Lucero
No por pensar escapar significaba que desperdiciaría mi tiempo antes de la huida. Mientras reunía la lista de documentos importantes que Alaia me había indicado que necesitábamos. Dediqué parte de mi tiempo para mi examen de universidad, que sabía que mis padres me matarían si no lo hacía, lo pasé con nota mínima.
Odiaba no ser mayor de edad aún, pero al menos no estaba sola, eso me daba el ánimo para hacer lo necesario. Observé varias opciones de empleo en las cercanías a la universidad, en ninguna pagaban mucho, con suerte un salario mínimo. Si pensara vivir sola sería demencial creer que con eso me alcanzaría, pero según me habían explicado Alaia y Alan, los gastos se amortiguaban un poco al vivir en grupos. Y algunos compañeros de la universidad lo habían corroborado.
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Alan
Observé lo que había frente a mí, había comprado dos maletas para guardar mis cosas, eran de segunda mano para no gastar demasiado.
Faltaba recién pasado mañana sería mi cumpleaños, pero ya había empacado todo lo que pensaba llevarme. No pensaba quedarme acá un minuto más del que estuviera obligado.
Iba a ir a casa de Alaia, la idea era que nos quedáramos con su madre en lo que encontrábamos trabajo y ahorrábamos un poco más de dinero. Después de todo, hasta que no tuviéramos algún título, iba a ser indispensable que los 3 trabajáramos para poder sobrevivir.
Mis padres ni siquiera me hablaron durante ese día, había tomado una carrera técnica, pues eso permitiría un mejor trabajo de lo que podíamos conseguir solo con nuestros títulos de bachiller, y un título técnico tomaba menos tiempo que uno universitario, y me permitiría pagar uno en el futuro.
Finalmente llegó el día de mi cumpleaños, no hubo nada que me dijeran, ni siquiera me respondieron cuándo salí con mis cosas aquella mañana, aunque mi hermana menor, en la madrugada se había escabullido a mi cuarto para despedirse, sabiendo que mis padres no se lo permitirían cuándo despertaran. Llegue tras media hora, su madre me abrió.
—Buenos días señora Maldonado —saludé.
—Buenos días Alan, Alaia ya te estaba esperando, espero no te moleste compartir habitación con ella —explicó mientras me dejaba pasar.
—Tranquila, es más que suficiente —expresé intentando ser cortes.
—Alan —escuché a Alaia sorprendida, se encontraba con un pijama simple, estaba en la mesa recién desayunando por lo que pude notar, si no fuera sábado seguramente ella ya estaría trabajando—. ¡Ma! ¡Pudiste haberme avisado…! —me gritó furiosa y avergonzada.
—Piensas dormir con él desde esta noche y luego mudarte con él, verá tu pijama igual —dijo la madre de Alaia—. Ahora, iré a dormir pues me toca turno nocturno en la farmacia. Si no desayunaste puedes servirte lo que haya.
—Gracias se…
—Y no me hables de usted, no estoy acostumbrado a eso. —añadió mientras cerraba la puerta de su habitación.
—Tú madre es muy comprensiva… —mencioné sentándome frente a a Alaia.
—Solo a veces, no quieres conocerla enojada —contó.