Martes 25/Febrero/ 2014
La música que escuchamos es parte de nosotros. Solo nosotros sabemos cuál es aquella canción que nos saca una sonrisa. Aquella canción que saca lo peor de nosotros, que nos impulsa a gritar, que nos hace sentir que al fin todo lo que sentimos ha salido fuera, sin filtros, sin miedo a lastimar.
Nuestra música es la banda sonora de nuestra vida, con los derechos reservados en alguna otra persona.
Para mí la música es lo que corre por mis venas. Pero no me basta escucharla, necesito cantar. Cantó al caminar por la calle, cantó con los audífonos puestos mientras estoy en el autobús, y en este momento estoy por cantar en un concurso a nivel estatal.
Estoy muy nerviosa, jamás he cantado frente a tanta gente. Y una vez más al mirarme al espejo, con mi cabello ondulado cayendo a mi lado y el uniforme de la preparatoria puesto simplemente no puedo sonreírle a mi reflejo.
Sebastián dice que yo no necesito suerte, sin embargo pienso todo lo contrario; más que suerte, necesito a mis amigos, su apoyo y sus ocurrencias que me hacen reír, los necesito a ellos.
Necesito a Lizeth tomando mi mano mientras me susurra que todo estará bien.
A Sofía sonriendo cálidamente, haciéndome olvidar dónde estoy.
Necesito la mirada de Iker, esa que me hace sentir que está orgulloso de mí.
Y, aunque que me cueste aceptarlo, también necesito la adrenalina que siento siempre que Sebastián está cerca.
9:53 am.
Se supone que no debo dejar que el miedo me domine, pero el día de hoy, el miedo me hundió.
No fui al concurso. Cuando nos dirigimos hacia allá, quedamos atascados en el tráfico gracias a un choque, y al momento en el que al fin había llegado, ya no era mi turno.
Y en ese momento me di cuenta de que el miedo me había ganado. Me sentí aliviada al no concursar, porque en primer lugar yo no sentía que perteneciera ahí, cantar frente mucha gente no era algo con lo que yo soñara. Además, no considero lo suficientemente buena como para concursar a nivel estatal.
Mi madre dice que soy una cobarde. Tal vez tiene razón, pero soy humana, tengo derecho a sentir temor, a sentirme asustada; tengo derecho a aceptar que no soy valiente. Deje ir una oportunidad que quizá no vuelva, sin embargo así pasa en ocasiones, y ya no puedo regresar el tiempo.
Lo importante aquí, es descubrir quién soy.
Tarde, muy tarde.
Y para colmo de males, tuve que ir a la escuela. Materias difíciles, profesores estresantes y compañeros estúpidos.
Y como si eso no fuera suficiente, tuve que notar sus miradas, esas miradas que derrochan coqueteo, miradas entre Luisa y Sebastián.
Luisa es una chica de mi salón, es muy bonita. Tez blanca, ojos enormes de color avellana, sonrisa dulce y cabello negro de comercial de champú. Y no solo es bonita, es "deseable", o como dirían los hombres "esta buena". Lo único que le falta es personalidad, pero claro, ese pequeño detalle no le importa mucho a Sebastián, para él seguramente sólo será un trofeo más en su larga lista de conquistas.
Al principio del día, cuando noté su coqueteo, comencé a asustarme, me daba miedo el pensar que Sebastián pudiera caer enamorado de ella; luego, recordé que él no tiene corazón, o al menos eso parece en algunas ocasiones.
Es decir, ha comenzado a ignorarme y a ser cortante conmigo. Tal vez debería alejarme de él antes de convertirme en una molestia