El ocaso de la Luz que guarece

Primera historia

Aclaración:

Esta novela se desarrolla por parejas de autores donde uno escoge la luz y otro la oscuridad. Disfruta, querido Lector.

 

 

 

Escribe VICKY RIERA

 

 

Se despertó con el sol que entraba a raudales a través de los ventanales de su habitación.

 Había pasado una noche terrible.

 Un nutrido grupo de fantasmas se había puesto de acuerdo para turbar su descanso y lo habían conseguido; no contentos con asustarla a ella se entretuvieron martirizando a sus gatos… La cama estaba hecha un desastre.

 

Se preparó un café y buscó las llaves de las rejas; cancelando la limpieza de su pequeño apartamento años atrás… Había recordado aquel episodio de la agresión que sufrió el pasado invierno, y el miedo se había instalado en ella.

 No podía evitarlo y… Solo el alcohol la reflotaba y la volvía valiente. Valiente de un modo imprudente y descarado que solía acabar en aprensiones, detenciones y enemigos a sumar a la ya larga lista de su currículum.

 

Lara tenía miedo… Ya no volvería nunca a pisar la calle después del atardecer… MIEDO en mayúsculas, como el “miedo al lobo”.

 Lara añoraba a Lara, se preguntaba dónde se había escondido, se preguntaba por qué la había dejado sola…

 

Lara había cogido un bolígrafo y se había puesto a vomitar en su libreta parte de su angustia, en su mente escuchaba gritos y no era capaz de distinguir si eran reales o no…

 Escribir con el dedo corazón fracturado y entablillado no es nada fácil y más porque Lara o yo tiene que transcribir todo este escrito en el teclado de un móvil y eso no va a ser fácil…

 Es como intentar descifrar una receta.

 Me dices de las de antes cuando no había ordenadores…

 

Ya por la séptima cerveza Lara se siente más tranquila… Se ha trasladado al solárium… El sol es vital con su vida… Lara es como una planta, sin sol y “sin agua”, Lara se muere.

 Pero Lara está viva. Hoy no saldrá de casa… Mañana será otro día.

 

Hoy luce el sol y Lara se siente en el paraíso.

 Ya no le importan los fantasmas.

 Es casi noviembre y Lara viste un short y una camiseta de tirantes.

 Ella sube al sol, es su meta… Le puede ir la vida en ello… Pero mientras, sigue sintiendo un escalofrío que le hace abrir otra cerveza…

 

El boli en su maltrecho hombro es la fuerza que nunca desaparecerá.

 ¡Lara es una ESPARTANA! 

 

 

 

Escribe VÍCTOR FERNÁNDEZ GARCÍA

 

 

 —¡Menuda historia!

 Anciano palmeó hasta tres veces equidistantes sus manos, sacando del estupor a Lector.

 

Poco había transcurrido desde que aquella mujer tan elegante bajase de una de las habitaciones del piso superior, adormilada y quejumbrosa. Papel en mano, con una deliciosa voz tan solo enturbiada por lo que parecía un elevado estado ebrio, había recitado aquella pequeña historia.

 Pequeña pero cruel.

 Eso lo sabía bien Lector, que, incomodado, miró a Anciano como un cordero ante la maza del Dios Thor.

 

—Es mi turno.

 Anciano se reclinó en su sillón oscuro.

 Cuando graduó su mirada en lo que parecía el centro de la hoguera, Lector quiso hacer un inciso.

 —La hoguera… Ha crecido. Sin leña.

 Pero Anciano pareció, o no escucharle, o hacer caso omiso.

 Con voz grave, en un deje de añeja autoridad, comenzó a hablar de memoria, quizá improvisando.

 

Hubo una vez un joven alcohólico.

 Conoció a Rick, Lara, Dafne y madre y Marcos en una taberna.

 Cerca de Navidad, un monstruo apareció.




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