde están los demás?—
—No piensan entrar a clases— dije, encogiendome de hombros.
—Te dejaron sola—Asentí a su ya obvia afirmación, para luego comenzar a caminar a su lado.
Sebastián es un patán. Un patán en serio, hoy lo noté más que nunca. Siempre hay muchachas siguiéndolo, no estaba consciente de que él tuviera tantas "admiradoras". La mayoría son alumnas de primer grado, colegialas ilusionadas con su actitud de "chico malo" (Me sentí ridícula escribiendo eso), otras tantas piensan igual que él y solo lo buscan si necesitan satisfacer sus necesidades biológicas de perras, perdón de urgidas. Demonios, no hay forma de que eso simplemente no suene mal.