Miércoles 05/Marzo/2014
09:37 p.m.
Esto definitivamente se va a convertir en algo privado.
La escuela, que es de lo que generalmente escribo, hoy no estuvo muy interesante que digamos.
No toda mi vida tiene porqué girar en torno a mis estudios, o en torno a mis amigos del instituto. Pero eso no importa, después de todo, nada importa. El problema comenzó al llegar a casa:
¿Tienes idea de lo difícil que es tener un buen promedio, entrar a actividades extracurriculares y además lidiar con el enredo de sentimientos que tengo dentro de mí? Pues es muy, muy difícil. Si tú puedes entender lo difícil que es, en verdad te lo agradezco, porque parece ser que mi madre no lo entiende. Del promedio de 10 perfecto que tenía, este parcial mis calificaciones bajaron:
9.6— 9.3 — 9.2 — 9.0—
Mi madre estaba muy molesta, estaba enojada, estaba furiosa. Y yo estaba confundida, no entendía cómo "bajar" mis calificaciones de esa manera podía afectar tanto. Cuando quise hablar papá me interrumpió:
—Estas exagerando, ella da todo de sí, sólo se tomó un pequeño descanso— sentí un poco de tranquilidad al saber que alguien estaba de mi lado.
—No estoy exagerando, nuestra hija está cambiando, hay algo que la está cambiando y no te has dado cuenta—
—Ella no está cambiando, no veo nada de malo en sus calificaciones, me parece que de nuevo estás viendo cosas— La mirada de mi madre cambio, sus ojos se humedecieron. En ese momento entendí que yo había salido de la conversación, la discusión se había vuelto personal. Debí haberme ido, pero mis piernas no respondieron.
—¿De nuevo?— Y ahí fue cuando mi padre notó que había hablado de más — ¿Recuerdas la última vez que "vi" cosas?—
—No seas imprudente, no hables de eso frente a Débora—
—Estoy segura de que ya debe saber de qué hablamos. Una infidelidad no se esconde tan fácilmente. —El rostro de mi padre se encendió, sus ojos se cristalizaron y en un arranque de ira gritó:
—¡Tú actuaste de la misma manera!—
Mi madre tenía razón, yo sabía que mi padre le había sido infiel a ella, quizá hasta varias veces, pero no podía procesar lo que acababa de escuchar.
—¿A qué te refieres? ¿Cómo de la misma manera? ¿Ella también...?—Mi voz se quebró antes de terminar la pregunta. Las miradas hablan, y en ese momento entendí todo.
No lloré, frente a ellos no derramé una sola lágrima, pero al cerrar la puerta de mi habitación simplemente las solté, resbalaban de manera silenciosa a través de mis mejillas, y claramente podía escuchar los susurros en la habitación continua. Tomé mis audífonos y solo comencé a pensar, comencé a abrir los ojos, a darme cuenta de que su matrimonio no es más que un triste teatro, una fachada, un pilar quebrantado.
Lo que debería ser los cimientos de la familia está hecho pedazos, y aun así mi hermana y yo salimos adelante.
Tantas de historia de amor que he leído en los libros, tantas canciones dedicadas a ese mediocre sentimiento. ¿Existe? ¿En verdad el amor existe? Tal vez todos los matrimonios son como el de mis padres, quizá es a lo que estamos condenados todos.
¿Cómo es que pienso entregar mi corazón a alguien si ya lo rompieron en pedazos? No lo rompió un chico, no lo rompió un patán adolescente, lo rompió un hombre, lo rompieron ellos, desde hace mucho tiempo atrás se han encargado de mostrarme el peor lado de la historia romántica. El lado que daña, el lado que lastima, el lado que destruye.
Mi papá mi héroe.
Mi papá, mi villano.
Sé que hay gente que lucha con problemas más dignos, con tormentas más oscuras, con dolores más fuertes, y siempre enfrentándose con una sonrisa. Yo no puedo. No soy tan fuerte.
En un momento el llanto cesó, pero el dolor no. No podía gritar, no podía golpear nada, pero aún había mucho dentro de mí buscando una salida; comencé enterrando mis uñas en mi antebrazo, tratando desesperadamente de desahogarme.
No sirvió de nada.
Y entonces, recordé. Miles de chicas vinieron a mi mente, todas ellas con algo en común: Marcas en los antebrazos, marcas de cortadas.
Yo quería de alguna manera tratar de ayudar a todas esas chicas que estaban pasando por eso, pero una solo cosa pasó por mi mente en ese momento. ¿Qué se sentirá? Y si mi memoria no me fallaba, papá me había regalado una navaja suiza hace unos meses, solo por si alguna vez llegaba a necesitarla. Supongo que jamás se imaginó que la usaría en esto.
Y solo quiero mantenerme callada, sería muy egoísta de mi parte si alguno de mis amigos llega a enterarse.
Lizeth está agobiada últimamente, tiene que dar todo de sí para graduarse y ni siquiera sabe si continuará con sus estudios. Quiere seguir, pero ni sus recursos económicos lo permiten, ni sus padres piensan apoyarla.