El ocaso de la Luz que guarece

Segunda historia (EL JARDÍN)

EL JARDÍN


 

Escribe HEDIWILD

 

—El jardín es algo puro, hermoso, tal vez lo más lindo que alguien pueda encontrar hasta en la más mugrosa de las casas. Sin embargo, nunca lo he visto de esa forma.

El cielo nocturno carece de estrellas, la luz no cae sobre el jardín, ninguna de las plantas se alimenta. Si es que hay alguna. Eso solo puede confirmar mis creencias.

—Verás, mi buen Lector, no deseo dar la imagen de un amargado o un pesimista. Simple y llanamente soy un realista. El jardín pudo haber sido nuestro paraíso y lo volvimos nuestro primer pecado. No me dejo llevar por la estética, sino que veo más allá de lo que dictan mis ojos. O al menos lo intento. ¿Lo haces tú, Lector?

 

Siento su incomodidad. Tal vez porque está de acuerdo conmigo y no quiere admitirlo, o por lo contrario y evita enfrentarme.

—El jardín es como una persona, ¿no lo crees así? Bueno, no importa. Lo es.

»Se muestran bellos, armoniosos, bien cuidados; pero no lo son realmente. Piensa en la mierda que usaron para dar vida a ese verde césped. Los desechos que usaron para verlo crecer, la porquería que a diario debían consumir para su desarrollo. Incluso después de eso, de haber logrado su objetivo de estabilidad, lo que están frente a él no dudan en pisotearlo.

Se lo demuestro al poner mi pie sobre la hierba. Lo hago una y otra vez. Y otra. Y otra. Y me detengo cuando siento la sonrisa torciendo mi rostro y la furia impulsando mi pierna.

 

—¿No quieres intentarlo?

Pregunto tratando de suprimir la sonrisa. Eso los asusta. Siempre les asusta que sonría en el centro del caos.

—Lector, Lector. Querido amigo. Imagina ahora a esa persona como un ser perverso, desquiciado, alejado del control de sus emociones más oscuras. ¿Qué ocultará?

Lo veo tragar saliva. Lo imagina. Claro que lo imagina. La sangre, la muerte, el placer con cada una de ellas.

—Imagina, solo imagina cuántos cadáveres podrían estar enterrados en este jardín. Cuántos secretos ocultos entre huesos y gusanos. Muchos habrán llegado como tú: inocentes, despreocupados, aventurados por encontrar el terror en una noche más de Halloween y ¡Zas! Convertidos en abono.

Rio. Él no.

 

—¿Te cuento como sería mi jardín?

No responde.

—No importa, lo haré de todos modos. Verás, clavaria cuatro largas picas, ubicadas de manera aleatoria por el encarecido césped, para que al verlas enseguida notarán el desorden que hay en mí. Pero faltaría algo más, importante para una gratificante diversión personal.

»Cuatro cabezas, una por cada pica. Con ellas practicaría mi puntería —saco mi revólver y disparo a la nada, hasta agotar el tambor—. Lo haría diariamente. Cuando escuchara que no es más que el cráneo sin piel o carne lo que se rompe, sabría que habría llegado el momento de buscar cabezas nuevas.

»Así que dime, Lector. ¿Me ayudarías a decorar mi jardín?


 

 

Escribe LIHUEN

 

—Mi querido Lector, ¿no es maravilloso mi jardín?—digo haciendo un gesto con mi brazo en el vacío—. Tan solo espera que se disipen las sombras y entonces veras su magnífico esplendor.

Los ojos observadores siguen mi mirada perdida en el horizonte. En ese lugar infinito al que solo llegan los que saben imaginar.

Nos quedamos en silencio por unos segundos, el esperando y yo recordando a mi paraíso perdido.

 

—Antes, mucho antes de que la oscuridad me invadiera, yo poseía el más hermoso de los jardines. Los colores vibrantes y exquisitos de las flores eran un regalo para la vista. Tan solo imagina los pétalos suaves de los tulipanes y el perfume de los lirios y el aromo. Una delicia que enloquecía a las mariposas y embriagaba al colibrí

El lector sonríe y cierra los ojos aspirando.

 

—Si amigo, disfruta conmigo de mis atesorados recuerdos. Disfruta del canto de la cigarra y del aleteo de los insectos, disfruta de los diversos aromas, desde el más dulce hasta el más agrio; ven recostémonos sobre el pasto bajo la deliciosa sombra del sauce llorón.

Nos recostamos. Puedo sentir su presencia cerca de mí. Su disfrute lo hace sonreír y la concertación de sus sentidos nos ha conectado.




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