El Nuevo Dios

21: "Esclavo"

   El ambiente a mi alrededor de repente se volvió pesado. La llovizna, el ruido constante en mis oidos, los nervios, la paranoia... Siento que mi cuerpo se hunde en el barro centímetro a centímetro con cada respiración que doy. Clavé las manos en el tronco del árbol a mis espaldas.
   Sé que Muerte está aquí, pero no se mueve y no sé en dónde está ni qué está haciendo. Probablemente esté mirándome y disfrutando la vista, el verme indefenso, asustado y desesperado... Si tengo suerte, no se sentirá tan bien al final de esto.
   Me incorporé en mi lugar, enderecé la espalda y caminé con pasos firmes hacia casi el centro del lugar. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, una figura súbitamente se hizo visible frente a mis ojos, me detuve.
   No puedo ver con demasiado detalle bajo la llovizna y la escasa luz, levanté  mi mano para detener el agua que cada vez cae con más fuerza sobre mis ojos. Quizás debería haber elegido un lugar diferente, pero ya es tarde para ello.
   En cuanto levanté la mano, todo se detuvo.
   Todo sonido se desvaneció de un segundo al otro, la lluvia ya no choca contra mi piel, las copas de los árboles ya no se mueven, estáticas en posiciones antinaturales.
   Devolví la mirada al frente en el segundo en que un movimiento bruzco capturó mi atención. La figura difusa de Muerte se disolvió y creció en tamaño, convirtiéndose en una figura humanoide cubierta por una tela negra. Ni un centímetro de piel es visible, la tela cubre su posible rostro por completo.
   — No has cumplido con lo que te ordené aún.
   Su voz se escuchó fuerte y clara a mi alrededor, como si me envolviera. No está preguntándome, pero no dejo que me eche atrás o me acobarde.
   Respiré hondo, me enderecé en mi lugar e intenté mirarlo directamente, un poco confundido al no saber exactamente en qué punto enfocarme.
    — No, no lo he hecho — confirmé con voz firme. —, y no planeo hacerlo.
    — No planeas hacerlo, pero sin embargo usaste las habilidades que te di para tu propio beneficio y mataste a un Árdigan — señaló, la tela que lo cubre se movió suavemente, como si ladeara la cabeza —. Sólo quedan nueve, ¿Por qué no encargarte del resto?
   — No pienso matar inocentes.
   — ¿Oh? — Dio algunos pasos hacia atrás y comenzó a moverse a mi alrededor con lentitud. — Pero, ¿Quién dijo que eran inocentes?
   Frunci el ceño. — No importa. Los Árdigan de los cuales se sabe la ubicación no han causado problemas nunca, Kot fue el primero y me encargué de él con mis propias manos. Ninguno más debería morir.
   — Ah, sí, ya ví lo poco que dejaste de él luego de ello. Debo decir que me impresionaste bastante, estaba ansioso por ver lo que harías con los demás...
   — No lastimaré a nadie más. No seguiré tus órdenes.
   Detuvo sus pasos. La masa de tela se removió y giró sobre si misma, de forma que un pequeño hueco entre los pliegues quedó directamente mirando en mi dirección.
   — Sí, si lo harás.
   — No.
   Pestañé, y lo siguiente que supe fue que él estaba a centímetros de mi rostro. Su rostro es alargado e inexpresivo, vacío. Su boca es una fina línea y sus ojos son dos huecos blancos llenos de insectos, gusanos moviéndose bajo la superficie. La vista me revuelve el estómago, pero sé que Muerte controla la forma en la que se presenta ante mí, probablemente busca que reaccione, que muestre mi inferioridad.
   Cuando no me moví ni intenté evadir su mirada, me sonrió.
   Una serpiente reptó por su barbilla hasta caer al suelo sin hacer sonido alguno.
   — ¿Tan poco te importa Fuego entonces?¿Tan rápido te has aburrido de él?
   — Al contrario — acerqué mi rostro hacia el suyo un poco más, un hedor nauseabundo inundó mis sentidos y tuve que dejar de respirar para mantener la compostura. —, no podría amarlo más.
   Su sonrisa se expandió. — ¿Entonces por qué estás desafiándome?¿Ya olvidaste acaso la razón por la cual has estado obedeciendo por todo este corto tiempo?
   Finalmente volteó el rostro, volviendo a ocultarlo entre la tela, y se alejó de mí para comenzar a dar vueltas a mi alrededor. Volví a respirar con cautela.
   — No, no lo olvidé — lo seguí con la mirada, atento a cada uno de sus pasos. —. Ya sabes lo que hice, es imposible que no lo sepas, ¿Por qué no dejas de evadirlo y actuar como si nada...?
   — Por supuesto que lo sé — me interrumpió. —, pero no cambia nada.
   Guardé silencio, esperando a que continuara. Alargó su silencio lo más que pudo, pero me prohibí a mí mismo preguntar o animarlo a continuar.
   — De verdad creíste que habías descubierto algo, ¿No es cierto? Creíste que podías ser más listo que yo — negó con la cabeza, todavía sin mirarme. —. Kennet, desde el principio supe que no te sometería tan fácil. Cuando te di la divinidad, ya sabía que controlarte sería difícil, pero me gustan los retos... Podría haber ido a por tu hermano, ¿Sabes? Él también tiene los genes, pero ¿Por qué ir por él cuando estás tú, que ya estás metido en todo esto y eres mucho más eficiente y entretenido?
   Fruncí el ceño, cada célula en mi cuerpo me grita, me anima a buscar respuestas, preguntar, indagar sobre sus palabras. Muerdo mi lengua para mantenerme callado, pero sus siguientes palabras me distraen con rapidez.
   — Te he estado observando por mi mismo todo este tiempo, ¿Sabes? Entrenando, peleando... Verte destruir a ese Árdigan a mano limpia fue una escena digna de mostrar al mundo, fue casi poético...
   Se detuvo abruptamente. Los ropajes negros de repente cobraron vida, se movieron y transformaron con lentitud en una maraña de insectos y serpientes que creptaron lejos de su cuerpo, exepto por una... Dejando atrás un cuerpo pálido y enfermizo. La única serpiente restante rodeó con su cuerpo el torso y las extremidades de Muerte.
   Bajo la escasa luz, parece ser negra.
   — Pero la mejor parte fue verte despidiéndote de Einar sin duda — rió sin ganas. —, todo el dramatismo, el llanto, por momentos estuve tentado de interrumpirlos y acabar con esto de una vez, pero me contuve... Aunque tuve que mirar hacia otro lado en la noche.
   Apreté los labios sin dejar de mirarlo. El corazón se me acelera a medida que interpreto sus palabras.
   Nos ha estado vigilando, todo este tiempo ha sido consciente de mis intenciones y, aún así, me dejó seguir planeando, seguir guardando esperanzas, despedirme...
   — Te perdí el rastro luego de que desaparecieras del estacionamiento esta mañana — mi corazón se salteó un latido —, he estado impaciente desde entonces, esperando a que me llamaras...
   — Entonces, ¿No sabes...?
   Me interrumpió, sonriendo. — Oh no, no sé en dónde está Einar ahora. Asumo que estará con Sol y Tierra.
   Mi respiración es temblorosa e inestable, quiero que esas palabras me calmen pero, por el tono de su voz, sé que no significan nada. Sus palabras tienen una trampa, lo sé.
   Me negué a bajar la mirada o demostrar nada con mis expresiones o mi cuerpo.
   Muerte levantó su brazo derecho con la mano alrededor de un objeto negro y compacto.
   — ¿Por qué no lo invitamos a nuestra pequeña reunión? Estoy seguro de que él querrá estar presente para esto. Si no fuera así, tendría que encargarme de él al terminar contigo de todos modos — un sonoro click llegó hasta mis oidos, Muerte hizo una pausa mirando el aparato. —, así que terminemos con esto de una vez.
   — ¿Qué es eso?
   Quise golpearme a mí mismo en cuanto las palabras abandonaron mi boca, pero no puedo retirarlas. El pánico se ha apoderado de mí, ya no puedo controlarlo, ya no puedo mantener la compostura. Mi expresión se desfiguró, no puedo apartar la vista de la mano de Muerte.
   — Ah, ¿Esto? — levantó su mano, mostrándomelo. Es un aparato cuadrado con una pequeña pantalla en medio y botones en las esquinas. — Es un rastreador, por supuesto.
   Mi rostro perdió todo el rastro de firmeza y seriedad que le quedaba. — ¿Un... Rastreador?
   — Sí, Kennet, un rastreador — me sonrió con sorna, como si hablara con un niño pequeño. —. Los humanos han avanzado tanto... Crean las cosas más increíbles, de verdad. En cuanto crearon estos, no tardé en adquirir varios cientos de miles. Son muy útiles.
   Se distrajo por un segundo, mirando la pantalla con una sonrisa cada vez más amplia. Sus dientes son amarillos y grotescos.
   — Ah, Einar está en el desierto de Zahiryak — asintió para sí mismo. En ese instante, sus ojos comenzaron a brillar y desprender una luz azulada oscura, opaca. —. Aire, Agua.
   Dos golpes secos se escucharon a mis espaldas, uno detrás del otro. Luego, pasos rápidos acercándose a mí. No bajé la cabeza, miré a Muerte fijamente, pero no pude no mirar a mi lado cuando dos figuras se acercaron a él y me sobrepasaron.
   Ya conocía a Agua, su piel morena viste el mismo atuendo de la última vez, su cabello negro reluce bajo la escena gris.
   Aire fue una sorpresa... Su piel es pálida, traslucida y delicada. Su cabello es blanco puro, largo hasta su cadera y repleto de flores, plantas, hojas y ramitas secas. El vestido que lleva, de estilo griego, es completamente blanco salvo por una cuerda dorada rodeando su cintura.
   Albina, Aire es, o era, albina.
   Ni ella ni Agua pronunciaron palabra cuando se detuvieron frente a Muerte, y él se limitó a lanzar sus órdenes.
   — Esta es la ubicación de sus hermanos — le tendió el aparato a Aire, que lo tomó, lo observó por un segundo y se lo tendió a Agua. —, han estado en ese lugar antes. Traiganlos, pero dejen a Sol allí, él no es importante. Luego quiero que se queden aquí.
   En ningún momento vi sus rostros, pero en un segundo ya se habían ido.
   Muerte juntó ambas manos frente a él y aplaudió para llamar mi atención.
   — Planté un pequeño chip en el tobillo de Fuego durante esos tres días que estuvo inconsciente, cuando creyó que te había matado y tú lo encontraste — explicó con orgullo. —. Nunca antes había tenido que hacer algo similar con él, pero sabía que intentarías hacer algo y que arrastrarías a Fuego contigo, y quería estar preparado. No me equivoqué.
   Levantó una de sus manos y señaló su cabeza entonces.
   — Te implanté uno a tí también, por si acaso, pero no lo necesité. Justo aquí — tocó el costado derecho de su cabeza.
   Quise palpar el lugar que me señalaba por mí mismo, pero me contuve. Por algunos segundos Muerte no dijo nada, como esperando a que lo hiciera, pero luego suspiró con cansancio.
   — Luna y Sol, ¿Ellos...?
   Me interrumpió. — Oh no, cuando esos dos fueron malditos estas cosas no existían. Una lástima, de verdad, le había perdido el rastro a ambos hasta que ustedes dos los encontraron.
   Un golpe seco se escuchó a mis espaldas, forsejeos, pero no quiero darle la espalda a Muerte. No tuve que esperar mucho más para averiguar qué era, porque pronto algo, o más bien alguien, aterrizó a mi lado. Ya sabía de quién se trataba antes de voltearme a verlo.
   Cerré los ojos con resignación, mis hombros decayeron, mi actuación se desvaneció por completo.
    — Tierra se resistió y luchó contra nosotras — la voz suave de Aire se escuchó frente a mí, como pequeñas campanas tintineantes, volví a mirar al frente, a sus espaldas. —. Descubrimos que ya no está conectado a la esencia de su creador, por lo cual es incontrolable. Decidimos dejarlo atrás.
   — Hicieron bien, Tierra tardará bastante en rastrearlos hasta este lugar.
   Ambas se dirigieron a sus espaldas entonces, deteniéndose una a cada lado, con la mirada fría hacia el frente sin observar nada en particular. Dos estatuas inmaculadas, hermosas, perfectas.
   Muerte se dirigió a mí con severidad.
   — Te dejé jugar esta vez, Kennet, pero no volveré a hacerlo — caminó hacia Einar, tomó el cuello de su remera en un puño y tiró de él, arrastrándolo por el suelo.




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