El Nuevo Dios

8: "Temor al Fuego"

   Me agaché justo a tiempo para evitar una de las piedras de Sol, pero otra distinta me alcanzó en el medio de la espalda.

   — ¡Ya basta!

   Ignoró mi voz y continuó lanzándome más cosas.

   — ¡Transpórtate!

   — ¡No puedo!

   Me lanzó una piedra del tamaño de mi puño. — ¡Sí puedes!

   — ¡Qué no!

   — ¡Deja de esquivar!

   — ¡Deja de tirarme piedras! — Me lanzó un tronco del grosor de mi brazo. — ¡Maldita sea Sol, no soy una máquina!

   — ¡Por supuesto que no! ¡Eres un Dios!

   Me lanzó una piedra que dio directamente en mi hombro y me hizo tambalear.

   — ¡Soy una pobre excusa de Dios, y lo sabes!

   — ¡Cállate ya y transpórtate! — Me lanzó su último tronco. — ¡Maldita sea!

   Me transporté justo a tiempo para evitar otra piedra del tamaño de mi puño, caí a su lado y tomé su brazo antes de que volviera a revolver en la pequeña pila a su lado.

   Me sonrió en cuanto me vio, y levantó su mano libre en señal de paz. Lo solté luego de varios segundos de duda.

   — ¿Ves que si podías? — Gruñí como respuesta y me senté de pleno en el suelo. — Pero todavía se te iluminan los ojos como un farol cada que lo haces, ¿Dejaste de hacerlo a consciencia?

   — Sí.

   — Entonces deberías seguir practicando, hasta que podamos descubrir cómo evitarlo.

   — Había dejado de suceder hasta que comenzaste a lanzarme cosas — Señalé jugando con una ramita —, ¿No se te ocurrió que quizás sucede porque me estás presionando?

   — Ya no recuerdo cuántas veces lo dijiste, y seguro tienes razón, pero el punto no es descubrir por qué, el punto es que lo controles y deje de pasarte.

   — ¿Y cuál es el problema con que pase? — Suspiré desganado y rompí la ramita — Dijiste que hacerlo me hace mucho más poderoso.

   — Sí, pero también más propenso a accidentes. Cuando cierras tus ojos, te concentras y desprendes esa luz dorada, estás directamente sacándole energía a tu aura. Eso te hace más poderoso, pero podría terminar mal si no lo controlas, así que tienes que aprender a hacerlo solo a consciencia.

   Justo en ese momento, me incorporé en mi lugar al escuchar a alguien acercándose a nosotros. Puedo escuchar el latido de dos corazones, pero todavía no puedo verlos.

   — Nasden y Einar están volviendo, ¿No es así? — Me preguntó con diversión.

   — Eso creo… — Le respondí distraído.

   Continué mirando a mi alrededor mientras intentaba divisarlos.

   — Es demasiado extraño.

   Detuve mis acciones y me volteé para observarlo.

   — ¿Qué es extraño?

   — Tú, y Einar — Tomó una piedra y comenzó a jugar con ella, evitando mi mirada. —. Ya pasaron tres meses, pero sigo sin acostumbrarme a verlo… Así.

   Ya olvidé cuántas veces he escuchado lo mismo.

   — Ya lo sé, pero vas a tener que acostumbrarte — Me puse de pie —, tú mismo impusiste la maldición sobre él, no lo olvides.

   — Yo sólo apoyé a Luna — Lanzó la piedra lejos y volvió a mirarme el rostro —, vengarme nunca cruzó mi cabeza hasta que ella comenzó a maldecirlos, yo sólo la apoyé. Ni siquiera sabía cómo lo estaba haciendo o cuál era su propósito real más allá de que quería vengarse. Los detalles concretos me los dio después, cuando ya estaba hecho.

   — ¿Por qué la apoyaste, entonces? Si ni siquiera sabías lo que estaba haciendo.

   Ladeó su rostro confundido y me sonrió a medias, como si estuviera mirando a alguien extremadamente iluso.

   — Porque la amaba, porque verla dolida me causaba dolor a mí, y quería aliviar el dolor por ella.

   Fruncí el ceño. — ¿”amaba”?

   La sonrisa que me dedicó entonces no le llegó a la mirada. — La persona a la que amo ya no existe. Estoy enamorado de la Luna que conocí cuando todavía estaba completo, la que estaba descubriendo el mundo y se maravillaba de todo lo que veía, la que cruzaba el cielo conmigo y nombraba las estrellas. Estoy enamorado de todos esos recuerdos, pero… La Luna que he llegado a conocer luego de despertar es alguien completamente diferente, una desconocida.

   No supe qué responderle, así que guardé silencio y levanté mi brazo para poder apretar su hombro. No reaccionó a mi gesto por algunos segundos.

   — ¿Qué se siente? — Me preguntó sin mirarme.

   — ¿Qué cosa?

   Me miró por encima de su hombro. — El ser correspondido.

   No pude responderle, porque justo en ese instante sentí la presencia y cercanía de Einar a mis espaldas, que no tardó en rodear mi pecho con ambos brazos y abrazarme, así que rápidamente solté a Sol y lo miré, olvidando por un instante nuestra conversación.




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