Habían pasado exactamente diez días. Diez días desde que David le había confesado su amor. Nueve desde que supo que sería madre, y un día desde que supo qué hacer.
No había forma para terminar con aquello. Había cosas que no podían cambiarse, estaban hechas. Pero sí podía dirigir sus futuros pasos por un lugar mejor.
Acariciaba su vientre sentada en el pórtico. Pensando en lo duro que sería decir adiós.
Así que luego de cerrar el primer sobre y anotar su destinatario, tomó una segunda hoja para redactar la segunda carta más importante de su vida.
Repasó mentalmente una vez más el saludo inicial cuando escuchó que alguien aporreaba la puerta.
—¡¿Quién es?! — quiso saber desde dentro de la casa debido a la violencia.
—¡Sussan! ¡Soy yo! ¡Abre!
—¿David?
Corrió a la puerta aún más preocupada.
—David, qué ocurre. ¿Por qué tanto escándalo? — decía mirándolo de pies a cabeza.
—¿Es cierto? — preguntó seco.
—¿Qué cosa?
—Dime la verdad Sussan.
—Pero qué verdad. ¿De qué estás hablando? ¿Qué es eso? — preguntó mirando unas valijas por la puerta y un par de cajas —. ¿Vas a irte? ¿Pensabas escapar sin decirme nada?
—David, yo solo…
—¿Acaso los doctores se equivocaron? — preguntó dolido.
—No. No sé equivocan. De hecho… así es.
—Entonces… es verdad. ¿Tendremos un hijo? — dijo mirando su abdomen.
Sussan abrió los ojos como platos.
—¿Cómo lo supiste?
—¿Y esas maletas?
—Bueno es que … — tartamudeaba nerviosa —. Espera — dijo corriendo a la cocina.
Trajo el sobre sellado y se lo entregó.
—¿Qué es esto?
—Es para ti. Pensaba en enviártela pero, ya que has venido…
David rompió el sobre en seguida. Comenzó a leer de prisa hasta que de pronto buscó donde sentarse, como si necesitara de apoyo físico para creer lo que leía.
—¿Es verdad? Lo que dice aquí.
Sussan asintió con lágrimas en los ojos y sonrió lo mejor que pudo.
Siguió leyendo con dificultad pues las lágrimas le nublaban la visión cada poco tiempo. Cuando terminó, se quedó un poco más mirando el papel. Se limpió las lágrimas y alternaba su mirada entre Sussan y la carta.
—Está bien. Voy a respetar tu decisión — comenzó diciendo un poco más calmado —. Solo te pido que me dejes ver a mi hijo todos los días, hasta que nazca.
—Está bien— respondió conmocionada como él.
David fue a tomarla en brazos y le alzó sin esfuerzo.
—Te amo Sussan y te prometo que esforzaré por ser el mejor padre que haya en el mundo y un esposo que te merezca. Aunque lo dudo — dijo besándola de nuevo.
—Lo sé. Sólo… quiero que quede claro que sí te amo David. Y quiero tomarme las cosas con calma. Aún no me siento lista para… empezar de nuevo por completo cuando aún no asimilo que seré madre — dijo con las manos en su vientre.
—Sí querida. Lo que tú digas. Será perfecto. Será como tú quieras. Entonces, ¿nos vamos ya? ¿Quieres que te ayude a meter esto al auto? — preguntó mirando si había más que cargar.
—En la habitación hay más cosas. ¿Quieres por favor ayudarme? Debo hacer una última cosa.
—Claro cariño. Te esperaré en el auto.
El papel y lápiz seguían en su sitio. Y ahora que todo estaba hecho, ahora que David lo sabía, ahora que, aquello que soñó una vez se volvía realidad, sabía cómo iniciar la siguiente carta.
"Querido Howard.
No tengo mucho tiempo así que, iré directo al punto.
Me marcho. He decidido seguir adelante sin ti. ¿La razón? Bueno, para ello deberé darte las gracias.
Gracias por todo lo que me diste. Sin embargo, faltó algo. No fui feliz Howard, ahora lo sé.
Espero que tú si lo hayas sido, si no es que conmigo, con alguna de tus infinitas amantes. Sí, siempre lo supe.
Supongo que al principio no quería aceptarlo y después, dejé de concentrarme en eso y me esforcé por ser la esposa de la que estuvieras orgulloso y no dejarías de mirar jamás. Pero creo que fracasé. Perdón por eso. Parece que tampoco pude hacerte feliz.
Y por ello, ahora que la vida me ha dado otra oportunidad, no voy a dejarla pasar. Y más aún si es por el bien de mi hijo.
Espero encuentres la felicidad un día Howard, así como yo ahora.
F. Sussan".
Y mientras en otro momento del tiempo Sussan caminaba de la mano con el padre de su hijo, Howard tenía en sus manos la carta que dejó sobre la mesa.
Llevaba media botella de Escocés y aún no se decidía por abrir el sobre.
Era obvio lo que decía considerando el vacío en los cajones y el armario pero, aún no se sentía listo como para aceptar su decisión.
Se levantó dando una mirada a la nevera luego de sacar más hielo y, al ver que incluso había comida hecha le estrujó el corazón.
Lanzó el vaso a la pared derramando la bebida. No era fácil asimilar que ya no estaría.