El Niño Nuevo

Jueves 27 de Febrero

Jueves 27/Febrero/2014

09:33 p.m.

Respira, piensa, actúa.
Parece ser que Luisa ha comenzado a tomar su distancia, o al menos lo hace cuando yo estoy cerca, y de cierto modo eso me tranquiliza, no necesito torturarme a mí misma, tengo cosas más importantes que hacer, a veces.

Sin embargo, pareciera que mi cerebro estaba conspirando en mi contra durante la mañana, ya que las absurdas imágenes de Sebastián y Luisa sonriéndose mutuamente como pubertos enamorados aparecían en mi mente una y otra vez, así que opte por escapar; y no hay mejor manera de escapar que leyendo, termine por quinta vez uno de mis libros favoritos. 

Por otro lado, tampoco hay peor manera de regresar a la realidad que entrando a clases, y justo hoy la primera clase era artes. En cualquier otra escuela podría verse como la clase divertida en la que te puedes relajar un rato, la clase que no es precisamente vista como una clase si no como otro receso; pero en mi adorada escuela, la clase de artes es un martirio y además el profesor me odia, me odia con ganas y estoy segura de que yo no he hecho nada para molestarlo.

Resignada a sufrir, me senté en una de las butacas de atrás, junto a la ventana mirando como la mayoría de los alumnos sufrían tanto como yo. El profesor llegó malhumorado, como siempre y como siempre, me miraba sigilosamente, como si ya tuviera planeado con que me molestaría el día de hoy. Y justo estaba por decir algo cuando llamaron a la puerta:

—Profesor, necesitamos a los integrantes de la obra de teatro por favor— y repentinamente una sonrisa apareció en mi rostro, las actividades extracurriculares ayudan después de todo. Tomé mi mochila y salí detrás de Sebastián. 

Esperaba que el ensayo me relajara un poco al menos, pero fue todo lo contrario. Entre el murmullo de todos los alumnos una voz gruesa se hizo escuchar, una voz que logro que me estremeciera.

—Si están aquí no es porque tengan talento—Él se encontraba al frente de todos nosotros, su semblante era serio, pero al mismo tiempo sarcástico, y por alguna razón que desconozco comencé a ponerme nerviosa.

No recuerdo su nombre, lo único que sé es que este profesor será ahora el encargado de coordinar la obra. Me pone muy nerviosa; nos pasó a cada uno a interpretar una parte de nuestro papel, y mi interpretación fue...un asco. 

  • ¿En verdad es lo mejor que puedes hacer?—Dijo el profesor mirándome a los ojos, y yo ni siquiera le pude contestar. —Espero que el próximo ensayo tengas algo mejor que ofrecer, no quiero niñas mediocres en esta obra. Bastante es ya presentarla en una escuela mediocre—

Regrese a sentarme y seguí observando a los demás pasar; la mayoría se notaba nervioso, pero sus actuaciones no fueron tan malas. Sin embargo, la mejor fue la de Sebastián.

Comenzó sentado en un rincón, interpretaría el momento en el que sus compañeros acababan de burlarse de él por no querer jugar basquetbol.

—No entiendo porque me tratan así—Dijo mientras se levantaba y comenzaba a caminar hacia el público—No me gusta ese deporte ¿Y? No por eso soy menos valioso que ellos. Me gusta hacer cosas diferentes, me gusta pintar, me gusta cantar, me gusta ser yo mismo—Para este punto ninguno de nosotros podíamos apartar la vista de él, se veía tan diferente, tan serio, pero ahí seguía su personalidad—No creo que una persona, sea niño  o sea adulto, tenga que ser definida por lo que le gusta o no hacer. Tenemos derecho a ser quienes somos sin ser juzgados—

El silencio gobernó en el salón unos segundos, hasta que de atrás alguien comenzó a aplaudir, primero los aplausos comenzaron de manera insegura, pero de un momento a otro empezaron con fuerza y entusiasmo, incluso el profesor aplaudía.

—Esa, muchachos, es una verdadera actuación. Todos deberían aprender de él.

—Todos ellos actúan igual o mejor que yo. Pero siempre hay gente que trata de imponer su autoridad lastimando a los de su alrededor.

- ¿A qué te refieres con eso?

—A que no pienso trabajar bajo el mandato de un profesor mediocre—Sonrió y salió de la habitación, dejando a todos nosotros totalmente perplejos. Y dejándome a mí, un poco más enamorada. 




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