El Niño Nuevo

Miercoles 11 de Junio

 Miércoles 11/Junio/2014

10:46 p. m.

— ¿Harás algo hoy?— Así comenzó la parte interesante de mi día. Sebastián me miraba con una sonrisa de medio lado, una sonrisa típica en él.

— No creo, supongo que ahora sí llegaré temprano a mi casa— le dije, sin mirarlo aún.

— ¿Qué te parece si vamos a caminar?—

— ¿Estás tratando de coquetear conmigo?—

— No seas ridícula, ¿Vamos o no?— Lo miré, su cabello negro se veía brillante cuando el sol lo tocaba. El joven más "codiciado" del colegio, (o al menos de mi grupo) es mi mejor amigo.

— Vamos—.

La verdad es que caminar es bueno, te desintoxica el alma, pero si vas acompañada, es mucho mejor. Y, comienzo a creer que ese bendito parque se volverá nuestro punto de reunión. El parque no está precisamente a lado del colegio, así que para cuando llegamos simplemente nos tumbamos en el césped. No sé si lo he mencionado antes, pero aunque Sebas quiere estudiar, tiene un pensamiento recurrente. Justo después de graduarse quiere desaparecer, irse sumamente lejos y empezar de cero.

— Estamos por graduarnos— solté al aire. Sebastián suspiró. — ¿Ya sabes que harás al salir de aquí?— Pregunté. Hice ese tipo de pregunta que tiene que hacerse, aunque tengas miedo de escuchar la respuesta.

—El plan era desaparecer— Mi corazón se encogió, porque aunque aún tenga problema en admitirlo, temo perderlo—Pero he encontrado razones para quedarme—Mis ojos brillaron ante su respuesta, pero lo que vino después fue mucho mejor.

—Y una de esas razones, eres tú— Las lágrimas amenazaron con salir de mis ojos,  aunque saldrían por una razón correcta, aunque saldrían por felicidad, yo simplemente no puedo permitir que nadie me vea llorar, así que salté sobre él para abrazarlo. Y me arrepentí cuando caí en cuenta de que estábamos acostados en el parque y estaba sobre él. Me levanté enseguida, con la cara roja de vergüenza, o al menos yo sentía que así estaba. Sebastián se levantó tras de mí y comenzamos a adentrarnos en el parque.

—Si mal no recuerdo— comenzó a decir— Por aquí debe haber un tobogán. —Mis ojos quedaron como platos al oírlo decir eso, las alturas jamás fueron mi fuerte.

— ¿Seguro? Quizá fue en algún otro parque y lo estas confundiendo—Dije, con la esperanza de que la idea saliera de su cabeza.

— Conozco este lugar como la palma de mi mano, aquí me la mantengo, estoy seguro de que estamos por llegar— Y así fue. Unos pasos después nos encontramos frente a uno de los toboganes más grandes que había visto, pero gracias a Dios no fue el que empezó con mi trauma, ese se encuentra en otro extraño parque de la ciudad. Supongo que me puse un poco pálida, porque Sebastián me miró preocupado.

— ¿Estás bien?— Asentí, pero aún estaba juntando valor para pronunciar palabra.

—Sebastián, tengo que confesarte algo— susurré mientras buscaba sentarme cerca de un árbol. Él me siguió, su rostro mostraba cuán confundido estaba. —Veras— esto sería muy vergonzoso— Le tengo miedo a las alturas— Y tal como esperaba, Sebastián soltó una sonora carcajada. Así que me levanté y comencé a caminar dándole la espalda.

— ¡Oye! ¡Espera!— El comenzó a caminar hacia mí, pero yo estaba bastante molesta—No quise ofenderte—

—Pues lo hiciste— masculle molesta.

—Lo siento ¿Te parece si lo compenso con algo?—Permanecí en silencio, a la espera de su oferta— Subamos al tobogán, yo a tu lado—

— ¿Esa es tu manera de compensar?—Dije mostrándome indiferente.

—Míralo de esta forma, si no te diviertes al menos habrás enfrentado tu miedo, y eso pequeña valiente, no tiene precio— Le sonreí, porque él tenía razón, y admitirlo sonriendo, me parece que es la mejor manera de perder.

Comenzamos a subir las escaleras que nos llevaban hacia la cima del tobogán, y por alguna razón tuve la "brillante" idea de mirar hacia abajo. No grite, no salte, no arme un escandalo, solo me quedé ahí, estática, aunque yo quería moverme no podía.

—Ya falta poco—Me susurró Sebastián al oído, yo aun seguía sin control sobre mi misma, no pude responderle—Y yo estaré contigo—Dijo, al tiempo que tomaba mi mano. Esta vez no se sintió como en el teatro, esta ocasión tomar su mano me causo seguridad, no temor. Y sentí como poco a poco regresaba en mí, y comencé a subir de nuevo, tomada de su mano y sin mirar abajo, solo mirándolo a él. Y luego llegamos a la cima, comencé a marearme, pero aún estaba tomada de su mano, con cuidado nos sentamos, y en cuanto menos pensé me había deslizado y ya me encontraba abajo.

Aunque el miedo no se fue, la diversión logró que el miedo valiera la pena.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.