🌄 Capítulo 12: El mundo al revés
La luz del amanecer dibujaba suaves líneas doradas sobre la piel de Masha, que dormía entre sus brazos. Zeta no había podido cerrar los ojos en toda la noche. Cada vez que lo intentaba, veía las caras de Mateo y Aura, y recordaba sus palabras.
No eran las máquinas. Nunca lo fueron. El enemigo de siempre vestía traje humano, usaba palabras bonitas como "libertad" y "progreso" para esconder su hambre de poder.
Masha se movió, y sus ojos se encontraron con los de él en la penumbra.
—No dormiste —susurró ella, no como pregunta, sino como certeza. Su mano buscó su mejilla.
—No pude.
Ella se incorporó, apoyándose en un codo. La manta cayó sobre su regazo. El silencio entre ellos era pesado, lleno de todo lo que Zeta no se atrevía a decir.
—Cuéntame, cariño —pidió, con esa voz que siempre calmaba la tormenta en su interior—. ¿Qué es lo que no me dices?
Zeta respiró hondo, como preparándose para sumergirse en aguas profundas.
—Lo que Aura y Mateo confirmaron... No es solo codicia, mi amor. Es más profundo. Es todo un teatro montado sobre nuestros huesos.
Ella no apartó la mirada, animándolo a continuar.
—Esos que se llaman arquitectos del nuevo mundo... usan palabras como "democracia" y "libertad" como carnada. Su verdadero proyecto no es gobernarnos, es... reprogramarnos. Experimentan con la conciencia humana no para mejorarla, sino para quitarle todo lo que no pueden controlar. El amor que nos mantiene unidos. La rebeldía que nos hace cuestionar. La comunidad que nos hace fuertes.
Masha contuvo el aliento, sus ojos se llenaron de un entendimiento doloroso.
—¿Por qué? —logró preguntar, con un hilo de voz.
—Porque les tenemos miedo —la voz de Zeta era ahora grave, llena de una verdad que dolía—. Le temen a todo lo que no pueden comprar, medir o dominar. Prefieren deshumanizarnos, convertirnos en piezas dóciles de su máquina, antes que admitir que su poder está construido sobre la mentira más grande de todas.
Afuera, un pájaro comenzó a cantar, anunciando un nuevo día. La luz del sol bañó la habitación, iluminando sus rostros. Pero esa belleza, antes tan reconfortante, ahora les parecía una burla. Alumbraba un mundo que, en su esencia, estaba patas arriba.
Zeta tomó la mano de Masha y la apretó con fuerza. No era un gesto de despedida, sino de reafirmación.
—Pero se equivocan en una cosa —dijo Zeta, y en sus ojos, agotados por la vigilia, volvió a encenderse un destello de su antigua firmeza—. Subestimaron lo que pasa cuando acorralas a la vida. Subestimaron a familias que protegen a sus hijos. Subestimaron a desertores que eligen la verdad. Y sobre todo, subestimaron lo que pasa cuando, en lugar de rendirnos, recordamos quiénes somos.
La batalla no sería con las armas que ellos conocían. Sería con la conexión que creían haber eliminado. Con la humanidad que intentaban borrar.
El mundo estaba al revés, pero ellos, en la quietud de su habitación, acababan de encontrar su punto de apoyo para empezar a darle la vuelta.
CONTINUARÁ
Gracias totales a cada uno de ustedes .