22 de Febrero del 2015
09:16 p. m.
“Si a los engaños dieran premios, hubiera varios ya ganado” ―Megara. Hércules.
Alrededor de las seis de la tarde mi celular recibió un mensaje.
“Te veo en el parque” ― Alejandro.
Mordí mi labio inferior, nerviosa y emocionada. Es rara la ocasión en que pide que nos veamos en algún lugar, por lo general siempre me recoge en casa.
Salí presurosa, solo me puse una chamarra sobre lo que tenia puesto y en el camino hacia el parque trencé mi cabello.
Cuando llegué, él se encontraba sentado en una banca, estaba distraído con su telefono, me acerque tranquilamente a el.
― Hola― dije tímidamente.
― Hola― Su saludo fue secó, ni siquiera sonrío. ― Necesito hablar contigo― su voz era neutra.
― Dime, ¿Pasó algo? ― Mi corazón palpitaba demasiado rápido, y mi mente dolía al imaginar tantos malos escenarios posibles. El seguía inmutable.
― No sé a donde estamos llevando todo esto― Cuando lo escuche, suspiré. Probablemente esto no era tan malo después de todo y al fin llegaba el momento en que las cosas aterrizarían.
― ¿Te refieres a nosotros? ― dije, intentando ocultar mi sonrisa.
― Si. ― susurró, pero antes de que yo pudiera sonreír dijo― No creo que deba haber un nosotros―.
Ahí, con esa frase, sentí como una a una morían las mariposas en mi estomago. No hubo lágrimas, no hubo gritos o reclamos, solo me quedé en silencio.
― Creía que ya había un nosotros― Dije, con el mismo tono neutral que él uso al iniciar la conversación.
― Eramos dos amigos saliendo, para ver qué pasaba. Creo que eso no nos vuelve un nosotros― Su voz se había vuelto arrogante.
― Me coqueteaste― Reclamé― Salimos, ambos coqueteamos.¡Ya había un nosotros! ― Grité, levantándome rápidamente.
― Si, pero no eres mi tipo. ¿Sabes por qué? ― Lo miré, expectante. ― Porque yo no quiero estar a lado de alguien que sigue enamorada de alguien más― Alejandro no gritó, pero sus palabras causaron mucho eco en mi cabeza.
― ¿A qué te refieres? ― susurré con la voz quebrada.
― Me refiero a que no importa cuánto me esfuerce en hacer algo lindo para ti. Si te llevo a despejarte platicando por la calle, o sí te llevaba a cenar en un caro restaurante. Nada de eso importa, porque si Sebastián te llama, si alguien lo menciona, incluso si lo piensas― Se detuvo para mirarme a los ojos ― Tu rostro se ensombrece. Y yo no puedo ver como alguien tan radiante como tú se opaca con un amor que no puede ser― Alejandro se levantó y se acercó a mi.
― No puedo recoger los pedazos de tu corazón roto e intentar armarlo. ― Sus ojos estaban cristalizados, con lágrimas amenazando por salir ― Si quieres, construyete, y luego me buscas. ―
Se acercó a mí y besó mi frente antes de irse.
Tal vez ese, será el único beso que reciba de él.