El Ocaso de Arcadia

1. CAPITULO 7: SIN NADIE

CAPÍTULO 7

CAPITULO 7: SIN NADIE

Dan

El amanecer se colaba tímidamente entre las rendijas del refugio. Afuera, el viento acariciaba los restos de un mundo que cada día se destruye más. Dentro, de la habitación se percibía el silencio y una falsa calma. Sam dormía acurrucada a su lado, mostraba un rostro desolado por la tormenta que cargaba por dentro.

Dan no quiso despertarla, pero al moverse, ella se agitó. Sus párpados se alzaron pesadamente, revelando unos ojos apagados. La chispa que había visto la noche anterior se había desvanecido, sustituida por un cansancio que no era físico, sino del alma.

Por un momento, Dan se arrepintió de haberle contado la verdad. Pero sabía que la mentira no era un refugio duradero. “La verdad siempre encuentra el camino, así que es mejor estar preparado”, le decía su madre. Y ahora entendía esas palabras con más claridad que nunca.

—¿Estás bien, Sam? —preguntó en voz baja, recordando el brillo en sus ojos que había anteriormente.

Dan se sintió mal comprendía ese sentimiento. Sabía que no eran los únicos que pasaban por eso en el mundo, muchos lo hacían, de hecho, si salían iban a encontrar cadáveres por doquier, escena que Dan ya había visto, personas mutiladas, algunas simplemente se suicidaban, ya no soportaban como el mundo había cambiado y destrozado su perfecta vida. Él no podía comprender como alguien que había tenido la suerte de vivir hasta el momento sea capaz de quitarse la vida.

Ella lo miró largo rato, sin responder a la pregunta. No había lágrimas, solo una expresión hueca. Como si llorar ya no fuera una opción, solo un lujo perdido.

—Claro que sí... Mamá me dijo que algún día pasaría. Que cuando llegara el momento, no debía llorar… Pero no lo cumplí —murmuró al fin, con voz apagada, como si en cualquier rato se fuera a romper a llorar, pero no lo hace.

Hubo un silencio que Dan no quiso rellenar

No lloraré más. Mamá me dijo que confiara en Dara.

Dan parpadeó, desconcertado. No sabía que su madre confiara en la IA. Si esa mujer, que parecía tan fuerte, había creído en Dara, tal vez él también podía hacerlo. Después de todo, le debía la vida.

—¿Quieres que me quede contigo? —preguntó con cautela —¿O prefieres que me vaya? —pregunta nuevamente. Dan lo había decidido, si ella quiere que se vaya se irá, aunque él quiera quedarse, después de todo él ha sobrevivido hasta ahora solo y así deberá hacerlo y lo haría se lo había prometido a su madre, que viviría

Sam negó suavemente, con una sonrisa rota.

No quiero que te vayas. Aunque tenga a Dara, te necesito a ti también. Tal vez sea egoísta pedirte que te quedes… pero por favor, hazlo. Quiero estar con alguien que sienta. Mamá decía que las máquinas no sienten como nosotros.

Dan la miró, conmovido. Qué frágil parecía. Y al mismo tiempo, cuánta valentía había en sus palabras.

—¿Qué remedio me queda? Si tú me lo pides… me quedo —dijo, intentando bromear.

Ella esbozó una sonrisa real, pequeña, pero viva. Y por un instante, el peso del mundo pareció más ligero.

—Oye… ¿cómo supiste lo de mamá?... ¿qué le paso a mamá? —preguntó de pronto, rompiendo la breve calma.

Sam quería saber lo que había sucedido con su madre. De hecho, aún dormida en sus sueños, seguía esa pregunta con esa pregunta. Sam se atormentaba solo con pensar que ya no la tendría más. Primero, su padre —quien la consentía y siempre jugaba con ella —y ahora su madre, ya no quería perder más personas, estaba triste de perder a quienes le importaban y amaban, pero ella no sabía que en el futuro perdería más personas, este solo era el comienzo de su pequeña vida y tenía que sobrevivir.

Dan dudó. No quería mentirle, pero tampoco cargarla con imágenes que la persiguieran en sueños. Así que le contó —omitiendo detalles perturbadore —sacó la nota que la madre de Sam le había entregado/tirado. Hasta entonces, la había guardado en el fondo de su en un pequeño bolsillo de su ropa desgastada, como un tesoro sagrado.

Sam la tomó con dedos temblorosos. Leyó cada línea con el ceño fruncido, y luego le devolvió una mirada que decía más que mil palabras. No había rencor. Solo comprensión.

“También fue duro para él”, pensó.

Dan bajó la vista. “La protegeré. Aunque no sepa cómo. Aunque tenga miedo. Lo haré.” Se prometió para sí mismo

***

El tiempo comenzó a correr con ritmo extraño. Los días se confundían entre sí, y las estaciones seguían su curso natural ajenas a su dolor. Pero ellos seguían adelante. Dan, ayudaba a su manera, después de todo tenía más experiencia en eso, había sobrevivido dos meses y medio solo. Vivir con Sam devolvía a Dan algo que creía perdido: humanidad. La niña lo obligaba a salir de sí mismo, a hablar, a reír, a sentirse útil.

Dara se encargaba de las excursiones más peligrosas. También recolectaba alimentos y les enseñaba cosas que Dan jamás habría imaginado, que Dan haya sobrevivido hasta ahora solo, le parecía extraño a Dara. Pero cuando ella se iba, él tomaba el rol de guía. Le enseñaba a Sam a encender fuego —para ahorrar de alguna manera el combustible que tenían —, a cazar, a leer las señales del cielo y de la tierra.




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