El Niño Nuevo

Martes 30 Diciembre

Martes 30/Diciembre /2014

Medianoche.

¿Cómo empiezo?

La noche de ayer, me fue casi imposible dormir. Para mi, ya habian pasado dos o tres meses desde la última vez que vi a Sebastián, pero en mi lapso de insomnio descubrí que tan solo habían pasado dos semanas. ¡Solo dos semanas! ¿Que clase de problema hay conmigo?.

Intente convencerme de que a pesar de las ocupaciones de la vida diaria, si Sebastián quería verme lo haría, no había nada que pudiera detenerlo. Pero fui bombardeada con pensamientos acerca de que mantener una casa por sí solo no es fácil, que el tiene que trabajar, estudiar, convivir con su familia. Yo no soy una de sus prioridades, y esta bien, no tengo problema con eso, fui yo la que lo alejó de mí en primer lugar. Antes de poder permitir que la tristeza de extrañarlo me embargara, me quedé dormida.

Temprano por la mañana, había olvidado ya todos los pensamientos de la noche anterior, me arregle un poco para salir a la tienda, esperando internamente que Alejandro saliera también, emocionada porque se estaba volviendo un nuevo capítulo en mi vida.

De regreso a casa, barri y fregué el piso incluso lave los platos, mientras tarareaba alegremente. Hasta que lo escuche, ese sonido de motocicleta era inconfundible, comencé a ignorarlo cuando de repente:

― ¡Débora! ― Gritó Sebastián desde fuera de mi casa. Yo maldije por dentro. Mis manos comenzaron a temblar.

― ¡Hola! ― Dije al salir a la puerta, esperando que mi voz saliera lo más natural posible ― ¿Como estas? ― Sonreí, molesta por el hecho de que su presencia causara tanto en mi.

― Bien, ¿Y tú? ― Su voz también era natural, pero el ambiente era incomodo. Yo me encogí de hombros a modo de respuesta ― Oye, ¿Me prestas tus apuntes de álgebra? Los necesito― No era por mí que estaba ahí. No pude ocultar mi cara de decepción.

― Claro, dejame entrar a traerlos―  Entré a casa, Mary estaba en el cuarto, tenia los audifonos puestos e ignoraba al mundo. Mi madre estaba en la cocina, terminando de lavar.

― La gente normal, diría Feliz Navidad― dije entregando mi cuaderno lleno de apuntes.

― Feliz Navidad― Menciono, sin muchas ganas, mientras guardaba el libro― ¿Vamos a ver a Lizeth? ― Su voz sonaba ahora más animada.

“No” esa era la respuesta más adecuada.

― Claro, espera en lo que entró por mi bolsa― Obviamente, no di la respuesta adecuada. Tome mi bolso, y me mire al espejo, usaba unos jeans de mezclilla y una blusa blanca de manga larga, era uno de los días más tranquilos del invierno. Ajuste mi coleta de caballo, pero antes de salir mi madre me detuvo.

― ¿Es Sebastián el que está afuera? ― Preguntó, desconfiada. Asentí con la cabeza ― ¿Piensas salir con él?

― Iremos a ver a Lizeth― Contesté, a modo de defensa. Mi madre negó con la cabeza.

― ¿No saliste hace unos días con Alejandro? ― Me sentía acorralada por sus preguntas, así que solo asentí de nuevo ― Cuidate mucho, define tus prioridades― Me besó la frente, y tomé eso como la señal para irme.

 

― ¿Estas lista? ― Preguntó Sebastián en cuanto me vio salir.

― Si, vámonos― Dije, subiendo trás él a la motocicleta, y rogando al cielo que ahora, Alejandro no saliera.



 

Cuando llegamos, Lizeth me abrazó fuertemente, y .luego abrazó a Sebastián. Yo no sentí nada, realmente los sentía muy lejanos ambos, tan lejanos que no presté mucha atención a la conversación hasta que Lizeth dijo:

― Y ustedes ¿Cuando piensan comenzar una relación? ― Sabía de antemano, que sus intenciones no eran buenas, miré a Sebastián, él también lo sabía.

― No te importa― Contestó, tajante.

― ¿No me importa? ¿O nunca la van a empezar? ―

― Nunca la vamos a empezar― Dije, medio sonriendo― Sebastián y yo solo somos amigos, no hay nada más― Lizeth sonrió con malicia, pues dije justo lo que ella quería escuchar.

― Entonces Sebastián, ¿Estás libre cariño? ― Preguntó, poniendo su mano en la rodilla de él. Sebas me miró confundido, y yo le sonreí radiante.

― Si, estoy libre―

Creo que, siempre lo ha estado.




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