Me agaché justo a tiempo para evitar una de las piedras de Sol, pero otra distinta me alcanzó en el medio de la espalda.
— ¡Ya basta!
Ignoró mi voz y continuó lanzándome más cosas.
— ¡Transpórtate!
— ¡No puedo!
Me lanzó una piedra del tamaño de mi puño. — ¡Sí puedes!
— ¡Qué no!
— ¡Deja de esquivar!
— ¡Deja de tirarme piedras! — Me lanzó un tronco del grosor de mi brazo. — ¡Maldita sea Sol, no soy una máquina!
— ¡Por supuesto que no! ¡Eres un Dios!
Me lanzó una piedra que dio directamente en mi hombro y me hizo tambalear.
— ¡Soy una pobre excusa de Dios, y lo sabes!
— ¡Cállate ya y transpórtate! — Me lanzó su último tronco. — ¡Maldita sea!
Me transporté justo a tiempo para evitar otra piedra del tamaño de mi puño, caí a su lado y tomé su brazo antes de que volviera a revolver en la pequeña pila a su lado.
Me sonrió en cuanto me vio, y levantó su mano libre en señal de paz. Lo solté luego de varios segundos de duda.
— ¿Ves que si podías? — Gruñí como respuesta y me senté de pleno en el suelo. — Pero todavía se te iluminan los ojos como un farol cada que lo haces, ¿Dejaste de hacerlo a consciencia?
— Sí.
— Entonces deberías seguir practicando, hasta que podamos descubrir cómo evitarlo.
— Había dejado de suceder hasta que comenzaste a lanzarme cosas — Señalé jugando con una ramita —, ¿No se te ocurrió que quizás sucede porque me estás presionando?
— Ya no recuerdo cuántas veces lo dijiste, y seguro tienes razón, pero el punto no es descubrir por qué, el punto es que lo controles y deje de pasarte.
— ¿Y cuál es el problema con que pase? — Suspiré desganado y rompí la ramita — Dijiste que hacerlo me hace mucho más poderoso.
— Sí, pero también más propenso a accidentes. Cuando cierras tus ojos, te concentras y desprendes esa luz dorada, estás directamente sacándole energía a tu aura. Eso te hace más poderoso, pero podría terminar mal si no lo controlas, así que tienes que aprender a hacerlo solo a consciencia.
Justo en ese momento, me incorporé en mi lugar al escuchar a alguien acercándose a nosotros. Puedo escuchar el latido de dos corazones, pero todavía no puedo verlos.
— Nasden y Einar están volviendo, ¿No es así? — Me preguntó con diversión.
— Eso creo… — Le respondí distraído.
Continué mirando a mi alrededor mientras intentaba divisarlos.
— Es demasiado extraño.
Detuve mis acciones y me volteé para observarlo.
— ¿Qué es extraño?
— Tú, y Einar — Tomó una piedra y comenzó a jugar con ella, evitando mi mirada. —. Ya pasaron tres meses, pero sigo sin acostumbrarme a verlo… Así.
Ya olvidé cuántas veces he escuchado lo mismo.
— Ya lo sé, pero vas a tener que acostumbrarte — Me puse de pie —, tú mismo impusiste la maldición sobre él, no lo olvides.
— Yo sólo apoyé a Luna — Lanzó la piedra lejos y volvió a mirarme el rostro —, vengarme nunca cruzó mi cabeza hasta que ella comenzó a maldecirlos, yo sólo la apoyé. Ni siquiera sabía cómo lo estaba haciendo o cuál era su propósito real más allá de que quería vengarse. Los detalles concretos me los dio después, cuando ya estaba hecho.
— ¿Por qué la apoyaste, entonces? Si ni siquiera sabías lo que estaba haciendo.
Ladeó su rostro confundido y me sonrió a medias, como si estuviera mirando a alguien extremadamente iluso.
— Porque la amaba, porque verla dolida me causaba dolor a mí, y quería aliviar el dolor por ella.
Fruncí el ceño. — ¿”amaba”?
La sonrisa que me dedicó entonces no le llegó a la mirada. — La persona a la que amo ya no existe. Estoy enamorado de la Luna que conocí cuando todavía estaba completo, la que estaba descubriendo el mundo y se maravillaba de todo lo que veía, la que cruzaba el cielo conmigo y nombraba las estrellas. Estoy enamorado de todos esos recuerdos, pero… La Luna que he llegado a conocer luego de despertar es alguien completamente diferente, una desconocida.
No supe qué responderle, así que guardé silencio y levanté mi brazo para poder apretar su hombro. No reaccionó a mi gesto por algunos segundos.
— ¿Qué se siente? — Me preguntó sin mirarme.
— ¿Qué cosa?
Me miró por encima de su hombro. — El ser correspondido.
No pude responderle, porque justo en ese instante sentí la presencia y cercanía de Einar a mis espaldas, que no tardó en rodear mi pecho con ambos brazos y abrazarme, así que rápidamente solté a Sol y lo miré, olvidando por un instante nuestra conversación.