El Nuevo Amor De La Humanidad (escrito En Las Estrellas)

Volver a Lo Analógico:

📡 Capítulo 4: Volver a lo Analógico

Una semana había transcurrido desde el milagro del parto. La cabaña, antes escenario de dolor y éxtasis, olía ahora a leche tibia y a la promesa de un futuro. Elián dormía, perfecto, un ancla de paz en un mundo en guerra. Zeta se sentía feliz, pero la urgencia impuesta por Marx lo consumía. No había podido hablar con Aitor, y esa demora lo carcomía.

Dejó a Masha durmiendo una siesta y se dirigió a la radio de la comunidad. Encontró a Aitor revisando sus equipos de transmisión.

—Necesito que caminemos —dijo Zeta, sin preámbulos.

Aitor captó la seriedad en su voz. Asintió, desconectó la radio y ambos se dirigieron a la casa de Aitor. Allí, Eunice, con la tranquilidad de quien lee las estrellas, les preparó un espeso té de hierbas.

Se sentaron en la sala, y Zeta agachó la cabeza, extendiendo los brazos sobre sus rodillas y cruzando las manos, una postura de profunda angustia.

—Vamos, Zeta —dijo Aitor, con una calma reconfortante—, sabes que puedes contar conmigo. Estamos juntos en esto.

—Me encontré con Marx —dijo Zeta, levantando la vista. La luz de la tarde se reflejó en sus ojos, haciéndolos lucir duros—. Nos buscan. Por desertores. Temo por Masha, por Elián... y por mí. Borrar mi memoria sería peor que morir.

—Tranquilo —respondió Aitor—. Aquí estamos protegidos de la tecnología de rastreo gruesa. No te alteres.

—Lo sé. Pero me dijo que están enviando drones espías, totalmente imperceptibles, a nuestro espacio. No buscan solo localizarnos; están recolectando datos sobre comunidades autosuficientes. Están aprendiendo a romper nuestra paz.

Zeta se inclinó hacia adelante, la súplica en su voz era desesperada. —Amigo, dime, ¿cómo podríamos aislarnos aún más de lo tecnológico? Necesitamos ser fantasmas para ellos. Necesitamos ser analógicos.

Aitor tomó un sorbo de té, pensativo.

—Por la radio de la comunidad vecina me informaron de algo crucial: cerraron estrechos clave. Los volcanes submarinos están causando tsunamis, arrasando con poblaciones enteras y forzando migraciones. El caos natural está haciendo el trabajo sucio de las Smart Cities.

—Eso significa que el mundo exterior es más inestable que nunca —dijo Zeta, su voz grave—. Y ellos lo usarán para acorralarnos.

—Y así lo haremos, Zeta —respondió Aitor, con una chispa de desafío en la mirada—. La radio analógica es nuestra salvación, pero necesitamos más. Necesito investigar las viejas frecuencias, los puntos ciegos. Tú no te alteres. Lo que sepa, te lo diré de inmediato.

Se abrazaron con la firmeza de una promesa. Zeta regresó a su hogar, la ansiedad cediendo paso a la determinación.

Apenas abrió la puerta, Masha le hizo señas para que no hiciera ruido. El olor a lavanda y a bebé recién bañado llenó el aire. Él se acercó y le besó la frente. Ella lo abrazó con una urgencia que no pudo ocultar.

—Estaba pensando en tu demora —susurró Masha—. Elián acaba de comer y dormirse.

Zeta sonrió, y ambos fueron a la sala, no sin antes ir a la habitación y darle un beso a su hijo, quien dormía profundamente. Masha conocía a Zeta. Sabía que algo lo estaba angustiando. Él nunca le había ocultado nada, y no lo haría ahora. Le contó su charla con Marx y las nuevas amenazas de los drones.

Masha llevó sus manos a la boca. Sintió miedo, un miedo primario, como hacía mucho tiempo no lo sentía. Miró a Zeta, sus ojos grises llenos de una fuerza inquebrantable.

—¿Qué haremos, amor? —le preguntó.

Zeta la abrazó y la calmó. Le explicó lo que había hablado con Aitor, la necesidad de volverse invisibles. Masha suspiró y se acurrucó en su pecho.

—Sabes que no podría estar sin ti ni un segundo en esta tierra. Zeta, tú y Elián son todo para mí, shhh. Nada va a pasarnos. Siempre estaremos juntos.

—¿Y por qué no los cuatro? —bromeó Zeta, aligerando el peso.

Masha sonrió, la tensión disminuyendo levemente. —Por lo menos, esperemos a que Elián sea más grande y camine. Así podrá ayudarnos a escapar.

Zeta la tomó por la cintura. Ya era tarde, y mañana debían organizar con Aitor cómo luchar por su futuro. Fueron a descansar, unidos por el miedo y la inmensa promesa que dormía en la habitación contigua.




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