Julieta
Flashback —Hace una semana
Era una mañana como cualquier otra, pero algo en el aire se sentía distinto. Julieta caminaba hacia el área de entrenamiento con la mente a medias despierta, repasando en silencio los movimientos que debía practicar esa jornada. Todavía no había desayunado; sentía esa pesadez en el estómago que llegaba cuando las cosas no estaban bien desde adentro. Aceleró el paso, intentando perderse entre los corredores para no pensar demasiado.
Hasta que escuchó una voz familiar a sus espaldas.
—Vamos juntos, enana —dijo Dylan con una sonrisa ladeada.
Julieta se detuvo de golpe. El sonido de su voz le recorrió la columna como un latido. Hacía casi una semana que no entrenaban juntos. Él se había alejado sin explicaciones, y aunque ella fingía no darle importancia, su repentina aparición la atravesó por completo. Se giró con una mezcla de confusión y molestia..
—¿Y qué pasó con Melody? —preguntó, intentando que su molestia no se notara tanto, aunque sus palabras salieron más frías de lo que esperaba.
—¿Qué? ¿Estás celosa, Julietita? —respondió alguien, divertida.
Julieta apretó los puños. No solo era el apodo —que no le gustaba—… era todo lo que Melody implicaba. Su voz, su postura, el modo en que se apropiaba del espacio y de Dylan como si él fuese un trofeo. La chica se colgó del brazo de Dylan sin ningún pudor. Julieta sintió un nudo en el estómago.
—Tú no te metas —espetó Julieta, intentando contener la rabia que le subía por la garganta.
Melody arqueó una ceja, como si esa respuesta la divirtiera aún más.
—Vaya, así que no eres tan mosquita muerta como pareces...
—Cállate. Nadie te pidió tu opinión. ¿Además, a qué te refieres? —reclamó Julieta, confundida y ofendida.
Melody la miró con superioridad, como si supiera un secreto que Julieta ni siquiera sospechaba.
—Solo digo que... cuando Katy se entere de que su "amiguita" está enamorada del mismo chico... qué pena. Pobre Katy. Seguro se va a llevar una gran decepción.
Las palabras le cayeron como un balde de agua helada. El recuerdo de la confesión de Katy...
—¡Cállate! No sabes nada —espetó Julieta, con la voz llena de rabia.
—¿Por qué no mejor te vas? Estorbas —remató Melody con veneno en la voz. Y, sin previo aviso, se giró hacia Dylan y lo besó.
Julieta sintió cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor. No esperó a ver la reacción de Dylan. Salió del lugar como si nada, apresurando el paso. Ni siquiera sabía a dónde iba, solo se fue. Para cuando se dio cuenta, estaba en el bosque, entre ramas secas y hojas marchitas. Se dejó caer junto a un árbol desnudo por la temporada. Apoyó la cabeza contra el tronco y dejó que las lágrimas fluyeran sin resistencia. Entonces lo escuchó.
—No llores, Julieta —dijo una voz suave, cargada de culpa—. Me duele verte así... Sabes que te quiero.
Era Dylan. Se agachó a su lado y la abrazó sin pedir permiso. Sus brazos la envolvieron con calidez; un calor que contrastaba brutalmente con el frío que ella sentía por dentro. Por un momento, solo por uno, todo pareció detenerse.
El silencio entre ambos era denso, pero no incómodo. Era un silencio de confesiones no dichas.
—Dime algo —murmuró él—. Necesito saber que estás bien.
Julieta tragó saliva.
—Estoy bien —mintió.
Él no le creyó. Lo vio en sus ojos.
—Mírame —pidió Dylan, con una ternura que la desarmó.
Julieta levantó la mirada. Sus ojos se encontraron con los de él, profundos y verdes como los del bosque, en otra época, una llena de vida, y por un instante, todo desapareció: el bosque, el dolor. Solo estaban ellos dos.
—Dylan... yo también te quiero —confesó ella, abrazándolo con ternura. Pero luego se apartó, insegura.
Él la observó con atención, como si analizara cada gesto, cada palabra no dicha.
—Julieta... ¿te gusto?
La pregunta la tomó tan desprevenida que comenzó a toser, atragantada con sus propios pensamientos. No sabía qué responder. Una parte de ella gritaba que sí, que lo quería más de lo que podía admitir. Pero otra... otra pensaba en Katy, en la culpa, en la amistad.
—Dylan... tú eres mi mejor amigo. Fuiste la primera persona que me ayudó aquí. Si no te quisiera, sería una tonta —dijo finalmente, con una sonrisa triste.
Vio cómo su rostro cambiaba, como si su respuesta le hubiera apagado una luz interna.
—Lo entiendo, pero... —comenzó a decir, acercándose lentamente, peligrosamente.
Ella sintió su aliento. El olor familiar de él. El calor. Y cuando sus labios se encontraron, aunque pudo haberse apartado, no lo hizo. Fue un beso dulce y breve… pero lleno de emociones reprimidas. Al separarse, Dylan sonrió con tristeza.