El novio de mi marido

Capítulo 5: 

Hay cosas que una mujer no está preparada para descubrir antes de su primera taza de café:

Que su marido tenga que compartirlo con un hombre.

Que su hija quiere cambiarle el nombre al gato por el nombre del novio de tu marido.

Que ha mentido tanto en los últimos días para mantener las apariencias que ya no sabe si dijo la verdad alguna vez.

—¿Mami, Rodrigo se va a mudar con su amigo Marlon Gandy? —preguntó mi hija de siete años mientras comía cereales en forma de dinosaurios y dibujaba una casa con dos hombres y un perro llamado Chakra.

—No, mi amor. Solo están... colaborando en un proyecto. Como Batman y Robin —dije, mientras pensaba que, si alguien era Robin, definitivamente no era Rodrigo.

Rodrigo estaba actuando raro otra vez. No raro sospechoso. Raro tipo compró una planta sin que yo se lo pidiera y ahora la riega con música clásica de fondo. Además, apareció en casa con una camiseta entallada color mostaza.

Mostaza.

Ese no es un color. Es una advertencia.

—¿Desde cuándo usás ropa slim fit? —pregunté, tratando de no sonar como una esposa neurótica que acaba de googlear “síntomas de la crisis de los 40”.

—Marlon Gandy dice que estiliza mi postura —respondió con una sonrisa.

Lo dijo así. Estiliza mi postura. Yo estuve a punto de atragantarme con una galletita de avena.

Como buena mujer moderna (y medio desesperada), decidí que la única manera de entender qué demonios estaba pasando era infiltrarme oficialmente en el “proyecto”.

Así que me presenté al gimnasio boutique de Marlon Gandy con una sonrisa que parecía sincera si entrecerrabas los ojos y te tapabas un oído.

—¡Hola! Soy la esposa de Rodrigo. Quiero sumarme a las clases de yoga-pesas-energía cósmica.

La recepcionista (una modelo reciclada de catálogo de muebles escandinavos) me miró con simpatía.

—¡Bienvenida! Hoy tenemos sesión con cuencos tibetanos y elasticidad emocional.

¿Elasticidad emocional? Yo apenas podía estirarme para atarme los cordones sin renegar de mi existencia.

Me puse unos leggings que me hacían parecer una morcilla atómica y una camiseta con el logo de una panadería. Namasté, ¿verdad?

Marlon Gandy dirigía la clase como si estuviera predicando en una iglesia de paz, sudor y bíceps.
Rodrigo estaba en la esquina intentando hacer una postura que yo sólo había visto en documentales sobre insectos peligrosos.

—Respiren —dijo Marlon Gandy con voz de terciopelo espiritual—. Exhalen lo que ya no les sirve.

Yo exhalé matrimonio, sospechas, y un poco de resentimiento. No sentí paz, pero sí un tirón en la ingle izquierda.

Al final de la clase, Marlon Gandy se me acercó. Me ofreció agua con pepino.

—Tienes una energía muy... contenida —dijo.

—Es probable. Me crié en un ambiente católico y con mucha represión emocional —respondí, aunque en realidad lo que tenía contenido era un grito interno de ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO CON MI MARIDO?

Él sonrió. Y por un segundo, me sentí idiota. Porque en lugar de un villano de película barata, Marlon Gandy parecía genuino. Amable. Casi... agradable.

¿Y si de verdad no pasaba nada?

¿Y si el problema no era Rodrigo, ni Marlon Gandy, ni el yoga... sino yo, y mi absoluta incapacidad para confiar en algo que no pudiera controlar?

Claro que esa reflexión no duró mucho.

Porque esa misma noche, encontré un ticket de compra en el bolsillo de la camisa nueva de Rodrigo.

Un spa.
Para dos personas.
Con masaje con piedras calientes.

Y no era mi cumpleaños.

Así que ahora sí: me toca plan. Pero de verdad. Porque esta vez no pienso quedarme esperando a que la historia se desenrede sola.
Si hay que espiar, infiltrar, seducir o colapsar emocionalmente en público…
lo haré. Con delineador a prueba de llanto y una lista de preguntas que merecen respuesta.

—continuará—



#5238 en Novela romántica
#2023 en Otros
#557 en Humor

En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 14.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.