2. CAPITULO 14: Un brindis por lo que no fue ni será. Parte 2.
Carlson
Carlson había tenido una jornada agotadora, así que decidió terminar la noche con una copa en el nuevo bar que todos comentaban. No esperaba encontrar a Samantha Rivers Andrews, la mejor amiga de Karen. Buscó a Karen pero no la encontró, aunque hablar con ella le dolía.
Era la ex de su mejor amigo, sí, pero eso no impedía que disfrutara provocarla un poco. Le resultaba entretenida cuando se molestaba. Linda, además. Demasiado linda. Ahora entendía por qué Ian se había enamorado de ella.
Carlson no tenía intención de abrazarla, pero unos tipos lo empujaron accidentalmente y, en el intento de evitar caerse, terminó sujetándola por la cintura. Sam, al no notar lo ocurrido de inmediato, se mostró visiblemente molesta. Carlson también se enfadó, aunque lo que más le irritaba era que ella se enojara por algo que había sido solo un accidente. Jamás había tenido la intención de tocarla.
—Hola, Rivers —saludó con su tono habitual.
Ella frunció el ceño y lo empujó con un gesto molesto.
—Aléjate de mí —espetó con voz tensa.
—Oh, claro, Rivers —murmuró él, llevándola a tomar.
Sin perder el ritmo, pidió un trago para él y otro para ella. Cuando vio que no lo tocaba, soltó una frase provocadora:
—¿Qué pasa? ¿No vas a beber? ¿O acaso sigues siendo una niña para esto?
Como esperaba, su comentario encendió una chispa en los ojos de Samantha. Aceptó el vaso sin decir palabra, pero con una mirada desafiante. Lo siguiente fue inevitable: una competencia absurda sobre quién aguantaba más licor. Para su sorpresa, ella era más resistente de lo que imaginaba, aunque al final, él seguía en pie con algo más de firmeza.
—¿Sabes? Hoy es mi cumpleaños. Así que tengo derecho a divertirme —exclamó ella, tambaleándose levemente, mientras Karen, desde la barra, vio como Carlson le hacía señales que el la cuidaba, decidió hacerle casó, tampoco es que Karen estuviese muy sobría.
Samantha se soltó por completo. Se dejó llevar por la música, bailó con tipos al azar, reía sin reservas. Karl no podía quitarle los ojos de encima, se sentía su niñera. No era la misma chica reservada del trabajo. En esa pista de baile, se veía distinta. Libre. Intensa.
—Creo que es mi turno de bailar contigo —le dijo él, acercándose cuando la vio sola por un momento.
Ella lo miró, divertida, con las mejillas sonrojadas y una chispa irreverente en la mirada.
—Claro, está bien —respondió sin oponer resistencia.
Comenzaron a moverse al ritmo de la música. Carlson la tomó con suavidad, sorprendido por lo natural que resultaba estar con ella en ese momento. Samantha lo miró con una media sonrisa y dijo algo que no esperaba.
—Sabes… en realidad no me caes tan mal.
Él arqueó una ceja, desconcertado.
—En serio —continuó ella—. No me mires así. Solo que no soporto que seas amigo de ese idiota.
Carlson rió. Lo había sospechado, claro, pero escucharla decirlo con esa honestidad ebria tenía su propio encanto. Supo que probablemente al día siguiente no recordaría nada… pero él sí.
Y por alguna razón, deseaba no olvidar ni un segundo de esa noche.
La música envolvía el ambiente como una ola embriagante, al igual que el olor a alcohol invadía todo el lugar. Carlson seguía bailando con Samantha, sorprendido por lo bien que la estaba pasando. No era algo que hubiera planeado. No esperaba que aquella noche —la noche de su cumpleaños, para colmo— terminara bailando con ella. Pero ahí estaban, riendo entre canciones, dejando que el alcohol y la música hicieran lo suyo.
Sin darse cuenta, estaban más cerca. Mucho más cerca.
Sus cuerpos se rozaban al compás del ritmo. Los ojos de ella brillaban con una mezcla de euforia y vulnerabilidad. Y entonces sucedió. Carlson no supo en qué momento exacto cruzó el límite de lo permitido, pero lo hizo —quizá fue cuando vio a Karen besarse con otros chicos, que supo que debía olvidarse de ella para siempre—. Miró sus labios y, por primera vez, sintió el deseo de besarla sin ninguna intención de molestarla.
Y lo hizo. No hubo resistencia.
Samantha le respondió con la misma intensidad, como si ambos estuvieran buscando una excusa para olvidarse de todo. Se besaron sin pensar, sin hablar, sin remordimientos. Un beso cargado de calor, deseo y caos. Uno de esos que queman pero también consuelan.
Se separaron por falta de aire. Samantha lo miró, los ojos un poco perdidos, un poco mareados, y esbozó una sonrisa ladeada.
—¿Qué hice? —preguntó con una risa nerviosa, como si no supiera si arrepentirse o reírse de sí misma.
Carlson no respondió. Solo le devolvió una sonrisa traviesa y se apartó un poco. Sabía que era momento de ponerle fin a la noche. No porque no quisiera seguir, sino porque todo comenzaba a desbordarse, y conocía muy bien sus propios límites...
—Hey, tenemos que volver —dijo, intentando sonar casual.
Samantha asintió lentamente, aún confundida.
—…Pero falta Karen.