Alaia
Odié mi primer día en la secundaria, las chicas no dejaron de molestarme al enterarse que mis padres se habían divorciado.
Los chicos directamente me ignoraban, yo me la pasaba llorando pues todavía me sentía lastimada por todo lo que pasó.
Recién un mes después de empezadas las clases pude salir con Lucero. Fuimos a un parque acuático. Nos divertimos nadando y bajando por los toboganes de agua a los que teníamos edad para subir.
Cuando ya anochecía ella dijo que nos subiéramos a la montaña rusa que había en el parque, corrimos hacia la fila pero ella se detuvo en una tienda.
—¿Qué sucede Lucero?
—Un minuto, ve a la fila, ahorita voy contigo.
—Bien —le dije continuando corriendo a hacer la fila.
Era enormemente alta, al menos veinte metros. Unos fuegos artificiales explotaban en el cielo al estar por empezar el aniversario de la fundación de nuestro país.
—¿Qué compraste? —le pregunté cuándo ella llegó.
—Es una sorpresa —me respondió con una sonrisa.
Tomó un rato que la fila acabara y al subir ella espero a que llegáramos hasta arriba para mostrarme lo que había comprado.
Cuando lo sacó me sorprendió. Era unos collares que tenían como dije central una estrella sonriente se puso un y luego me dijo.
—Alaia, cuando te sientas sola recuerda que eres la alegría que me permite brillar y yo soy la luz que busca alimentar tu sonrisa. —Se acercó a mi poniéndome el otro collar, ella era mucho más que una amiga para mi, ella era mi mejor amiga, ella era mi hermana de otra sangre.
Los siguientes años pasaron de igual manera, nos hablamos por teléfono regularmente, ella tenía wifi en su casa pero yo no, por lo cuál eso limitaba que tan seguido podíamos hacernos video llamadas, pero aunque fuera solo por mensajes, saber que ella estaba ahí para mi era suficiente.
Pero a cuándo teníamos 14 años me contó una noticia que lo cambió todo.
—¿Te gusta un chico? —pregunté esperando no haber escuchado bien.
—Si, se llama Alan es súper lindo, mira aquí tengo una foto te la mandaré —me dijo desde el otro lado de la pantalla, ni siquiera me molesté en revisar la imagen que me había mandado.
—¿Y se te declaró? —ella suspiro antes de responderme.
—Creo que ni siquiera sabe que existo. —eso me dejó en shock.
Lucero siempre había sido muy extrovertida, a diferencia de mi que me había vuelto muy cerrada desde el divorcio de mis padres. Se me hacía imposible que alguien no la notara.
Hasta la noche no descargue la imagen que Lucero me había mandado, por alguna razón me había hecho sentir mal que le gustara alguien. Pero al descargar la imagen vi a un joven chico de entre 14 y 15 años, cabello castaño con el uniforme del colegio al que Lucero iba. No era un supermodelo, pero feo sin duda no era.
Lucero lo invitó a su fiesta de quince, una oportunidad de ella para intentar acercarse a él, y para presentármelo pero eso no pasó, el se enfermó y no pudo asistir.
Aún así, ella progresó, aunque le tomó meses recobrar el valor para acercarse a él, finalmente solo un mes antes de su cumpleaños dieciséis, me llegó un mensaje que suponía inevitable.
“Se me declaró hoy”, “ya somos novios” me escribió.
Mi mejor amiga, de solo 15 años era novia de ese chico lindo y por alguna razón sentía que ardía en enojo y no entendía por qué.
Observé una foto de Lucero mientras con una mano sujetaba el colar que ella me había regalado. ¿Tal vez era envidia de que ella consiguiera novio mientras yo podía contar con los dedos de mis manos a mis amigos?
No tenía sentido para mi ¿por qué se me hacía tan difícil estar contenta por mi amiga?