El nuevo socio.

Capítulo 5

Seis visitas después…

 

 

—Hola Sussan. 

—Hola David — respondió con una sonrisa. 

—Estas…. Encantadora. 

—Oh, gracias yo…me puse esto sin pensar — dijo mintiendo descaradamente aunque se llevó más de una hora en decidir qué vestido usar. 

—¿Estás lista? 

—Sí. Iré por mis cosas — dijo apresurandose. 

  

 

Fue por su sombrero, sus guantes y su bolso. 

 

 

—Te… traje éstas — dijo exponiendo la mano oculta tras su espalda. 

—Son hermosas. Gracias — respondió tomando con cuidado el delicado y pequeño ramo de margaritas. 

—Me alegro que accedieras. 

—Bueno, creo que un par de amigos pueden salir de vez en cuando. 

 

 

 

David sonrió y ofreció su brazo. Era una hermosa mañana de primavera. Todo estaba lleno de colores en el exterior como el vestido de Sussan. 

 

 

 

—Y, ¿hacia dónde vamos? — quiso saber con el auto en marcha. 

—Ya verás. Recuérdame hasta qué hora tenemos. 

—Hasta las cinco. 

—Ok. 

 

 

 

Gracias a las cordiales y amenas visitas de David, Sussan había accedido a salir con él. 

 

 

Solo era una salida inocente de un par de amigos. Al fin y al cabo, siempre pasaba sola y Howard trabajando. Merecía un poco de distracción y sana diversión. 

 

 

 

—¿Es aquí? 

—Así es. Ven — dijo abriéndole la puerta del auto. 

 

 

 

Estaban frente a una casa nueva. El letrero kilómetros atrás, anunciaba una nueva residencia. 

 

 

 

—¿Comprarás una casa? — preguntó observando el rótulo de: "Casa modelo". 

—¿No la reconoces? Entremos — dijo animado —. Mira. Aquí está el recibidor. El pasillo y el espacio idóneo para el baño de invitados. Y mira, el cuarto de servicio quedó perfecto. Y ves, las habitaciones se ven casi idénticas. 

—¿Es…? ¿Es la casa de los planos? 

—¡Sí! ¿Puedes creerlo? — decía entusiasmado —. Lo aceptaron. Tus ideas fueron lo que nos ayudó a ganar este proyecto. Les pareció excelente que ahorraramos espacio y al mismo tiempo pusiéramos todo lo que pedían. Ahora seremos la compañía que estará a cargo del trabajo. 

—Vaya. Me alegro mucho David aunque, creo que te estás desacreditando. 

—¿Qué? No. Sólo le doy el honor a quien lo merece. 

 

 

 

Sussan sonrió y siguió viendo la hermosa vivienda con otros ojos. Nunca se imaginó que sus ideas serían tan brillantes e importantes como para ser parte de algo. 

 

 

 

—Esto hay que celebrarlo. Vamos. Yo invito. 

—De acuerdo — accedió contagiada de su buen humor. 

 

 

 

Pero al intentar encender el auto, el motor emitió un sonido muy fuerte. 

 

 

 

—¿Qué fue eso?

—Ay, no. Deben ser las bujías o el motor. 

 

 

 

David salió del auto explicando todas las posibilidades pero Sussan no entendía una palabra. Así que lo dejó hacer repitiendole que no se sintiera apenado por el retraso. 

 

 

 

—Por qué no lo enciendes. Hay que probar ahora. 

—¿Yo? 

—Sí. Hazlo. Veré si todo anda bien ahora. 

—Es que… yo… ¿Y si lo arruino? 

—No vas a arruinarlo con encenderlo Sussan. Anda. Sin miedo. 

 

 

 

Howard no la dejaba tocar los autos cuando necesitaban reparaciones. Decía que eran cosas demasiado delicadas y que una mujer no sabría qué hacer. 

 

 

 

—Vamos Sussy. Hazlo. O nos quedaremos aquí todo el día hasta que venga alguien de la agencia de mudanza. 

—De acuerdo. De acuerdo. 

 

 

 

Giró la llave un poco nerviosa y saltó de su asiento al escuchar el motor rugir. 

 

 

David entró rápidamente luego de cerrar el cofre y avanzó en reversa. Pero al girar para seguir a la salida, el auto fue desacelerando hasta apagarse. 

 

 

 

—No. No. No. Tendremos que empujarlo. 

—¿Empujarlo?

—Sí, bueno, yo lo haré. Toma el volante — dijo saliendo del auto—. Cuando te lo indique, acelera. 

 

 

 

Empujó con fuerza y el auto comenzó a moverse lentamente. Sussan mantenía el timón firme para ir en línea recta y arrancó con la señal. David corría tras ella hasta alcanzarla y subir a toda prisa. 

 

 

 

—Lamento esto. A veces falla. Bueno, últimamente. 

—Descuida, me ha parecido muy divertido — comentó durante la comida. 

 

 

 

David propuso ir al parque de diversiones cuando Sussan le contó que hacía años no iba a uno. 

 

 

Reía subida en el unicornio del carrusel jugando al lado de David que era una princesa saludando al pueblo. Comieron más algodón de azúcar de lo que hubieran comido jamás con mucho refresco. Los 'hot-dogs' y los 'banderines' se volvieron su nueva comida favorita. 

 

 

Entraron a casi todas las atracciones hasta que notaron el cielo nublado. 

 

 

 

—¿Crees que llueva? En la radio no dijeron nada — comentó terminando sus palomitas. 

—Espero que no nos quedaremos varados — comentó David con preocupación. 

 

 

 

El camino de regreso fue amenizado por la radio. Ponía los éxitos más sonados del momento. Era liberador cantar en voz alta y disfrutar de la brisa entrando por la ventana. Cosas tan sencillas que Sussan había olvidado vivir. 

 

 

Al entrar en la ciudad, el cielo se veía más copioso y unas pequeñas gotas comenzaron a mojar el parabrisas. 




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