16/01/20
Estaba aburrida y salió esto, espero que les guste.
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El llanto nunca cesó. Mis ojos ardieron porque las lágrimas no tenían la intención de terminar. Me ardía el pecho, me dolía el corazón y mi vida se desvanecía a medida que pasaban los segundos.
¿Cómo pude permitir esto?
Sabía perfectamente que este sería mi final, que las consecuencias de mis acciones serían catastróficas; Sin embargo, seguí dejándome llevar por las sensaciones, por las intensas emociones que sentía por él, aun cuando me conocía a mí misma y sabía lo que los celos causaban en mí.
Lloré porque tenía miedo, porque extrañaba a mi familia y sabía que tenían razón. ¡Lamento no haberles prestado atención! Siempre me dijeron lo peligroso que era pero no me importaron las advertencias que me dieron con tanto desespero.
Tosí ruidosamente y me atraganté con la sangre que salió de mi boca. El agudo dolor en mi estómago se acentuó y sollocé por la terrible experiencia, por el martirio que atravesaba. El sonido de la lluvia me aterrorizó cuando llegó a mis oídos y los truenos junto al cielo oscuro me hicieron temblar de miedo, estaba acobardada. La habitación en la que estaba era pavorosa, la madera en la que yacía acostada olía a humedad y el frío que emanaba empeoró el escozor en la herida. Me temblaba el cuerpo, me dolía la cabeza y me desesperé al sentir mi camisa empapada con ese líquido rojo que brotaba inquietantemente de la ranura que él me había ocasionado.
La puerta de la habitación se abrió sin previo aviso y la persona que me había destruido entró con un paso lento y uniforme. Lloré en silencio porque entendí la forma en que me veía... jocoso y a gusto de ver mi ataque de desespero. Se acercó a mi maltratado cuerpo y sonrió mientras se agachaba a mi costado derecho.
—Tu error fue creer en mí —susurró, acariciando mi mejilla con su pulgar. Eso provocó que me convirtiera en un manojo de nervios.
Tenía toda la razón, creer en él fue el mayor error que pude haber cometido.
Lamenté haberlo conocido porque si no se hubiera interpuesto en mi camino, mis acciones habrían sido muy diferentes. Mi vida terminó justo cuando pensaba que estaba comenzando a vivirla. Desearía poder retroceder el tiempo hacia hace dos meses atrás, justo el día en que todo comenzó exactamente...
Esa jornada no pude dejar de mirarlo, definitivamente era imposible para mis ojos alejarse de su rostro. La atracción que sentía por él era inevitable. Sus ojos grises me hicieron delirar, sus hermosos labios eran de otro mundo, y su piel blanca con pequeñas pecas le dio una inocencia que podía enganchar a cualquiera. Mason era fascinante y el amor que sentía por él creció en los tres años que habíamos estado estudiando en la universidad.
La primera vez que lo vi, estaba sin aliento. Yo estaba sentada en una mesa de la biblioteca, leyendo una de mis novelas favoritas. En un pequeño momento donde dejé de sumirme en tan maravillosos escritos y alcé la vista, lo vi, observé su físico y un inusitado cosquilleo me hizo sentir flotar. Ese día actué como una tonta, lo recuerdo y me da vergüenza. Antes de que se levantara y se fuera, me acerqué a él y le pregunté si el libro era suyo o de la biblioteca. ¡Qué tonta! Cuando hablé con él, sus ojos, el olor de su perfume y el tono ronco de su voz me hipnotizaron.
— ¿Lo quieres? —Él había respondido.
Me avergoncé.
Mis mejillas se llenaron de un intenso rojizo y estaba tan nerviosa que me fui sin responder, simplemente corrí a mi próxima clase con el corazón acelerado. Él fue el primer chico que me había atraído tanto y gracias a eso, provocó que surgieran unos desarmantes sentimientos en mi ser, aparte... ¡Me atreví a dirigirle la palabra!
En esa etapa de mi vida, me daba vergüenza ser la única chica inexperta en mi grupo de amigas, todas tenían novio y siempre andaban con ellos hasta para realizar la más mínima cosa, dejándome atrás, olvidada.
Recuerdo que a los días seguí yendo a la biblioteca a las dos de la tarde porque sabía que él estaría allí. Siempre me sentaba lejos y solo me dedicaba a divisarlo, a cautivarme con cada gesto que hacia mientras leía. Después de dos semanas de ir a la biblioteca, me desanimé cuando lo vi hablando amorosamente con otra chica. Desde mi mesa noté que él la tocaba lujuriosamente y ella lo acariciaba de regreso, correspondiéndole. Mis ojos se llenaron de lágrimas en ese instante, la decepción no podía caber en mi pecho.
Me sorprendió ver que conocía a la chica, se llamaba Marie y era la persona más inteligente y tímida de la clase. Me sorprendió tanto verlos juntos que torpemente dejé caer el libro que había estado leyendo, ocasionado un fuerte golpe contra el suelo que resonó en toda la biblioteca. Ambos dirigieron la mirada hacia el origen del sonido, sorprendidos por el ruido repentino y me vieron, comprendiendo rápidamente que los estaba observando desde lejos.