El Niño Nuevo

Vieres 25 de Abril

Viernes 25/Abril/2014

12:37 a. m.

Ha habido tantos días en los que he querido encontrarlo, tantas ocasiones en las que lo único que necesitaba era verlo, y jamás pasaba. Y justo hoy, que lo menos que quería era ver a alguien, me cruzo con él.

El plan desde que amanecí, fue ir a un parque, y el primero que se  me ocurrió fue donde previamente Sebastián me había enseñado a conducir la motocicleta.

Yo llegue ahí sin esperar nada, solo  necesitaba tomar aire, y ese lugar me hace sentir tranquila, está tan lleno de árboles que se puede tocar el espíritu de libertad.

Todo era perfecto, tal cual lo que me hacía falta. Hasta que lo vi. Estaba  sentado en una roca junto a su motocicleta, mirando al vacío.

—Hola— dije apenas en un susurró. Él pareció no inmutarse, y con cuidado me senté a su lado.

— ¿Cómo estás?— dijo, aún sin mirarme.

—Bien, supongo— No, no estaba bien. Era por eso por lo que había venido al parque, necesitaba estar sola y pensar. Necesitaba acomodar muchas cosas; como el hecho de que aún seguía cortándome. Me sentía tan infantil por eso.

—No. En verdad,  quiero saber como estas. Sigues cortándote ¿Cierto?— Sebastián se levantó y quedó frente a mí. El sol le daba directo a la cara, y sus ojos se veían menos oscuros, pero más intensos. Me tomó de un brazo, y con un simple movimiento me levanto, luego subió las mangas de mi chaqueta para ver lo que había estado tratando de ocultar— ¿Por qué? ¿Por qué lo haces?—

—Lo siento Sebastián, pero no puedo explicarte, tengo mis motivos, pero son motivos que tú no entenderías— Me zafé de su agarre como pude y le di la espalda, pero pude escuchar como el golpeo un tronco.

— ¡Estoy harto! ¿Por qué demonios se cortan para llamar la atención?—Enseguida me giré a encararlo.

— ¡No lo hago para llamar la atención!— Pero el parecía no escucharme.

—Estoy batallando para salir de eso y ahí estas tu haciendo la misma estupidez— ¿Te has sentido alguna vez avergonzado de ti mismo? es decir, realmente avergonzado, como cuando de pequeño hacías algo que te parecía divertido, pero cuando tu mamá lo contaba a tus tías, bueno, perdía la gracia. En ese momento me estaba sintiendo justo así, Sebastián no solo tiraba palabras al aire, probablemente el sí comprendía por lo que yo estaba pasando.

— ¿Estás saliendo de lo mismo?— le pregunte, mientras ponía mi mano en su hombro.

—Te meterás en más problemas de los que ya tienes si sigues cortándote. Además, si no quisieras llamar la atención, no lo harías en los brazos—

—Disculpa, es el primer lugar que veo, y no lo ando exhibiendo. Pero no es la primera vez que me siento tan ahogada en los problemas, ya había salido antes de esto, solo que ahora no sé qué ocurrió—

— ¿Y? De todas formas ¿En que ayuda cortarse cuando te sientes ahogada?— Una sonrisa burlona se asomó por sus labios.

— Me libera. Me libera de todo lo que me guardo cuando me trago las palabras que quiero decir cuando noto que alguien dentro de mi casa comete una injusticia. Me ayuda a no llorar cuando veo a mi madre desmoronarse en su habitación, me ayuda a mantenerme fuerte, porque yo no tengo a nadie que me empuje, a nadie que me inspire a ser mejor— Sus ojos se cristalizaron por un momento, yo por otro lado, ya estaba llorando

— ¿Son ellos? ¿Esto lo ocasionan tus padres? Pues ve con ellos y diles con ese coraje que me lo dijiste a mí. Suéltalo, libérate con ellos, gritales como deseas gritarles, y que no se muevan hasta que escuchen todo lo que tengas que decir— Ahora, la que soltó la risa burlona, fui yo.

—Ya lo hice; lo hice a los seis años, cuando me aterraba ir a la escuela por miedo a que si daba media vuelta ellos se separaran. Lo hice a los diez, cuando comenzó a preocuparme que mis hermanas notaran que el amor entre ellos se había esfumado. Lo hice a los doce cuando la presión de la escuela me consumía en las mañanas y sus discusiones me consumían en las tardes. Y lo hice a los 16 años cuando me di cuenta, de que realmente estaban dejando de importarme. Pero hablar no arregla nada ¿A caso te arreglo algo en ti?— Sebastián bajo la mirada.

—No, tampoco me ha arreglado nada, por eso hago lo que hago. Pero cortarse sigue estando mal, solo que, ya no sé, debe haber una solución, solo hay que encontrarla— Debiste verlo, su rostro parecía cansado de tanto buscar respuestas, se notaba en sus ojos que estaba desesperado por encontrar una manera de salir de todo lo que lo perseguía, y me dolía darme cuenta de que yo no lo conocía.

—Pero, si te sientes así, ¿Cómo es que siempre estás tan alegre? Actúas como si no te importara nada ni nadie, como si fueras inmune al sufrimiento—

—Cada quien imagina su mundo como quiere— dijo él, mientras una sonrisa se escapaba de sus labios— Imagina que todo lo que se hace y todo lo que se dice es porque se acerca algo mejor, o al menos algo bueno— Yo, simplemente no sabía qué decirle, me estaba mostrando un Sebastián muy distinto al que pensaba conocer. De repente me abrazó, y mis lágrimas no pudieron contenerse, escaparon unas cuantas—Débora por favor, ya no te cortes. Escribe, imagina, sal, pelea, pero deja de cortarte. — Asentí, pensando en que trataría de seguir su consejo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.