El nuevo socio.

Capítulo 6

Aún seguía fresco, quizá la ventana se quedó abierta o la sábana no cubría lo suficiente. Se estiró bostezando para rodar hacia un lado y dejar su brazo sobre el rostro. 

 

 

 

—Buenos días — saludó una voz dulce. A continuación, sus nariz dibujó líneas en su cuello hasta que sus labios le alcanzaron —. ¿Dormiste bien?

 

 

 

Sussan sonrió con los ojos cerrados y se acurrucó a su lado donde en seguida fue arropada por sus brazos. Estaba tibio. Olía a limpio, a jabón, y su ropa a detergente. 

 

 

 

—Sí. Muy bien. ¿Y tú? — preguntó escondida en su cuello. 

—La verdad no — dijo. Acariciaba su hombro desnudo y bajando hasta su codo para volver a subir. Sussan le miró con la interrogante en el rostro haciéndolo sonreír —. Pasé soñando toda la noche. 

—Y qué soñaste. Cuéntame — dijo mirándolo con anhelo. 

 

 

 

David se apoyó sobre su codo para seguir mirándola y acariciando su hermoso rostro. 

 

 

 

—Soñé que estaba en un lugar en el que nunca había estado antes. Era… tan vivo. Y cuando creí que no podía haber nada más hermoso en ese lugar, apareció. 

—¿Quién? 

—Un hada. Era lo más bello que podría existir jamás. Me invitó a volar con ella… — Entrelazo sus dedos con los de Sussan y besó su mano dulcemente para luego inclinarse a darle un beso —. Tenía miedo. Le dije: no tengo alas. ¿Y si caigo? ¿Y si no puedo? 

—Entonces qué hiciste — preguntó en un susurro. 

—Tomé su mano — explicó recreando la escena con sus dedos —. Me dió alas y dejé que me elevara por lo más alto en el cielo. Tocamos el borde de las nubes con la punta de los dedos. 

—Parece hermoso — dijo imaginando todo con sus palabras. 

—Fue mucho más que eso. Lo juro — dijo besando su muñeca —. Todavía me siento en las nubes. 

 

 

 

 

Sussan sonrió ruborizada recibiendo otro beso en la frente y la nariz. 

 

 

 

—¿Quieres café? Iré a traerte un poco. 

—Gracias — respondió con una sonrisa y girando en la cama de nuevo. 

 

 

—Dios. ¿Qué hice? — se dijo al estar a solas. 

 

 

 

Pero al cerrar los ojos su pregunta era respondida y sonreía. Jamás olvidaría esa noche ni el aroma de su piel en las sábanas y la almohada. 

 

 

Buscó la bata entre las sábanas y fue a lavarse el rostro. Miraba por la ventana de la habitación cuando escuchó a David entrar. 

 

 

 

—Hace mucho sol para ser las siete de la mañana — dijo luego de dar las gracias por el café humeante. 

—Es realidad son más que eso linda — dijo mirando el reloj. 

—¿Qué hora es? 

—Poco más de las diez treinta. 

—Dios mío. Me quedé dormida — dijo mirando a su alrededor. 

—Tranquila. No te agobies por eso. No quise despertarte. Es mi culpa. Te ves hermosa mientras duermes. 

 

 

 

Palabras como esas la hacían sonreír y mirar para otro lado. David tenía una forma especial de hacerla sentir. 

 

 

 

—Por cierto, qué te has hecho — dijo mirándola con sospecha. 

—Me lavé el rostro y me puse mi crema matinal. 

—Eres hermosa con cremas o sin ellas Sussan. 

—¿Ya te vas? — preguntó luego de los nuevos besos. 

—Sí. Los de la grúa llamaron. Tengo que ir por el auto y creo que tendré que llevarlo a taller. 

—Es verdad.

—Pero te llamaré más tarde. Lo prometo — dijo sujetando su barbilla para besar sus labios —. Y desayuna. 

—Querrás decir almorzar — protestó sonriendo. 

—Mientras no sean las once es desayuno. Y más aún si lo he hecho yo. 

—¿Cocinaste para mí? 

—Por supuesto. Me voy. Te llamaré luego. 

—De acuerdo. 

 

 

 

Besos infinitos fueron las despedida hasta que llegaron a la puerta principal donde Sussan suspiró sin creer aún lo ocurrido. 

 

 

Tal como lo prometió, David llamó por la tarde. Pasaron más de una hora hablando sin parar mientras Sussan daba vueltas en la cocina preparando la cena hasta que se quedaba enredada con el cable del teléfono. 

 

 

 

—Debo colgar. Ya es tarde y… 

—No te preocupes. Yo entiendo. 

—Si tan solo Howard no volviera esta noche, te pediría que vinieras de nuevo — dijo en tono bajo. 

—Sussan no me tientes. 

 

 

 

Sussan comenzó a reír y se mordió el labio inferior. 

 

 

 

—Hasta mañana. 

—Hasta mañana Sussan. 

 

 

*** 

 

 

—Te he llamado esta tarde — dijo Howard en medio de la cena. Al parecer algo del trabajo le hizo volver antes de lo previsto a casa —. No contestaste. 

—¿Ah sí? — decía comiendo despreocupada. 

—Sí. La línea estaba ocupada. 

—Ah sí. Hablaba con mi mamá. Ya sabes cómo es. Quería saber si estaba bien. Por lo de la tormenta y eso. Parece que se cayó un árbol o algo así en su vecindario. 

—Ah. 

—¿Y para qué llamaste? — pregunto realmente intrigada. 

 

 

 

Howard no solía llamar nunca ni volver antes de sus viajes de negocios o retiros de la empresa que duraban todo el fin de semana. 

 

 

 

—Surgió algo en la oficina. 

—Ah. Espero nada grave — dijo sirviéndose un poco más. 

—Yo igual. 

—¿Quieres más? 

—Solo un poco. Hoy… pareces tener más hambre — observó. 

—¿De veras? Sí, repentinamente se me ha abierto el apetito — dijo muy contenta—. Hice pastel de fresas. ¿Quieres? 




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