El Niño Nuevo

Vieres 06 Junio

 

 Viernes 06/Junio/2014.

09:45 p. m.

¡Feliz cumpleaños a mí!

Después de ir al instituto, Lizeth, Sofía, Iker y Sebastián fueron a mi casa a cenar, mamá los invito. Celebramos que ya soy mayor de edad. Fue una cena tranquila, mamá preparó mi plato favorito: espagueti con albóndigas. Dada la ocasión, también decidí que era un buen momento para presentarlos con Tamara.

—Ella ha sido mi amiga desde el preescolar— Tamara asintió levemente, situada a tras de mí. Todos le dedicaron una amable sonrisa, o un breve saludo, excepto Lizeth, quien no dejaba de mirarla de arriba a abajo. 

Al terminar de cenar, decidimos salir al patio y sentarnos en el césped a mirar el cielo. Sofía e Iker estaban sentados juntos, recargados el uno en el otro, Lizeth estaba bastante alejada y yo, me encontraba en medio de Tamara y Sebastián.

—Entonces, ¿De dónde se supone que vienes?— preguntó Liz, penetrando a Tamara con la mirada.

—Soy originaria de aquí, pero hace 5 años mis padres tuvieron que mudarse a España por cuestiones de trabajo— Una sonrisa salió tímidamente de los labios de Tammy.

—Y ¿Por qué volviste?— Miré de manera reprochante a Lizeth, pero ella pareció ignorarme.

—Quiero estudiar aquí, es donde crecí, y mis padres estuvieron de acuerdo—

—Pues claramente, no perteneces aquí— susurró Sofía.

—¡Basta! Dejen de volver esto incómodo— Mis mejillas comenzaron a tornarse rojas, y puse los ojos en blanco.

—No será incómodo, nosotras ya nos vamos— Lizeth se levantó y miró a Sofía, quien se giró a besar a Iker rápidamente y salió tras Lizeth.

—Lamento eso— dije mirando a Tamara, quien tenía abrazadas sus rodillas; ella asintió ligeramente mientras Iker se acercaba más a nosotros.

—No lo tomes como algo personal, ellas son así en ocasiones— dijó Iker, poniéndole una mano en su hombro.

—En demasiadas ocasiones diría yo— Secundo Sebas, poniendo los ojos en blanco.

—Pero bueno, que eso no nos arruine la noche— dijo Iker, mientras sacaba una caja de su mochila— ¡Feliz cumpleaños hermanita!— extendió su mano hacia mí y cuando la tomé, me levanto y me abrazo. Tome la caja con cuidado, y al abrirla, mis ojos se llenaron de lágrimas.

—¿De verdad?— dije, mi voz quebrándose, pues tenía entre mis manos una edición especial de mi libro favorito.     

  • —¿Te gustó?—. 

  • —¡Claro que sí!— lo abrace fuertemente, dejando caer una lágrima cuando él correspondió el abrazó.

—También yo tengo un regalo— Dijo Tamara, levantándose del pasto. —No es gran cosa— balanceaba su peso de un lado a otro mientras sacaba de su chaqueta azul una hoja doblada en varias partes.

—Es...hermoso— lleve mis manos a mi boca asombrada, pues en la pequeña hoja había un dibujo muy bien hecho a lápiz de una margarita, mi flor favorita — ¿Lo hiciste tú?— 

—Sí, volví a pintar hace unos meses— una sonrisa tímida escapó de su boca, y antes de que pudiera a abrazarla mamá grito por la ventana.

—He preparado galletas, vengan a comer antes de que sea más tarde—

Así que, pasamos el resto de la noche comiendo y charlando hasta que Iker se fue y Tamara decidió que era buen momento para retirarse a dormir.

—Creó que también debería irme— dijo Sebastián levantándose del sillón. —Se está haciendo bastante tarde—

—Te acompaño a la puerta— Caminamos juntos hacia la salida de la casa, el aire afuera era delicioso, ni helado ni caliente, fresco, irradiaba tranquilidad. Miré a Sebastián preocupada— Haz estado muy callado hoy, ¿Estas bien?—

—Date la vuelta— 

—¿Qué?— 

—Débora, por favor date la vuelta— confundida, lo obedecí, quedando de espaldas a él —Ahora, levanta tu cabello—

—Sí, señor— rodé mis ojos mientras con ambas manos llevaba mi cabello hacia arriba, Sebastián me rodeo enseguida dejando caer un collar de plata alrededor de mi cuello.

—Antes de que gires, necesito decirte algo, y verte a los ojos me lo volverá aún más difícil— asentí ligeramente, mientras tocaba la pequeña media luna que adornaba el collar —Desde que te convertiste en mi amiga, he comenzado a ver muchas cosas de manera diferente a como las veía antes. Hay una chispa de emoción y alegría a tu lado que no sentía desde que era un niño, además de una paz terriblemente contagiosa. Y, yo solo sentía paz en las noches, cuando miraba la luna. Sé que soy una persona problemática, nadie en su sano juicio se quedaría conmigo, pero tú los has hecho, como la luna se queda a lado de la tierra a pesar de su constante movimiento. Quiero ser tu luna, Débora, tu satélite, permanecer a tu lado aun cuando estés siempre cambiando. Te quiero— Me giré para verlo, sus ojos estaban llorosos, y su labio inferior temblaba, yo por otro lado tenía mis mejillas empapadas en lágrimas.




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