El nuevo papá de Stevie

Capítulo 5: Danielle

Capítulo 5

Danielle

Veo a Logan y a Stevie desde que se estacionan frente a la cafetería. Me gustaría no ser hiperconsciente de dónde está Logan cada vez que estamos en el mismo espacio, pero desde que tengo memoria las cosas son así para mí. Siempre lo veo, siempre sé dónde está y siempre sé lo que está haciendo.

Es muy molesto.

Le sirvo una taza de café grande al hombre que está esperando al otro lado de la barra y le doy una sonrisa amable.

—Gracias, Dany.

—A ti, Ralph. —La campana suena y Ralph se hace a un lado para dejarme ver a Stevie y a Logan caminar hacia mí—. ¡Hola, rayito de sol!

—Ay, Danielle, voy a empezar a pensar que te gusta mi presencia —responde Logan, provocando que le dirija una mirada de muerte.

Él ríe, divertido con mi reacción.

—Logan, está mal hacer enojar a una mujer —lo riñe Stevie y ahora es mi turno de sonreír. Es poético que sea su hijo el que lo ponga en su lugar—. Hola, Danielle.

—Gracias por eso, cariño, tu padre no tiene modales. —Apoyo los brazos en la barra y miro de uno a otro—. ¿Qué les sirvo?

—¿Qué hay para desayunar?

—El especial del día son las tostadas francesas.

Ambos hacen una mueca al mismo tiempo y me impresiona lo mucho que se parecen en este momento. El niño no puede ser más parecido a Logan, incluso en los gestos que ambos hacen.

—¿No tienes panqueques? —pregunta Stevie.

—Sí, Danielle, ¿no tienes panqueques?

Vaya, va a ser muy difícil tener a dos Logan qué aguantar. Ya me cuesta con uno, dos serán mi muerte.

Al menos Stevie es mucho más amable que su padre.

—Tengo panqueques con jarabe de arce, con chocolate derretido y con crema batida, pueden elegir.

Stevie se lo piensa, haciendo una mueca. Es una expresión de lo más tierna.

—Con jarabe de arce está bien, no es recomendable comer mucho dulce por la mañana.

Vaya, el chico sabe lo que hace.

Miro a Logan, esperando su pedido.

—Yo me voy por el chocolate, no me importa la cantidad de azúcar que tenga.

Genial, su hijo es más sensato.

—¿Y de tomar?

—Un batido de bananas —se apresura a decir Stevie.

—Y un café para mí.

Asiento y señalo la mesa vacía junto a la ventana.

—Vayan a sentarse, en un momento les llevaré su pedido.

Entro a la cocina para darle el pedido al cocinero y vuelvo rápidamente para darle la cuenta a la mesa siete. Atiendo a otras personas que llegan, pero hoy es un día calmado y no han venido tantas personas como de costumbre.

Paul sale con los panqueques de Logan y Stevie y sus batidos en una bandeja. Los tomo sin decir nada y se los llevo a los chicos.

—Aquí tienen.

No me entretengo con ellos y regreso rápidamente a la barra, donde Paul se quedó esperando por mí.

No tengo idea de qué quiere decir, pero puedo ver que tiene algo en la punta de la lengua, y puedo apostar a que no me va a gustar.

—Es la primera vez que atiendes a Logan tú misma desde el gran problema.

Me detengo un momento a pensarlo y me doy cuenta que es cierto. Desde que Logan y yo terminamos lo que sea que teníamos, dejaba que Paul lo atendiera porque me negaba a dirigirle la palabra más de lo requerido. Paul nunca estuvo feliz con eso y no se lo guardaba, todo el tiempo me pedía que arreglara las cosas con Logan para que él no tuviera que intervenir nunca más, y lo mismo le pedía a Logan. No tuvo éxito hasta ahora.

—Stevie me puede.

Paul mira en dirección al padre y su hijo.

—¿Quién diría que el mujeriego número uno del pueblo tendría un hijo?

—Sería más raro que no tuviera muchos más.

Paul ríe, pero cuando se gira hacia mí, esa sonrisa se ha ido, siendo reemplazada por una expresión de seriedad.

—Sé que no quieres entrometerte, pero sería un alivio para todos nosotros que le echaras una mano a ese hombre.

Se me corta la respiración ante la insinuación.

—Tiene muchas personas que pueden ayudarle, Paul.

—Pero no tiene a una mujer que esté dispuesto a darle la estabilidad que necesita, y por más que lo odies, sabes que eso es lo que él necesita.

Frunzo el ceño, sintiendo que mi estómago se hunde.

—No voy a poner a Logan en primer lugar otra vez solo para que me termine pisoteando.

Paul suspira y me toma por sorpresa. Él no es el tipo de hombre que suspira.

—Él ha cambiado, Danielle —gruñe Paul, y me encrespa un poco que lo esté defendiendo—. Fue un tonto cuando eran más jovenes, pero ya no es esa persona. Y estoy seguro de que va a cambiar aún más ahora que tiene a un niño a su cuidado.




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