El Nuevo Amor De La Humanidad (los Últimos Humanos Puros)

La Señal :

Capítulo 7: La señal
El cielo estaba espeso, cubierto por una neblina tan densa que se sentía el peso en el aire. Pero arriba, la luna llena brillaba con una luz lechosa, rompiendo el velo de la niebla en finos haces de luz. Mientras Mateo dormía profundamente en su cama, Aura se levantó. El silencio de la noche, lejos de asustarla, la llamaba. Salió a caminar, sin rumbo, dejando que sus pies la guiaran por los senderos del bosque. El frío de la noche, que sus sensores detectaban con una precisión dolorosa, la hizo temblar, mientras el viento movía su cabello.
De repente, su pie tropezó con algo. Cayó al suelo, y cuando levantó la cabeza, vio una figura tirada en el suelo, oculta en la niebla. Con una sensación de alarma que se aceleró por su cuerpo, se acercó con cuidado. La figura era un hombre. Estaba inmóvil, casi deshidratado, y de su brazo sangraba una cortada profunda. Era Kael.
Sin dudarlo, Aura se levantó y corrió hacia Mateo. Lo despertó con urgencia.
—Encontré a Kael —le susurró, su voz apenas audible.
Mateo se levantó de un salto. Al salir a la noche helada, el frío sí le caló los huesos, y de su boca salía vapor con cada respiración. Su corazón latía a mil.
—¿Cómo lo sabes? ¿Qué pasó?
—Está herido —respondió Aura, sintiendo el pánico—. Tiene barro de las viejas alcantarillas y una cortada profunda en el brazo. Algo terrible debe haber pasado en la Smart City. Si llegó hasta aquí sin Vera, es que escapaba de algo.
Mateo la miró, comprendiendo la gravedad de la situación. Juntos, corrieron de vuelta hacia donde estaba Kael. Con cuidado, lo levantaron y lo llevaron hasta la casa de Aura, donde lo recostaron en su cama. Mateo cortó un pedazo de su camisa para presionar la herida y detener la sangre. Aura le indicó con firmeza:
—No te muevas de su lado. Voy a buscar a Zeta.
En pocos minutos, Zeta llegó. Su paso era seguro, medido, y su mirada calculaba cada detalle de la herida. Con manos firmes y precisión quirúrgica, limpió el corte, desinfectó la zona y comenzó a coser con cuidado.
—Respira hondo, Kael —dijo Zeta con voz tranquila—. Todo va a salir bien.
El silencio de la habitación solo se interrumpía por el crepitar de la chimenea y el sonido de la aguja atravesando la piel. Mateo permanecía junto a la cama, tomando la mano de Kael con cuidado, mientras Aura observaba desde un costado, lista para cualquier cosa que necesitara.
—Listo —dijo finalmente Zeta, retirando la aguja y limpiando la herida con un paño húmedo—. Se mantendrá estable hasta que recupere fuerzas. Necesita descansar.
—Así está mejor —comentó Zeta, observando cómo Kael podía descansar plenamente—. Aquí estará seguro mientras recupere fuerzas.
La chimenea seguía crepitando, llenando la habitación con un calor reconfortante. El frío exterior parecía no poder penetrar aquel pequeño refugio.
—Gracias… gracias a los dos —susurró Kael, con voz débil—. Creí que lo había perdido.
—Lo importante es que estás aquí —respondió Aura—. Y así seguirá, mientras podamos protegerte.
Zeta miró por la ventana hacia la neblina que envolvía el bosque. La calma era solo temporal. Sabía que la guerra no había terminado; que cada acción, cada decisión, podía cambiar el destino de todos. Pero por ahora, Kael estaba vivo, cuidado y a salvo, y la señal había sido clara: la resistencia seguía más fuerte que nunca.




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