El novio de mi hermana

Capítulo 19

Bruno Lombardi

Estaba cocinando mi cena, recién bañado, con un pantalón de chándal y el torso al descubierto, cuando sentí que la puerta de mi penthouse se abría.Nada más y nada menos que Bella, todavía con su vestido esmeralda.

Tiro su bolso en el sofá.

—¿Podemos hablar?—preguntó sentándose frente a mí en la isla de la cocina mirando atentamente lo que preparaba.
—¿Qué quieres molesta hermanita?—Dejé lo que estaba haciendo para mirarla.
—Podemos hablar de cómo miraste a Emma hoy —dijo sin preámbulos, clavandome sus ojos idénticos a los míos.
—No tienes idea de lo que dices.—La mire por un momento y continúe preparando la cena fingiendo tranquilidad.
—¿En serio? Eso no fue lo que ví hoy.Estaban todos mis amigos presentes y solo la miraste a ella.
—Era a la única que conocía.—dije distraídamente mientras espolvoreaba queso sobre mi plato.
—Sabes que no es así—me desafió —La miraste como si Alex tuviera las manos alrededor de tu garganta, no de su cintura.
Me servi una copa de vino sin ofrecerle a mi fastidiosa hermana.
—Emma es mi cuñada. Nada más.
—¡Mentiroso! —Bella se levantó de la silla—Desde cuándo los cuñados —hizo comillas con sus dedos—se miran tanto. Desde cuándo aprietas tus puños cuando Alex la toca.

La copa se estrelló contra la pared.

—¡Basta!

El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier grito. Bella se acercó, pisando los fragmentos de cristal.
—Bruno... —su voz perdió el desafío—Ella está con Alex. Y tú con Eva

Mire la ciudad a través de los grandes ventanales de mi penthouse.

—¿Crees que no lo sé ?—me sinseré.

Bella tomó asiento lentamente, tratando de estudiárme por primera vez.
—Dios mío... —susurró— Esto es peor de lo que pensé. Realmente te importa.
—¡Sal de aquí! —rugí, la voz quebrándose en un tono que Bella nunca me había escuchado—¡No tengo que darte explicaciones a ti ni a nadie!
Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de triunfo y preocupación.
—Ah, ¿así que ahora soy nadie? —me miro desafiante—Perfecto. Entonces no me importará contarle a mamá que su hijo perfecto está enamorado de su cuñada.
La agarre del brazo con fuerza suficiente para dejar marcas y la arrastre hasta la puerta.
—Una palabra —susurré con voz venenosa— y te arranco esa lengua de raíz.
Le cerré la puerta de un portazo.El sonido resonó como un disparo en el penthouse. Mis nudillos aún ardían donde la había agarrado, y el vino tinto goteaba por la pared como sangre.

Respiré hondo, tratando de calmarme, pero el eco de sus palabras seguía clavado en mi pecho:

"Realmente te importa."

Maldita sea.

Encendí un cigarrillo, inhalando el humo como si pudiera quemar el nudo en mi garganta.Emma.Esa maldita niña que se había colado bajo mi piel sin permiso. Que me miraba con esos ojos oscuros como si supiera lo que me hacía sentir.

Y Alex... Alex Villanueva, el hijo de puta con su sonrisa perfecta y sus manos siempre en el lugar equivocado.

...

El Aston Martin Vantage negro rugió al tomar la curva del camino privado, sus llantas mordiendo el gravén perfectamente mantenido. No había avisado de mi visita.No me gusta que me esperen.
Al estacionar frente a la fuente de mármol, el mayordomo apareció instantáneamente, se apresuró a tomar mi abrigo.
—Benvenuto, signore Lombardi—murmuró con esa voz neutra que siempre me irritó.
—¿Dónde están mis padres?
—La signora Isabella está en el salón verde.El signor Andrea, en su estudio.

Crucé el vestíbulo de mármol, mis zapatos italianos resonando sobre el piso pulido. Tres semanas sin venir. Lo sabía. Por como era mi madre ella llevaba la cuenta.
La encontré sentada en su sofá favorito, con un vestido de seda azul de Dolce & Gabbana ajustado a su figura aún esbelta. Sus manos enguantadas sostenían una taza de porcelana fina.
—Finalmente—dijo sin levantar la vista— Pensé que habías olvidado dónde vivían tus padres.
Incliné mi cabeza para besar su mejilla, pero ella giró el rostro.
—Madre...
—No, Bruno. No me vengas con esa voz. Sabes lo importante que es la familia.La reputación.
Me senté frente a ella, conteniendo un suspiro.
—La empresa me consume.
—Sempre la stessa scusa—sus ojos, del mismo verde que los míos, brillaron con decepción—Si sigues así nunca te casarás, y yo quiero nietos tuyos.Aunque, bueno, Bella me contó que tienes novia. Eva, una chica muy agradable.La ví en la editorial de tu hermano ¿Cuando la traes para conocerla mejor?

Apreté los puños cuando escuché su nombre salir de los labios de mi madre.Eva. La mujer perfecta. La que debía amar. La que no me hacía arder la sangre como esa maldita niña.

—Si tienes a tu novia igual de abandonada que a mí, no me sorprende que te deje pronto—susurró para sí misma.—Una mujer necesita atención —añadió, tomando un sorbo de té— Tráela a cenar el viernes. Quiero verte felice.

Felice. Como si supiera lo que esa palabra significaba para mí.

Me levanté del sillón, y ella enseguida me miró.
—¿Ya te vas?
—No madre iré a ver a papá. Hace mucho que no hablamos.
—Por Dios—suspiró—los hombres y sus charlas de negocios.

El estudio olía a tabaco caro, mobiliario de caoba y madera pulida.Padre estaba tras su escritorio, revisando informes, levantó la vista de sus papeles.Sus ojos, tan fríos como el mármol del vestíbulo, se iluminaron por un instante.
—Hijo —murmuró, levantándose de un salto.
Nos abrazamos. Su abrazo, tan raro como sincero, me recordó a cuando era niño y él volvía de sus largos viajes.
—Hace mucho que no venías —dijo, aplastándome el hombro con una palmada áspera.
Me soltó y volvió a su silla.
—El pozo en el Mar del Norte.

Me sirvió un whisky. Como siempre.

—Rendimiento un 12% superior al proyectado —respondí, tomando el vaso—Firmamos con los noruegos para expandirnos.




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