— No sabes en dónde está Sol. — Reafirmé con incredulidad.
Einar no me respondió, se limitó a apretar los labios con fuerza y a mirarme temeroso.
Los pájaros cantan a nuestro alrededor mientras retomo el paso y desciendo de la colina en la cual pasamos toda la noche. Einar corre detrás de mí con rapidez.
— Ya te lo había dicho, intentó hacerme entrar en razón hasta que se hartó y se fue. No sé en dónde está.
Salté por encima de un tronco caído y continué descendiendo.
— Bueno, vas a tener que ingeniártelas y encontrarlo.
— ¿Por qué?
— ¡Porque alguien va a tener que enseñarme! — Me detuve y me di la vuelta, él se detuvo al instante antes de chocar conmigo. — Muchas cosas dependen de mí. Ahora mismo soy otra de las muchas marionetas de Muerte, y ya me dio órdenes, órdenes que no puedo cumplir si no sé usar mi divinidad. — Me acerqué a él y le señalé con el dedo. — Por si no te diste cuenta, soy un peligro andante. Estoy más tranquilo ahora que estamos juntos, pero sigo siéndolo, y no hay mucho que tú puedas enseñarme en realidad, acéptalo. Necesitamos a Sol.
Einar frunció el ceño y tomó mi mano, la alejó de su pecho. — ¿Por qué a Sol?
— Porque si veo a Luna una vez más, la despedazaré con mis propias manos.
— No creo que eso sea posible. — Me sonrió
Me di la vuelta y seguí caminando. — Encontraré la forma entonces.
— ¡No soy un rastreador! — Me alcanzó y avanzó a mi lado. — No sé cómo encontrarlo.
— ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
Guardó silencio entonces por varios segundos, suspiré sonoramente y sólo entonces respondió.
— No lo sé.
— ¿Enserio?
— No estaba muy pendiente del tiempo, ¿De acuerdo? — Me reprochó a su vez. — Era un Dios furibundo haciendo desastres porque creía que su novio había muerto por su culpa, no estaba pensando de forma racional. Sol intentó calmarme y hacerme entrar en razón varias veces, pero al final en algún punto se rindió y se fue. No sé en dónde está.
Me detuve al lado de un arbusto y obligué a Einar a detenerse a mi lado.
— Tenemos dos opciones entonces — Comencé. —. O aprendo a rastrear yo mismo de alguna manera o invoco a Tierra.
— Ninguna de las dos, vamos.
Intentó instarme a continuar camino, no me moví.
— Te estoy hablando enserio. — Tiré de su brazo hasta que volvió frente a mí. — Ahora mismo soy capaz de hacer cualquier cosa, mi divinidad no tiene límites y lo sé. O aprendo por mi cuenta, lo cual conlleva un riesgo, o invocamos a Tierra. No puedo pensar en otras opciones.
Él siguió sin inmutarse. — Vayamos hasta la ciudad más cercana antes de discutir nada, dame tiempo para pensar en algo más...
— Ya no queda más tiempo. — Apreté mi agarre en su brazo y le miré suplicante. — Estoy harto de correr, de tener miedo, de pensar constantemente en todo lo que se me avecina. Basta. Decidimos ahora mismo. O intentas guiarme y lo rastreo yo mismo, con todo el peligro que eso implica, o invoco a Tierra. Decide.
Einar me miró a los ojos, por su mirada sé que no está contento con ninguna de las opciones que le he ofrecido. Tiro de su brazo hacia mi pecho e intento instigarlo a darme una respuesta.
— Prefiero ir a la guerra antes que dejarte invocar a Tierra, nada bueno viene de él. — Sentenció, cerró sus ojos y suspiró. — No soy un rastreador, nunca lo he sido, pero he visto a Tierra rastreando varias veces en el pasado y creo que podría guiarte un poco para que puedas hacerlo tú mismo
Asentí con firmeza. — Bien. Comenzamos ahora mismo.
Comencé a caminar otra vez.
———
— Tengo que invocar a Tierra — Sentencié.
Mis ojos dejaron de brillar y me senté sobre la tierra húmeda otra vez. Una leve llovizna humedece mi cabello y ropa mientras Einar me mira a una distancia prudencial, debajo de un pino.
— No, no, sigue intentando. Esta vez estabas cerca, lo sé...
— Einar, no tengo un rastro que seguir — Gruñí revolviéndome el pelo. — He intentado por horas, y funciona, tienes razón, podría rastrear a Sol si hubiera pasado por aquí... Pero no lo hizo. — Me giré para observarlo. — No tengo su rastro, y parece que no puedo percibirlo estando tan lejos de cualquier lugar que él haya pisado. No percibo nada.
Apretó los labios y me observó con atención por varios segundos.
— Quizás si nos movemos, podríamos ir hacia las montañas donde lo encontramos...
— Sol estuvo ahí hace más de dos meses, su rastro allí ya no debe existir — Me puse de pie y alejé el pelo de mi rostro. — Podríamos ir al último lugar en donde tú lo viste, pero no lo recuerdas.
— ¡Ya te dije por qué! — Me replicó con frustración.
— ¡Ya lo sé! — Suspiré sonoramente y cerré los ojos mientras me pellizcaba la nariz. — Voy a invocar a Tierra, y eso es todo. Se acabó, no tenemos tiempo para esto.
— Es inútil. — Me respondió, le observé con confusión. — Desde que Sol y Luna fueron malditos y desaparecieron, ya no hubo nadie que controlara ni a Tierra ni a Agua. Agua fue más razonable, continuó al lado de Luz y Muerte y les obedeció a pesar de no estar obligada a hacerlo, pero Tierra...
Di un paso hacia él. — ¿Qué?¿Él qué?
— Tierra nunca se ocultó, sabemos siempre en dónde está, pero no hay absolutamente nada que lo ate a nosotros ahora. De todos los Dioses, él es el más difícil de encontrar, ¿No es así? Casi nadie le ha visto, jamás. ¿Por qué crees que es? — Levantó ambos brazos mientras hablaba. — A Tierra no le importa nada, hace lo que quiere y nadie puede doblegarlo. La única que se acerca a él es Agua, pero es receloso de ella incluso. Cada vez que Muerte y Luz quisieron doblegarlo, fue tiempo desperdiciado.
— Sí, pero...