El Novio Perfecto

Capitulo XIV: La Calma Antes De La Tormenta

La cita de la noche anterior con Aaron había sido un sueño, todo parecía encajar perfecto en mi vida creo que nunca había pensado esto pero ojalá el verano no llegue ¡NUNCA! Este año resultó ser los mejores de mi vida adolescente, mi hermana lejos, mamá se había encontrado un novio nuevo y pasaba tiempo lejos en Europa, papá estaba ocupado con trabajo y nunca venía a casa así que me compensava con lindos regalos y un crédito de más de tres cifras en mi tarjeta ¿Qué más puede pedir una chica de 16 años? Al fin Teenage Dream de Katy Perry tenía sentido.

Ahora solo faltaba conseguir la candidatura y la corona, me había desviado un poco del plan inicial pero era momento de ponerse manos a la obra ya que sin previo aviso la bruja de Jessica había llenado la escuela con su rostro lleno de pecas, este día nos lo habíamos tomado con las porristas para hacer campaña.

— Gracias por sacarme de francés, no entiendo absolutamente nada. — Dijo Samanta mientras ponía un cartel en un casillero.

— No me agradezca tenemos que trabajar, además yo me salte de Gimnasia porque ni loca pienso suburbia cuerda. — Comenté mientras tomaba con cuidado uno de los carteles que había diseñado Apple.

— No entiendo el propósito de hacer carteles, pudimos contratar a alguien que lo diseñará en Photoshop y solo imprimirlo. — Zoe estaba bastante desesperada y era porque quería oír todos los detalles de mi cita con Aaron.

— Porque así me veo como una chica adorable que tiene la dedicación para hacer sus propios carteles. — Puse un cartel de reina del baile y otro para presidente del consejo.

— ¿Es cierto que el equipo de rugby está molesto con nosotros? —  Pregunto Apple con sus grandes ojos verdes y yo solo rodeé los ojos.

— Da igual lo que los de rugby y de fútbol piensen, son una pequeña cantidad de votos comparados con los demás de la escuela, nadie va a ganarme. — Puse mis manos en mi cadera y las mire con una sonrisa ganadora.

— Excepto la peolo zanahoria. — Samanta señaló detrás de mí y voltee a ver un gran cartel de "Jessica para reina del baile"

— ¡Oh vamos! Soy Julieta Evans, nadie puede ganarme, ganaría esa corona aún con ropa de vagabundo y con maquillaje de payaso, una cualquiera no va a tomar lo que es mío. — No importaba que tan grande fuera a arruinarme el día.

— Estás particularmente contenta está mañana, puedo imaginarme porque. — Zoe me lanzó una mirada cómplice y mis mejillas empezaron a arder.

— No olvides que hoy iremos con el club de ciencia y ajedrez para charlar con ellos sobre tu campaña presidencial. — Apple apretó sus panfletos a su pecho y me acerque con dulzura.

— Tranquila manzanita, todos en la escuela están incluidos en mi plan, incluso los nerds. — Le di una pequeña palmadita en su cabeza, era mucho más alta que ella.

— No creo que a los nerds les guste que los llamen así. — Una voz chillona apareció y tal vez subestime mi buen humor.

— ¡Jessica! Querida ¿Cómo va tu día? — Voltee con la sonrisa más falsa que pudo enseñarme mi madre.

— ¿Querida? ¿Que paso con los insultos? — Pregunto confundida, atrás de ella estaban un par de bobos del equipo de fútbol junto con Beckett.

— Según mi madre no es bueno enojarse tanto, causa arrugas. — Hice un puchero y Jessica solo me miraba molesta.

— Como sea, quítate necesitamos poner carteles. — Hizo un gesto con la mano para que apartara.

— No importa cuánto cartel pongas en la escuela, Jules va a ganar. — Contesto Samanta con una sonrisa sarcástica.

— No cantes victoria antes de ganar, nunca sabes que puede pasar. — Jessica sonaba bastante segura de sus palabras.

— Chicas, chicas, no hay que pelear, hay suficiente espacia para todas. — Beckett se interpuso entre nosotros e inmediatamente sentí su horrible colonia en mi nariz.

— Será mejor que nos vayamos. — Dije con asco y me aparté con las demás chicas.

— TE VOY A GANAR JULIETA. — Grito Jessica del otro lado del pasillo, voltee y le saque mi dedo del enmedio.

Los carteles se había dividido entre los de reina del baile y presidente de la escuela, estábamos agotadas y tal vez llevar tacones para caminar por toda la escuela no habían sido mi mejor idea en mucho tiempo, habíamos llegado a la cafetería en la hora del almuerzo y nos sentamos.

— Ya no siento los pies. — Comento Apple sin aliento, tomo su mochila y lo uso como almohada para poner su cabeza sobre la mesa.

— Creí que era la única. — Zoe bostezo agotada.

— Creí que no te encontraría y seguirías por los pasillos. — Aaron apareció con una bandeja de comida y la puso frente a mí.

— ¡Hola! — Exclamé con una gran sonrisa.

— Creí que jamás me cansaría de ver tu bonito rostro pero todos esos carteles me demostraron lo contrario. — Bromeo mientras se sentaba a mi lado.

— Y solo son la mitad. — Samanta mostró la bolsa llena de aún más carteles que poner por toda la escuela.

— ¿Por qué tantos? Toda la escuela te conoce y además no creo que pierdas la corona. — Contesto dulcemente y tome su mano.

— No puedo asegurar que voy a ganar además tengo a Jessica como mi contrincante. — Sone disgustada mientras la veía entregar panfletos en la cafetería junto con Lucy.

— Ni te preocupes, en estos momentos toda la escuela lo detesta ¿Oyeron lo que pasó con Leah está mañana? — Cuestionó Mark mientras ponía su mochila en la mesa.

— ¿Leah? ¿Que puede pasar con ella si es la chica más dulce del lugar? — Pregunté con curiosidad.

Leah era la presidente del club de cocina y era una ternura, siempre le daba pasteles de cumpleaños a los chicos que no tenían amigos y a los maestros, la chica siempre era amable con todos y estaba dispuesta ayudarte, además con su familia tenían un refugio de animales dónde Leah trabajaba, era como una princesa salida de Disney, hacerle algo a ella es como pegarle en el hozico a un cachorrito, un acto deshumano.

— Jess y Lucy se la encontraron esta mañana en su clase de biología, estaba sentada en sus asientos y las dos locas empezaron a insultarla solo porque no quería moverse de ahí, la pobre Leah estaba en esos asientos porque sus lentes de contacto no servían pero eso a ellas no les importo y hasta la hicieron llorar. — Contaba Mark como una historia épica.




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