Derek
La expresión de molestia de Kristen al verme fue como un puñal en mi corazón. Pero no podía esperar otra cosa, no había hecho más que evitarme desde que volviéramos del retiro campestre.
— Llego tarde para la visita, supongo — comenté, fingiendo no darme cuenta de nada.
— Mari está con él ahora, así que sí, llegas tarde...
Aunque con incomodidad, ambos comenzamos a recorrer el mismo camino sin hablar, yo hubiera deseado que no fuera así, pero no sabía cómo cortar el tenso silencio que se había producido y sinceramente ya no deseaba importunarla más. Para mi sorpresa, ella comenzó una conversación.
— Mi familia no deja de sugerir que podría trabajar contigo — comentó. — Incluso Karen.
Este era un tema recurrente, Karen también lo había hablado conmigo, y sus padres; sin embargo, no esperaba que lo trajera a colación la misma Kristen. Esto produjo en mí una cierta sensación de esperanza.
— Ella está queriendo redimirse al parecer.
— Permíteme dudar de sus buenas intenciones.
— Sí, es sospechoso que de repente tome esta actitud. Pero, ¿acaso has cambiado de opinión?
— Todavía no, pero lo estoy considerando, después de todo, debo encontrar un nuevo trabajo y el que estemos vinculados de alguna manera hará felices a mis padres.
Su última explicación tiró abajo todas mis expectativas.
— Eso es cierto, pero... no creo que debas tomar una decisión tan importante basándote en la felicidad ajena.
Quizá podría haberme quedado callado y aceptar que ella trabajara conmigo para complacer a la familia, pero todavía no había perdido toda la dignidad, y prefería que si ella iba a trabajar conmigo lo hiciera porque lo deseaba y que luego no pudiera refugiarse en la presión ajena.
— Nosotros, es decir, tú y yo... podemos llegar a un entendimiento pacífico, no es igual que tratar con mi hermana y yo adoro mi trabajo.
— Es decir, que aceptas ser mi socia...
— Qué dices, no seré tu socia. Yo no tengo dinero, y aunque lo tuviera, no quiero estar atada a ti y luego no poder librarme.
Tercer golpe en el hígado. “Ella no quiere estar atada a mí”.
— En ese caso tendrás que esperar a que abra, pues yo no puedo ocuparme ahora — era mentira, pero me sentí airado por sus palabras.
— Tengo como para sobrevivir varios meses, quizá un año o dos. De todas maneras, veré si puedo conseguir otra cosa.
— Bien, como quieras.
De repente sentí que mi humor se volvía sombrío, ella pareció notarlo porque se quedó callada y ya llegábamos al área de los consultorios.
— Nos vemos — le dije sin más y me alejé lo más rápido que pude.
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Kristen
Llegué a casa a eso de las diez de la noche, tenía hambre, pero nada de ganas de cocinar. Mi cansancio ganó la batalla, por lo que me metí a la ducha para luego irme a dormir.
No pretendía herir la susceptibilidad de Derek, pero quería que todo quedara claro entre nosotros, aunque se separara de mi hermana, la realidad era que él fue mi cuñado por diez años, yo no podía pasarlo por alto. Pero no podía negar que la imagen de su rostro decepcionado todavía me perseguía.
Siguiendo un tonto impulso salí de bañarme y tomé mi móvil que había quedado sobre mi cama y lo llamé. Solo sonó una vez y él atendió.
— ¿Sí?
— Lo siento, no quería ser brusca — declaré sin más.
— ¿Kristen?
— Sí.
— Lo siento, me sorprendiste y no tenía registrado tu número, ya sabes cómo era todo con Karen...
Dejó las palabras en suspenso y yo entendí que mi hermana controlaba su vida de una manera más intensa de la que yo imaginaba.
— No te preocupes, solo deseaba disculparme.
— No es necesario, siempre he tenido clara tu postura con respecto a este asunto, y entiendo que te hayas visto obligada a hablarme por la influencia de la familia.
— No son así las cosas, Derek. Yo creo que disfrutaría trabajar contigo, es solo que me asusta pensar qué pasaría si... ya sabes, si Karen cambia de opinión.
— Ella y yo ya yo volveremos, te lo dije cuando nos encontramos en la tormenta, que pensaba dejarla. No lo hice de inmediato porque me lo pediste, pero ya ves que a ella tampoco le hacía feliz esta relación.
Era cierto, pero no dejaba de pensar que tal vez todo podría volver a malograrse.
— Bueno... solo era eso.
— Entonces... quizá en unos meses, cuando todo se calme, podremos volver a hablar de esto.
— Sí, eso supongo.
— Ya que no necesitas trabajo ya mismo, podrías esperarme, ¿no crees? — No respondí. — ¿Te estoy pidiendo demasiado?
— No, es solo que... no quiero generarte expectativas. Tal vez hice mal en llamar.
— No, no digas eso, ahora que tengo tu número, no dudes que también te hablaré.
¿Quería yo que me hablara? Claro que quería, si no, no estaría haciendo la estupidez adolescente de llamarlo a las once de la noche.
— Está bien, yo esperaré.
— ¿Y puedo llamarte?
— Llámame cuando quieras.
— Eso, sonó bien.
Me reí ante su comentario.
— Ya debo dormir, mañana tengo consulta en la mañana.
— Bien, entonces nos vemos.
— Adiós.
— Adiós.
Colgué sin ganas de dejar de oír su voz grave y cálida, pero no podía lanzarme hacia él cuando no hacía ni una semana que había terminado con mi hermana. Debía ser prudente y mantener las distancias. Después de todo, prácticamente ni nos conocíamos, solo sentíamos atracción y teníamos un montón de supuestos de lo que habría podido ser, nada más. Eso realmente no era mucho.