31/Octubre/2014.
08:56 p. m.
No quiero volver a ver a Sebastián nunca.
Puede reemplazarme con la persona que quiera, no tengo problema, pero que se aleje de mí.
Tuvimos una hora libre entre clases, y todo estaba bien, charlabamos entre amigos, jugueteamos, todo era normal, hasta que tocamos el tema de las inyecciones:
― Prefiero mil veces que me inyecten a tener que estar tomando un eterno tratamiento― mencionó Sebastián entre risas.
― Yo no― comente, riendo también― Le tengo fobia a las agujas, no soportó las inyecciones― la mirada de Sebas se ensombreció. Y todos alrededor lo notaron,
― No puedes estar hablando en serio ¿o sí? ― yo lo mire confundida.
― Claro que sí. De verdad, siempre le he tenido miedo a las agujas― Yo seguía sonriendo, no entendía porque la seriedad en sus palabras.
― Entonces, explicame. Si las agujas te generan tanta angustia, ¿Por que las navajas en tu piel te daban igual? ― La conversación del grupo se había centrado en nosotros desde hace tiempo, pero en ese momento sentí como todas las miradas se fijaban en mí.
― Creo que tengo una mejor pregunta ¿Por qué confié en ti? ― Sentí que las lágrimas quemaban mis ojos, y sin mirar hacia atrás me retire del lugar. Escuche cómo las personas que quedaban atrás susurraban entre ellas. Sus palabras iban cargadas de morbo y lastima hacia mi persona, pero, era lo que menos me importaba. Lo que realmente me importaba, lo que en verdad me había dolido es que Sebastián defraudara mi confianza.
Salí de la escuela, no estaba segura de que rumbo tomar, pero sabía que quería caminar, tomar aire.
De repente, mi celular comenzó a vibrar, y en la pantalla destellaba que Sebas me estaba marcando. Titubie, pero decidí contestar, porque una parte de mi esperaba que existiera una buena explicación para lo que hizo.
― ¿Que quieres? ― Me mantuve firme al hablar.
― Déb, de verdad no fue mi intención, ¿Podemos no darle importancia? ― Sentí como mi cuerpo se calentaba. Sabía que no era lo mejor solo hablar por teléfono, pero de verdad que no estoy segura de cuando querer volverlo a ver.
― Eso depende. Dime ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué defraudaste mi confianza?- Sebas quedó en silencio por un rato. ― Dime o voy a colgar―
― Es que no hay explicación ¿Si? Solo lo hice. ¡Hable por hablar! ― Y ahí, justo ahí, sentí como mi corazón se rompía.
― Ayer dijiste, que no querías una relación conmigo porque me harías daño. Que yo era alguien especial, que no valía la pena dañar nuestra amistad. Pero te tengo noticias. Tu me hieres. Me herirías como novio y ya me hieres como amigo. Y me he cansado. No pienso dejar que vuelvas a herirme― Y colgué.
No quería llorar, pero no pude evitarlo. Y ahí, parada a media calle, doblada de dolor, herida y traicionada, me hice una promesa. No volvería a llorar por Sebastián, nunca más.