El Nuevo Dios

20: "Despedidas"

La luz del alba se coló de a poco por la ventana abierta. Los rayos de luz cálida fueron acariciando de a poco el rostro de Einar, que dormía pacíficamente entre mis brazos bajo las sábanas blancas.
Durante la noche Einar no paró de murmurar cosas sin sentido, pero en el medio de todo eso pude comprender algunas palabras sueltas. Al principio no hizo más que hacerme sonreír con sus expresiones... Pero entonces, en el silencio de la madrugada había murmurado quédate mientras formaba un puño con su mano y enterraba el rostro en mi pecho.
No sé exactamente cuánto tiempo estuve llorando, pero estoy seguro de que fueron horas.
Acaricié su espalda trazando círculos con cuidado por horas hasta que él comenzó a removerse. Su cabello rozó mi rostro mientras despertaba de a poco... Rogué en silencio para que volviera a dormirse un poco más y retrazar lo inevitable, pero fue en vano. Abrió sus ojos verdes con dificultad y me observó.
— Buen día, mi amor... — murmuré.
Él no me dijo nada. Levanté mis manos y las llevé a su rostro para poder sacar las lagañas de sus ojos, pero él fue más rápido, alejándose de mi toque para hacerlo por si mismo. Me reí.
Detallé su cuello ahora que lo dejó a la vista, lleno de marcas rojizas que dejé la noche anterior. Me incliné sobre él sin pensarlo y volví a trazar un camino de besos allí. Sentí su mano en mi cabello no mucho después.
Inhalé cuando llegué a su mandíbula y acaricié su pecho con suavidad. Einar rodeó mi torso desnudo con ambos brazos y se apegó a mí. Buscó mi rostro y pegó sus labios a los míos con lentitud y suavidad.
Acaricié su labio inferior con el mío antes de llevar mi mano a su cadera y profundizar el beso, abrió su boca y dejó que su lengua encontrara la mía mientras me acomodaba encima de él para no lastimarlo.
Uno de mis movimientos le arrancó un gemido que me hizo sonreír contra sus labios, así que lo repetí. Levantó sus caderas y las pegó a mi como respuesta. Puedo sentir cada centímetro de su piel contra la mía, caliente y suave bajo mis dedos.
Me alejé de su rostro para comenzar a trazar un camino de besos desde su cuello hacia el resto de su cuerpo.

———

Cuando Einar salió de la ducha y se vistió, Nasden y Sol nos esperaban en el estacionamiento. Atravesé la puerta del motel sosteniendo su mano firmemente, prácticamente arrastrándolo conmigo.
Nadie mencionó el cuello de Einar. Nos recibieron en silencio, y nos dejaron solos con un asentimiento de cabeza, transportándose al lugar acordado.
En el segundo en que habian desaparecido, intenté tomar a Einar en brazos pero él me rechazó deteniendo mi brazo.
Cuando volví a mirar su rostro, él ya estaba rodeando mis hombros y envolviéndome en un fuerte abrazo. Escondió el rostro en mi cabello y respiró profundamente.
Los ojos se me llenaron de lágrimas otra vez.
— Einar...
— Lo sé — me interrumpió. —, sólo hazlo.
Y eso hice. Envolvi mis brazos a su alrededor y nos transporté lejos de allí, al otro lado del mundo.
El calor intenso golpeó mi piel de forma repentina, pero inmediatamente sentí cómo mi ropa se calentaba al igual que mi cabeza. En cuanto levanté el rostro del pecho de Einar, Nasden trataba de llamar nuestra atención desde la sombra de un árbol, con Sol sentado en una de sus ramas por encima del suelo.
Me apresuré en su dirección, pero Einar me detuvo agarrando fuertemente mi ropa. Cuando observé su rostro, inmediatamente supe que algo andaba mal.
A pesar de todo, sonreí sin gracia mientras lo levantaba del suelo en brazos y me acercaba a los demás.
— Ahora sabes lo que se siente... — le dije al oído.
Me pareció sentir un suave cállate, pero Nasden ya estaba acercándose a nosotros para ayudarme a sentar a Einar contra el tronco del árbol. Al ver que la sombra no era suficiente, Nasden manipuló el árbol hasta que creció y dio la sombra suficiente.
Sol lo observa todo desde su lugar sobre la rama baja, recostado contra el tronco principal del árbol en silencio.
Me senté de rodillas a un lado de Einar y acaricié sus manos entre las mías mientras él respiraba hondo.
— Einar, ¿Me escuchas?¿Estás bien?¿Querés algo de agua?
Él sólo negó suavemente, así que me senté bien a su lago y rodeé sus hombros mientras se acurrucaba contra mi pecho.
Levanté la vista y miré a mi alrededor. Kilómetros y kilómetros de cielo azul intenso y despejado y arena en cualquier dirección que mires. El calor parece desprenderse del suelo en oleadas salidas del mismísimo infierno cristiano.
Nasden observa el mismo paisaje mientras Sol se recupera a su lado y toma agua de una botella.
Luego de algunos minutos más en silencio, Einar finalmente se sintió lo suficientemente bien como para incorporarse en su lugar y tomar un poco de agua, besé su cien mientras lo hacía. 

— ¿Te sientes mejor?
— Sí... — me respondió con la voz baja, sin fuerzas.
Suspiré con resignación, llevé mi mano libre hacia la mandíbula de Einar y lo obligué a mirarme con suavidad. Sus ojos encontraron los míos como tantas veces lo habian hecho antes, y acaricié su mejilla con mi pulgar mientras atentaba con memorizar cada centímetro de su piel.
Sé que él está intentando hacer lo mismo.
Cuando me incliné para besarlo, él sujetó mi mano sobre su mejilla con fuerza y profundizó el beso. Acaricié su brazo y su mejilla mientras mordia su labio antes de intentar separarme, pero no me dejó.
Se inclinó hacia adelante y volvió a besarme con urgencia, gruñí, las lágrimas volvieron a acumularse en mi rostro mientras pegaba mi boca a la suya con fuerza e intentaba hablar sin palabras.
Te amo, sujeté su rostro con ambas manos, acunándolo, te amo, te amo. Te amo... 
Te amo... — no fue nada más que un susurro, pero él respondió enseguida.
— Te amo.
Lo miré a los ojos una vez más, delineé su rostro con mis dedos y cerré mis ojos.
En un segundo ya había desaparecido.
El calor del desierto desapareció, un frío húmedo lo reemplazó, me golpeó el cuerpo y me hizo dificil el poder respirar. Mis brazos cuelgan en el aire, vacíos, fríos... Los bajé con lentitud y abrí los ojos. Vegetación me rodea a donde quiera que mire.
Estoy en medio de la selva, lejos de él.
Limpié mis lágrimas con brusquedad, me puse de pie con seguridad y camine unos pocos metros antes de transportarme otra vez.
El escenario es diferente, un callejón vagamente familiar me rodea. Lo vi una sola vez en mi vida, a través de la ventana del auto mientras viajaba con mi familia a los nueve años, pero todavía lo recordaba porque había visto a un perrito abandonado y rodeado de cachorros.
Ahora no es más que un simple basural.
Salí del lugar con paso decidido y caminé algunas cuadras de forma aleatoria antes de entrar a una tienda. Las únicas personas presentes son una mujer detrás de un mostrador y una pareja de adolescentes frente a una estantería, riendo y revisando algunos libros.
Con una segunda mirada noto que el chico es un vampiro, pero continúo mi camino hasta ocultarme detrás de una estanteria y transportarme otra vez.
El siguiente destino lo decido a último segundo, de forma aleatoria. El pequeño lugar a un lado de la carretera en donde Einar y yo discutimos hacía tantos meses.
Las pequeñas flores de ese día ya no están, el sol brilla intensamente en el cielo, la carretera está casi tan vacía como esa vez.
Me adentro a la maleza a un lado y soy unos cuantos pasos antes de transportarme.
Una precaución extra, en caso de que Muerte tenga algún truco bajo la manga e intente averiguar en dónde he estado.
Me transporté cientos de veces más, a cualquier lugar que se me ocurriera, en algunos me quedé un poco más de tiempo, en otros desaparecí en segundos. Hospitales, descampados, montañas... Algunas personas de seguro me han visto, pero es lo que menos me importa en este momento.
Mi última parada, sin embargo, es una premeditada.
La luz del sol de mediodía es ocultada por una masa espesa de nubes grises anunciando tormenta. El viento fuerte me revuelve el cabello y observo a mi alrededor cómo varias plantas de diferentes colores y tamaños también se mecen con la fuerza del viento.
El jardín luce mucho mejor ahora que mi madre parece estar ocupándose de él... Nunca pude ayudarla a restaurarlo a su antigua gloria, rompí mi promesa... Sé que, luego de mi desaparición, ella de seguro se volcó a su jardín para mantenerse sana y a flote en medio de todo lo que sucedía... Siempre fue así, desde que tengo memoria.
También desde que tengo memoria siempre estuve junto a ella mientras lo hacía.
Caminé entre las flores, reanimando a aquellas que todavía sufren el descuido de mi padre tantos meses atrás... Quizás esta sea mi última vez ayudando a mi madre.
Mi intención era la de acercarme, mirar por la ventana y asegurarme de que estuvieran bien antes de irme hacia mi muerte segura, pero antes de que pudiera hacerlo la puerta se abrió de un portazo y, cuando miré en esa dirección, mi madre me devuelve la mirada desde el pórtico.
Se me inundaron los ojos de lágrimas mientras ella camina con dificultad hacia mí, recorrí los pocos pasos que quedaban entre nosotros y la rodeé con mis brazos, ella hizo lo mismo mientras llamaba mi nombre una y otra vez, palpando mi espalda y mi torso para asegurarse de que realmente soy yo, que estoy aquí, que estamos juntos.
— Mamá...
Ella estiró sus brazos y sujetó mis mejillas, todavía derramando lágrimas.
— Kennet... — limpió mis lágrimas, pero más no tardaban en reemplazarlas. Ella no dejó de hacerlo a pesar de ello. — Mi niño...
— Lo siento tanto...
Cerré mis ojos y me incliné hasta que mi rostro descansó en sus manos.
— Lo lamento tanto... — mi nariz se congestionó, haciéndome dificil el respirar.
Ella soltó mi rostro y tomó mi brazo con firmeza, instándome a entrar a la casa.
Planté los pies en el suelo, deteniéndola. — No.
Ella me miró desconcertada.
— No, no puedo quedarme — el pánico inundó sus facciones, así que continué. —, no puedo quedarme y no sé si te volveré a ver, mamá, pero quiero que me escuches — llevé las manos a sus pequeños hombros y la obligué a mirarme a la cara. —. Yo no lo hice. Yo no maté a esa gente, sé quién lo hizo pero no puedo decírtelo. Tuve que irme, huir del hospital, pero no porque yo haya sido el culpable, ¿Entiendes? Ojalá pudiera decirte la verdad, pero no tengo tiempo... Por favor, no...
— Te creo.
La firmeza en su voz me obligó a callarme, sorprendido. Me miró con decisión.
— Mi hijo no es un asesino — afirmó. —, eso lo supe siempre. Sabía que no podía ser, nunca creí que fuera cierto. Te creo.
Me quedé mudo allí, parado frente a ella sin poder creer lo que escuchaba. Repentinamente, comencé a reír entre lágrimas y volví a abrazarla. Quiero decirle la verdad, quiero decirte lo equivocada que está, pero... ¿Qué bien hará ahora?¿De qué servirá?
Recosté mi mejilla sobre su cabeza. Ella no necesita saberlo todo. 




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