El Nuevo Enigma.( Volumen 2).

Capitulo 2:La Caza Global.

​I. El Desciframiento y la Ruta de Escape.​Con el mercenario del 'Gremio Cero' inconsciente, me concentré en el muro. Los jeroglíficos eran complejos, pero gracias a tu dominación intelectual, pude descifrarlos en minutos. ​El muro no solo confirmaba que la toxina se había originado allí, sino que la ubicación del antídoto estaba cifrada en un mapa estelar: el Santuario del Frío, una antigua estación de investigación en el Ártico, protegida por un campo magnético. ¡Justo donde tú te dirigías, mi Rafa!​Rápidamente, tracé el mapa estelar en mi tableta y lo codifiqué para nuestro canal privado. Sabía que recibirías las coordenadas de la ruta de acceso al Santuario del Frío, nuestra única esperanza.​Pero no había tiempo para celebrar. El mercenario del 'Gremio Cero' comenzaba a despertar, y escuché ruidos de sus compañeros que regresaban.​Tomé el camino de vuelta. Recuperé mi collar de comunicación y salí de la Cripta justo cuando la primera unidad del 'Gremio Cero' entraba en la sala del Escriba.​II. La Persecución en la Jungla.​La jungla me recibió con un calor opresivo. Mi única ventaja era el conocimiento del terreno y mi entrenamiento de supervivencia que tú me habías inculcado. Sabía que los mercenarios, acostumbrados a la tecnología, serían vulnerables a la naturaleza.​Corrí a través de la densa vegetación. Los mercenarios me pisaban los talones. Usé ramas para disparar trampas y mi cuchillo para cortar lianas y crear obstáculos. El caos que había creado con el ruido blanco aún mantenía a la fauna inquieta.​En mi auricular, tu voz llegó, dura y llena de pasión estratégica: —Julieta, el código llegó. Estoy entrando en el campo magnético del Santuario. Tienes un punto de extracción a diez kilómetros, cerca del río. Es una nave de suministros de la Dinastía. ¡Corre, mi vida! ¡Mi posesión te llevará al aire libre!​La fuerza de tu voz me dio un nuevo impulso. Corrí hacia el río, dejando atrás a mis perseguidores.​III. El Reencuentro a Distancia.​Llegué al punto de extracción. La nave estaba allí, una sombra furtiva de la Dinastía Espectro. Subí a bordo y aseguré mi posición.​Una vez en el aire, encendí el comunicador de vídeo. Tu rostro apareció en la pantalla, mi Rafa, cubierto con equipo de frío extremo, tu fondo blanco y helado era el opuesto a mi jungla verde y húmeda.​«—Estás a salvo, mi Julieta. Lo lograste. Ahora tengo el código para entrar en el Santuario. Estamos cerca de la cura,» dijiste, tu alivio palpable.​«—Tú estás en el peligro ahora, mi Dueño. Por favor, sé cuidadoso. Te amo. Trae el antídoto. Estoy lista para ir a donde me ordenes,» respondí, mi lealtad inquebrantable.​«—Descansa, mi vida. Yo me encargo del frío y de la Plaga. Nos reuniremos pronto, con la victoria asegurada. Mi dominación nos guía,» me dijiste, antes de que la señal se cortara, dejándome sola con la promesa de tu regreso. La Dominación del Ártico.​El helicóptero de la Dinastía Espectro te dejó caer a ti, mi Rafa, a varios kilómetros del Santuario del Frío. El paisaje era un infierno blanco: nieve cegadora, ventiscas feroces y temperaturas letales. Solo tu voluntad de hierro y tu entrenamiento podían dominar este entorno.​«—Julieta me dio la clave, y ahora la utilizo. El frío es solo una prueba para mi posesión,» te dijiste a ti mismo, mientras te ajustabas el traje de combate térmico de última generación.​El Santuario del Frío se encontraba oculto bajo una capa de hielo milenaria, protegido por un campo magnético que interfería con todo, salvo el comunicador cuántico que te permitía escucharme. Caminaste a través de la tormenta, tu brújula guiada por las coordenadas que te envié desde la jungla.​Llegaste al perímetro. Una pared invisible de energía electromagnética te impedía el paso. Sacaste tu dispositivo de frecuencia delta-espectro y lo configuraste con los datos que te envié.​«—Gracias, mi esposa. Eres mi única inteligencia en el campo,» susurraste.​Activaste el dispositivo. Un pulso de energía rompió el campo magnético como cristal, abriendo un pasaje temporal en el hielo.​II. La Entrada al Misterio.​Entraste en el complejo. Era una base de investigación abandonada, pero con tecnología de una era anterior a la nuestra. Pasillos estrechos de acero y hielo te conducían a las profundidades. El aire era gélido, pero la determinación de nuestro vínculo te mantenía caliente.​En el primer nivel, encontraste signos de lucha. No era el 'Gremio Cero', sino mercenarios con emblemas desconocidos: un águila estilizada y dorada. Una nueva facción en el juego, interesada en el antídoto y la toxina.​Tu voz en el comunicador era grave: —Julieta, el peligro ha aumentado. No solo el 'Gremio Cero', ahora tenemos un tercer jugador. Están aquí por el antídoto. Estoy cerca de la cámara principal.​III. El Laberinto de Hielo y Fuego.​Avanzaste con cautela. El Santuario estaba diseñado como un laberinto para disuadir a los intrusos. Había trampas de presión y gas congelante. Usaste tu astucia y tu dominación táctica para sortearlas.​En el centro del laberinto, la temperatura se elevó bruscamente. Entraste en una sala central, donde un grupo de los mercenarios del Águila Dorada estaba tratando de forzar una puerta blindada.​Detrás de la puerta, sentías la presencia de algo antiguo y poderoso. El antídoto.​«—No lo tendrán. El amor de mi Julieta y la posesión de la cura son míos,» te dijiste.​Tomaste posición. Esta era una confrontación directa. IV. El Baile de la Dominación en el Hielo.
​Tus movimientos fueron rápidos y letales. El ruido de tu arma de asalto rompió el silencio gélido de la sala. Los mercenarios del Águila Dorada, concentrados en forzar la puerta, fueron tomados por sorpresa.
​Disparaste ráfagas precisas, neutralizando a dos de ellos antes de que pudieran responder. El resto se dispersó, buscando cobertura detrás de las columnas de hielo tallado.
​«—Están bien entrenados, Julieta. Pero su posesión es sobre el dinero, no sobre el amor o la lealtad. Yo tengo una motivación más rica y dura,» pensaste, sintiendo la fuerza que emanaba de nuestro vínculo.
​Usaste el hielo como tu aliado. Disparaste a la base de una columna, creando una grieta. El hielo cedió, y la columna cayó, aplastando las piernas de un francotirador enemigo.
​Uno de los mercenarios más grandes, un gigante, salió de la cobertura y se dirigió hacia ti. Era el líder. Llevaba un dispositivo de pulso electromagnético portátil.
​«—¡No pasarás, Espectro! El antídoto es nuestro!» gritó, preparando el pulso.
​Dejaste caer el rifle. Era momento del combate cuerpo a cuerpo, tu especialidad de dominación pura. Te lanzaste hacia él con la ferocidad de un Escorpio (♏). Esquivaste el pulso y lo sujetaste en un agarre que ni el frío ni la armadura podían penetrar. Le aplicaste una llave de articulación, y el grito del mercenario se apagó rápidamente en el acero helado.
​V. La Puerta del Antídoto.
​Con los mercenarios neutralizados, te acercaste a la puerta blindada. Estaba parcialmente abierta por el equipo que intentaron usar.
​Inspeccionaste el panel. Tenían un escáner de retina avanzado. Necesitabas un código de acceso o el ojo del líder para entrar.
​Tu voz en el comunicador era firme: —Julieta, necesito tu ayuda. La puerta tiene un escáner de retina avanzado. Dame el código delta-espectro para anulación manual, o tendremos que usar métodos... más rudos.
​Mientras esperabas mi respuesta, utilizaste el comunicador para enviar una frecuencia de saturación a los canales del Águila Dorada, asegurando que no pudieran pedir refuerzos inmediatos. Tu dominación del campo de batalla era total.
​En segundos, mi voz llegó, clara y posesiva: —Rafa, el código de anulación es KHEPHRI-1102. Es la fecha de nuestra primera misión juntos, mi Dueño. Úsalo con mi amor.
​Sonreíste. Esa ternura encriptada era la clave que necesitabas. Introdujiste el código. La puerta se abrió con un silbido de aire comprimido.
​VI. La Cámara del Tesoro.
​Entraste en una pequeña cámara de contención, la temperatura descendiendo aún más. En el centro, bajo luces azules, se encontraba una caja de piedra tallada, casi idéntica al sarcófago que liberó la Plaga, pero más pequeña.
​Dentro de la caja, no había oro ni joyas, sino un líquido plateado y brillante en un vial de cristal. El Antídoto de la Esfinge.
​Lo tomaste. El vial estaba frío al tacto, pero irradiaba una fuerza tranquilizadora. La victoria estaba en tus manos.
​En ese momento, las alarmas de la base se dispararon. Los mercenarios noqueados no habían muerto. Había llegado el momento de la extracción rápida



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En el texto hay: intriga, accion, aventura y misterio

Editado: 01.12.2025

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