El novio de mi hermana

Capítulo 16

El orgasmo, un tsunami que me hizo llorar mientras Alex me mordía el seno, ordeñando cada espasmo con empujones aún más violentos.Salió de mí mirándome de arriba abajo una mirada llena de deseo y posesión.Lo miré, sus pupilas dilatas bajo la tenue luz de su lámpara de noche.Su pecho sudado y agitado.Habia visto muchas veces a Alex sin camisa pero nunca lo había deseado como ahora.Sus músculos tensos por el reciente orgasmo.Quede sorprendida por la grandeza de su pene apesar de su edad.Era todo un hombre.Abri mis brazos para que se recostara sobre mí.
—No pensé que nuestra primera vez fuera tan intensa—hablo con su cabeza sobre mis senos y sus manos rodeandome.
—No todo es como pensamos.—mi mente estaba perdida con mis dedos acariciando su cabello.
Se levantó de sobre mí cuerpo, buscando su teléfono en el pantalón que estaba en el suelo.
—Son las 12 ¿Quieres almorzar?
Me levanté de la cama y me puse su camiseta para cubrir mi desnudez.
—Claro—envolví mis brazos en sus hombros y lo acerque a mi para besarlo.
Me tomo por la cintura y acarició mi culo levantando un poco su polera que ya por si me quedaba corta.
—Mejor vamos a almorzar antes que terminemos haciéndolo otra vez.—se apartó de mi riendo al igual que yo.
—Voy a la cocina a ver qué tienes.—Sali de la habitación no antes de ver cómo se ponía un boxer y unos pantalones.
Baje las escaleras con cuidado.La casa de Alex era muy bonita y acogedora.Dede pequeño siempre fue muy independiente así que cuando cumplió los veinte años se fue a vivir solo ya que tampoco soportaba a sus padres que nunca pasaban tiempo con él por el trabajo lo único que le dolió al salir de casa fue dejar a su abuelita, la persona que más quiere en el mundo.

Abrí la nevera buscando que cocinar.
—¿Que haces cariño?—Alex entró a la cocina y me sorprendió abrazándome por la espalda.
—Estoy buscando que cocinar.
—Ah no señorita nada de cocinar hoy yo soy tu cocinero.
—Oh que maravilla—lo tomo de la cara y lo besé.
—¿Y se puede saber que me cocinara el señorito?—tome asiento en unas de las bancas frente a la isla.
—¿A la princesa le va bien una pasta?
—Mmm —fingí pensar y luego sonreí —me vendría estupendo.
—Pues manos a la obra.

El reloj de la cocina de Alex marcaba 12:30 PM el agua burbujeaba en la olla mientras Alex picaba los ajo con precisión, sus hombros tensos, su espalda ancha y marcada sin camiseta Yo lo observaba desde la isla, balanceando las piernas descalzas, aún adoloridas en la banca.
—¿Cuándo aprendiste a cocinar tan bien, chef? —pregunte alcanzando una manzana para comerla.
—Abuelita me enseñó. Decía que... —su cuchillo se detuvo—que hasta los hombres duros deben saber alimentar el corazón de quien aman. —el ni siquiera se dió la vuelta, respondió sin verme.
El silencio se extendió como la mantequilla derritiéndose en la sartén.
—Ella te adora. —susurre más para mí que para el.
—Y tú, ¿a quién adoras, Em? —preguntó dándose la vuelta con una cuchara de madera en la mano.
La pregunta me golpeó como un puño. Mis labios recordaron por un instante el sabor a menta y husky.
—A esta salsa, si no la revuelves.—force una sonrisa.
Alex rió, pero sus ojos — cafés, tan distintos a esos otros ojos verdes que me acechaban— no se engañaron.
—Hoy es día de verdades. Pero primero... —me lanzó un tomate cherry—prueba esto.—agrego vino tinto a la salsa.
Atrapé la fruta con los dientes, el jugo ácido explotando en mi lengua. Como su beso en la playa.Como todo lo que no podía decirle.

El se acercó a mí y me besó.

—Se quema.—grite histérica él solo se viró riendo para atender la cocina.
La pasta quedó perfecta —al dente, con la salsa espesa. Colocoque los platos con cuidado exagerado.
—Te quedó *demasiado* bonita la mesa para solo comer pasta.—comento con una sonrisa enorme mientras servía la pasta en ambos platos.
—Es que el chef merece presentación. —hable recibiendo el queso parmesano que me brindó.
Antes de sentarse tomó dos copas del armario y una botella de vino de la nevera.
—Mm que delicia—comente probando el primer bocado.El sonrió y me sirvió un poco de vino.
El vino tintaba sus labios de rojo oscuro mientras gesticulando con el tenedor en alto, Alex me contaba una anécdota sobre su infancia.
—¡Y entonces el perro se comió todo el pastel de la abuela! ¡Incluyendo el plato de porcelana! —comentó riendo con la boca medio llena.
—¡No me digas!—casi escupiendo el vino de la risa.
—Pues si.Ese era un perro muy loco.—no parabamos de reír.
Me doble de risa, olvidando por completo sostener la copa, que derramó dos gotas de vino sobre el mantel. Alex aprovechó para lanzarme un trozo de pan, que yo esquive con un chillido.
—¡No hagas eso!—chille fingiendo indignación.
Me levante de un salto, pero tropecé con el pie de Alex y caí medio en su regazo. Él aprovechó para robarme un beso con sabor a tomate y Merlot.

Cuando terminamos de comer me levanté para recoger los platos de la mesa y lavarlos.
Lavando los platos cuando sentí la presencia de Alex por atrás, sus manos jabonosas deslizándose bajo la camiseta que llevaba tocando mis senos.
—Me vuelves loco.
Solo rei sin rastro de culpa, hundiendo los dedos en su pelo para traerlo hacia mi boca.
—Deberíamos dejar esto para después. — me mordió la oreja.
—¿Y qué propones hacer ahora? —pregunté con voz más baja.
—Algo que requiera... menos ropa. —estiró su brazo un lado de mí apagando el grifo.
Alex me levantó sobre la superficie, las gotas de agua empapando la polera.
—¡Los platos!
—Se lavan solos.

Me cargó como un trofeo, sus labios nunca separándose de los míos.Le arañe la espalda, marcándolo como territorio conquistado.El beso sabía a vino tinto y menta.Le mordí el labio inferior hasta sangrar.
—Apúrate— entre besos.
—Impatient little thing.—gruñendo en mi oído.




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