Víctor Manuel estaba sentado en la sala con su mejor amigo y compadre, el padrino de María Antonieta de las Nieves. Estaban viendo el partido de béisbol entre Los Canarios y Los Loros de Turmero, iban en el extra inning y Los Loros estaban ganando. Carlos Enrique Antonio no hacía más que jactarse de la victoria ante su compadre que iba por Los Canarios. Juan Manuel entró a la sala y saludó a Carlos, para luego unirse a él en contra de Víctor Manuel.
Cuando Los Canarios anotaron una carrera, el padre de Juan Manuel pegó un brinco y comenzó a burlarse de su compadre, y en ese momento Ángela de Jesús los llamó para que se sentaran a la mesa. Justo en el momento que Víctor Manuel comenzó a protestar para esperar al ganador del partido, los gritos de su esposa no se hicieron esperar, así que cabizbajos y protestando por lo bajo, los tres hombres se dirigieron al comedor. Allí estaba María Antonieta de las Nieves terminando de colocar la comida en la mesa, Víctor Manuel le dio un beso en la mejilla y se sentó al igual que el resto de la familia. No tardó mucho en que Ángela de Jesús diera la noticia más reciente.
—Sabes que la señora Zoraida se va a casar el próximo mes.
—Me alegro por ella, ha estado sola demasiados años desde que murió mi compadre José Antonio –dijo Carlos.
—Se puede decir que ira virgen otra vez al matrimonio –dijo Juan Manuel en tono jocoso.
—¡Ya te he dicho que respetes a las mujeres! –gritó furioso su padre.
—Excepto en la cama, ¿no es verdad Carlos? –preguntó Juan Manuel.
—A mí no me incluyas en tus peleas, sé hombre y enfréntate solo a tu padre –respondió Carlos.
—¡Ya basta! –se quejó Ángela de Jesús–. Son increíbles, no pierden tiempo para sudar a macho. Bueno, lo importante es que se va a casar con su suegro.
—Pero, si apenas han pasado cuatro meses desde que murió su esposa, y de cáncer –dijo María.
—Saben que ella estaba cuidando a su consuegra, y parece que hasta ponían música y bailaban en la casa, mientras ella dormía –dijo Ángela.
—¡Fin de mundo Ángela de Jesús! –dijo Juan Manuel.
—Respeta a tu madre –dijo Víctor.
—Eres de lo peor –dijo María.
—A poco eso es peor que si te casas con un hombre 40 años mayor que tú –reclamó Juan Manuel a su hermana que palideció ante esas palabras.
—Ah, comparado a tu adinerado amigo Conrado que no salía del closet para que no lo desheredaran, eso si no es nada –dijo Ángela furiosa.
—Cada quién hace con su culo lo que quiere –protestó Juan Manuel–, además él no le estaba soplando el bistec a nadie.
—Respeta a tu madre Juan Manuel, ya llevas dos –dijo Víctor Manuel.
—Bueno papá, si mi hermana te presentara a su novio, un vejuco en pañales, ¿qué le dirías? –preguntó Juan Manuel.
La pobre María Antonieta ya estaba traslúcida, la sangre había desaparecido de sus venas, y apenas tenía fuerzas para levantarse y degollar a su hermano. Los ojos de Víctor Manuel se exorbitaron y se llenaron de rabia, y cuando iba a saltar de la silla para darle la paliza de su vida a su hijo, su esposa le puso la mano en su hombro y lo tranquilizó. Juan Manuel ya se había levantado de su silla, y tenía en sus manos el plato de comida, estaba listo para desaparecer como alma que lleva el diablo. Su madre con voz firme lo invitó a sentarse, vio a su esposo y le preguntó:
—¿Qué pensarías si nuestra hija nos dijera que se va a casar con un hombre 20 años más viejo que ella?
—La metería en un convento –respondió Víctor Manuel.
—El amor no tiene edad –dijo Carlos.
—Justo lo dice el hombre que se ha divorciado tres veces para seguir de picaflor –dijo Víctor Manuel.
—Bueno, aún no encuentra la flor que le corte el pico cuando lo meta –dijo Juan Manuel riendo.
Víctor Manuel golpeó la mesa con las palmas de sus manos, y el joven de 19 años saltó de la silla, tomó su plato y otro trozo de pan, y corrió por su vida hasta su habitación.
—Es increíble que no respete a su madre –dijo Víctor–, espera a que venga a pedir dinero para salir el fin de semana.
—Yo hablaré con él –dijo Carlos limpiándose la boca con la servilleta.
Se levantó de la silla y fue a la habitación de Juan Manuel. El resto de la familia continuó en la mesa tratando de comer. Al poco tiempo, Víctor Manuel miró fijamente a María Antonieta y le preguntó:
—Hija, ¿Tienes un novio del que no sepa nada?
—Con lo chismosos que son tus amigos, ya te hubieras enterado –dijo Ángela.
—Entonces, ¿cuál es la insistencia de decir que mi hija está de novia con un hombre mayor?
—Tu hijo lo hizo por molestarte. Lo que nadie entiende es porqué eres tan cerrado a esa posibilidad, nuestra hija pueda enamorarse de un hombre mayor si es lo que su corazón le dicta.