El Ocaso de Arcadia

2. ​​​​​​​CAPITULO 15: Un sueño.

2. CAPITULO 15: Un sueño.

Samantha

—Tranquila, Sam —dijo Carlson con calma—. Olvidemos esto. Fue lo único que se me ocurrió para callarte y evitar ser bombardeado hasta morir... y además, no funcionaría nada entre nosotros. —Lanzo lo último de forma pícara, como si fuese irresistible.

—Claro, típico de los de tu clase… creen que con besar a una mujer es la única forma para callarla, como si eso fuera lo único que saben hacer para calmarnos. No sé con qué piensan los hombre. Son unos idiotas —espetó con voz firme y los ojos encendidos de rabia. Luego, con un gesto cortante, lo señaló y añadió—. Por cierto, tomo tu palabra: olvidemos que esto pasó.

Sus palabras fueron un bálsamo inesperado, y Samantha sintió cómo un peso se aligeraba en su pecho. Eso era justo lo que ella necesitaba escuchar.

Él continuó, explicando por qué estaba ahí.

—No me propasé contigo, lo juro —aseguró, y Samantha asintió, comprendiendo y agradecida.

—Gracias, Carlson —respondió con alivio—, por ayudarme, de todos modos.

Carlson le regaló una sonrisa ladeada y un poco cansada.

—Ya sé —respondió—, pero duerme un poco más. Aún faltan un par de horas para que sea las seis.

Ella obedeció, dejándose caer en la cama, permitiendo que el cansancio la arrastrara nuevamente al sueño.

Pasaron casi dos horas cuando un grito la sacudió de nuevo. Se levantó de inmediato, corriendo hacia la sala, alerta y con el corazón acelerado. Pero lo que encontró fue una escena tan cómica como absurda, típica de aquella pareja explosiva.

—¡Imbécil! ¿Qué me has hecho? —exclamó Karen, furiosa, con el cabello y la ropa completamente empapados.

Carlson, con una sonrisa burlona, replicó sin perder la chispa.

—Tranquila, Karen. Esto te pasa por no despertarte a las buenas. Recuerda: ojo por ojo, diente por diente y agua por agua.

Karen lo fulminaba con la mirada, todavía temblando de frío, con apenas su ropa interior.

—No tenías por qué tirarme un balde de agua, y para colmo helada —refunfuñó—. Si me enfermo, será tu culpa.

Samantha no pudo contener la risa. La escena era demasiado divertida.

—¡No te rías! —le advirtió Karen, pero Samantha no pudo evitar que las carcajadas brotaran una tras otra.

Finalmente, la pelea cómica terminó y Carlson, las acompañó a Karen y Samantha a su apartamento.

En ese instante, mientras se miraba al espejo, pensó que quizá, solo quizá, Carlson podría ser un buen amigo, aunque fuera amigo del innombrable…

♣♣♣

Había pasado un mes desde aquella salida. Karen y Samantha seguían siendo amigas inseparables, compartiendo risas, silencios y recuerdos difíciles. En cuanto a Carlson, las cosas también habían cambiado: la relación entre ellos se había suavizado. Karen, ya lo había perdonado a Carlson, no Ian, pero seguía sin entender nada

Sam comenzaba a sentir cierta estima por él. Se formó como una especie de tregua, coexistencia pacífica. Esa noche no tuvo consecuencias. A fin de cuentas, estaba claro a quién amaban ambos. Y, aunque le costara aceptarlo, por su propio bien, Samantha sabía que debía dejar de amar a Ian. Tarde o temprano.

Pero no todo era tan simple. Ni tan rosa como lo aparentaba.

Desde hacía semanas, Samantha vivía con una angustia creciente. Su rostro seguía siendo el de siempre, pero sus pensamientos eran un torbellino. Había comenzado a recibir mensajes anónimos, amenazas veladas pero persistentes, exigiendo que revelara la fórmula utilizada en el proyecto G1. Al principio pensó que se trataba de alguna broma o error, pero los mensajes continuaron, con un tono cada vez más agresivo. Y no tardó en entender la verdad: la presión venía desde dentro. Desde el propio CIFQT, su lugar de trabajo.

Le habían dado un plazo: una semana más.

Karen ya no vivía con ella. Había encontrado un departamento más cómodo para sí misma, y aunque Samantha la extrañaba, también se sentía aliviada. Samantha había insistido. Si Karen hubiera estado presente, habría notado su creciente ansiedad, los correos sin remitente, los sobres bajo la puerta, las llamadas sin respuesta. Habría querido protegerla… y Samantha no podía permitir eso. Karen ya había hecho suficiente por ella. Demasiado.

—Tranquila, Sam —dijo Dara con su habitual tono sereno, observándola desde el rincón de la sala. La IA se mostraba en forma habitual, una especie de hada con su vestidito blanco que revoloteaba por doquier. Solo alguien como Samantha sabría reconocer la inteligencia extraordinaria que se escondía bajo su expresión suave.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Sam, dejándose caer en el sofá con las manos temblorosas. Su voz era apenas un susurro. Estaba agotada. Sentía que cargaba con un secreto demasiado grande, una responsabilidad que no terminaba nunca. Si sus padres habían ocultado a Dara del mundo, ahora le correspondía a ella continuar con ese deber. Pero el peso comenzaba a quebrarla.

Se giró hacia Dara y la miró con ojos tristes, decidida.

—Si algo me pasa, escóndete. Prométeme que nadie debe encontrarte.




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