El Ocaso de Arcadia

2. CAPITULO 9: PASADO DE COPAS

2. CAPITULO 9 PASADO DE COPAS

Samantha

Esa noche, Samantha había invitado a Karen a quedarse en su apartamento. Después de una jornada larga y llena de estrés en el CIFQT, lo único que ambas querían era desconectarse del trabajo, compartir una cena ligera, algunas risas, y disfrutar de una noche entre amigas.

—Te juro que Ian está actuando raro —comentó Sam mientras se acomodaban en el sofá, con una taza de chocolate caliente entre las manos—. No sé, distante, ausente... como si le preocupara algo que no quiere contarme.

Karen bufó y le dio un sorbo a su té.

—Amiga, no exageres. Seguro está agotado, como tú. Ian siempre ha sido de guardarse cosas. Dale espacio. O mejor aún, llévatelo a descansar un par de días. Pidan vacaciones.

Sam asintió, reflexiva.

—Eso estaba pensando. Necesitamos alejarnos un poco de todo esto.

La noche avanzó entre confidencias, bromas y recuerdos acerca de Karen y sus dos amigos. La risa fluía con naturalidad, como si por unas horas nada más importara. Pero cerca de la una de la mañana, justo cuando apenas habían cerrados los ojos, un sonido inesperado interrumpió el silencio del apartamento: golpes torpes en la puerta y voces entrecortadas, casi ininteligibles.

—¿Escuchaste eso? —preguntó Karen, incorporándose de golpe. Karen eran un poco supersticiosa. —Te dije que debíamos hacer una limpia —comentó seriamente

Flashback

Hacía apenas unos días, Karen se había quedado a dormir en casa de Samantha. Había sido una noche tranquila, al menos en apariencia. Sin embargo, algo inquietante según Karen ocurrió mientras todos dormían.

Dara, la IA con cuerpo físico que convivía con Sam, había notado un comportamiento sospechoso en Karen durante la madrugada. No parecía estar sonámbula, pero caminaba con pasos sigilosos por el pasillo, como si buscara algo... o como si escapara de alguien. Intrigada, Dara la siguió en silencio, calculando que no sería descubierta. No creía que Karen pudiera notarla. Después de todo, la consideraba impulsiva y poco observadora.

Pero se equivocó.

Karen, al llegar a la sala, se detuvo de golpe. Un escalofrío le recorrió la espalda. Había sentido claramente una presencia detrás de ella. Su instinto la obligó a girarse, y aunque no vio a nadie, su mirada se clavó justo donde Dara se encontraba, ahora camuflada en la penumbra.

Dara no había previsto esa reacción. Se movió torpemente al camuflarse, y en ese pequeño fallo táctico, golpeó con su brazo una repisa flotante. Un florero decorativo cayó al suelo y estalló en mil pedazos con un estruendo seco.

—¡Ahhh! —gritó Karen con todas sus fuerzas, convencida de que acababa de ver o sentir a un fantasma.

El grito resonó en toda la casa y fue suficiente para despertar a Sam, que llegó corriendo a la sala con el cabello alborotado y los ojos entrecerrados. Al verla, Karen corrió hacia ella y la abrazó con fuerza, temblando.

—¡Sam! ¡Lo juro por todo lo sagrado, vi algo! ¡Sentí que alguien me observaba y luego… un florero cayó solo! ¡Hay algo en esta casa!

Sam intentó mantener la compostura. Mientras acariciaba la espalda de Karen para tranquilizarla, su mirada se deslizó sutilmente hacia la esquina donde sabía que Dara se ocultaba. No tardó en atar cabos. La torpeza, el florero, la reacción exagerada de su amiga… y la presencia de Dara esa noche.

Internamente, Sam reprimió una carcajada. Le parecía absurdo y encantador a la vez que Dara —tan precisa, tan meticulosa— hubiera sido descubierta por Karen de forma tan accidental. Pero no podía permitirse reír en ese momento. Karen temblaba en sus brazos, convencida de haber presenciado una manifestación paranormal.

—Debe haber sido un mal movimiento de aire… o el florero mal colocado —murmuró Sam, con una sonrisa tranquilizadora—. Ya sabes cómo son estos estantes flotantes, a veces no están bien calibrados.

Pero Karen no se lo creyó ni por un segundo.

—No. ¡No, Sam! Esto no fue un accidente. Yo sentí algo, te lo juro. Esa cosa estaba justo detrás de mí…

Al día siguiente, con la mente aún agitada por la experiencia, Karen propuso hacer una limpieza energética en el apartamento. Dijo que conocía a una experta en limpias, que podía traer velas especiales, incienso, cuarzos y hasta una especie de detector de energías.

Sam, sin perder la calma, rechazó la idea con amabilidad. Reprimió las ganas de reirse nuevamente de Karen

—No es necesario. Estoy segura de que fue solo una coincidencia. Un florero mal ubicado, eso es todo. Ya me encargaré de ajustar los estantes. No hay fantasmas aquí, Karen.

Pero Karen no quedó convencida.

Karen acepto, estaba cansada. La noche pasada apenas logró conciliar el sueño. Incluso el motivo por el cual se levantó urgentemente —ir al baño— desapareció. Cualquier crujido, sombra o parpadeo de luz la hacía abrir los ojos con el corazón acelerado. Para dormir intentó convencerse de que todo había sido producto de su imaginación, pero la sensación de ser observada no la abandonaba, y finalmente apenas pudo dormir.

Dara se llevo un sermón en la tarde del día siguiente al incidente.




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