El ocaso de la Luz que guarece

Tercera historia (LA ANCIANA)


LA ANCIANA


 

Escribe J. CARLOS FERNÁNDEZ

 

La puerta se abrió de repente y una ráfaga de aire helado invadió la estancia, a lo que la hoguera respondió avivándose inmediatamente. Las sombras chinescas convergieron hacia el recién llegado y los ojos del nutrido grupo que ya ocupaban sus asientos se movieron expectantes buscando a su acompañante. Sin embargo, la puerta se cerró violentamente y la retirada de las sombras permitieron la visión del personaje.


—Bienvenido, Rick — musitó el anciano.
—Se te saluda, anciano — El gesto de Rick denotaba a la vez curiosidad y aprensión, observando los rostros de los allí reunidos. Sus ojos se pararon en uno en particular.

—Hola, lector, como verás de momento he venido solo y es que no todo tiene que salir como está previsto, ¿Eh?. No, anciano, simplemente una Ratafía para entrar en calor, lástima que no esté “Experiencia“, le echo de menos. —

 

El gesto del anciano se iba ensombreciendo conforme observaba a Rick más atentamente ya que la expresión de su rostro, entre sarcástica y maliciosa, le indicaba que algo iba a pasar.

 De repente las luces fueron apagándose secuencialmente y el fuego adquirió tonalidades anaranjadas, los ojos de Rick adquirieron un tono rojizo mientras miraba directamente al Lector.

—Oh, bueno, en fin, ¿Luz?, ¿Oscuridad?, ¿De verdad es todo blanco o negro?

 Quizás no en esta historia... —

 

 

“Thomas estaba aterrado, pocas cosas le producían más desasosiego que acudir a la consulta del dentista. Ese día era importante ya que la visita incluía una pequeña intervención.

Una vez puesta la anestesia y mientras los pequeños “rotaflex” girando a 16.000rpm, con su característico sonido ultra agudo, efectuaban su desagradable trabajo tuvo aquella conocida sensación imperiosa de tragar saliva, algo casi imposible. Empezó a respirar más rápido de lo normal y a hiperventilarse mientras la conocida sensación de muerte inminente trataba de confundir su mente. Sabía que aquello pasaría si se calmaba y empezaba a respirar lenta y profundamente.

 

Sin embargo, un velo de oscuridad empezó a invadir su visión y antes de que pudiera reaccionar se encontró totalmente a oscuras. La consulta, el dentista, la enfermera y la consulta entera se habían volatilizado.

¿Era oscuridad? No realmente, no podía identificar aquella falta absoluta de cualquier detalle que le permitiera saber dónde se encontraba. Pero aquello no era lo peor, era una quietud espantosa, no notaba su propia respiración, su cuerpo estaba totalmente inerte como si ya no le perteneciera. Era una sensación espantosa y, a la vez, exenta de cualquier tipo de paz, al contrario, una creciente sensación de pánico fue apoderándose de él ante lo desconocido, ni una luz a lo lejos ( ¿Lejos? ) ni una espiral blanca. La NADA era absoluta.

 

De repente un movimiento fue destacándose y, antes de que pudiera reaccionar, la figura de una anciana se mostró ante él. La palidez y las formas de su rostro eran severas, no transmitía ninguna sensación de paz, odio o cualquier otra expresión.

Los ojos de la anciana se fijaron directamente en los suyos y, de repente, la figura se movió a toda velocidad hacia él.

 

Thomas no pudo hacer absolutamente nada, ya que en la NADA se encontraba, la cara de la anciana se torció en una mueca cruel mientras pasaba por su lado y, en un susurro, le decía:

—¿Qué esperabas, Thomas? Si nada has hecho en la vida no esperes nada en.... —

 

Thomas abrió los ojos abruptamente, los rostros del dentista y la enfermera estaban encima del suyo mirándole con ansiedad mientas sus labios se movían. Lentamente el sonido fue volviendo a su percepción.

—Thomas, ¿Se encuentra bien? Ha tenido un desvanecimiento y no respondía -- Mientras se cambiaba, Thomas pensaba a toda celeridad. La increíble sensación que tuvo mientras estuvo en aquel limbo todavía le aterraba. ¿Por qué no vio ninguna luz?, ¿Ni túnel?, ¿Ni espirales? ¿Por qué no había NADA?”

 

—Así que, amigos y amigas, la Luz y la oscuridad son conceptos abstractos...


Por un instante, las anaranjadas llamas de la hoguera se apagaron y una, al principio velada y más tarde absoluta, oscuridad invadió toda la cabaña. En una de las ventanas se oía un extraño sonido como de unas uñas rascando el vidrio, una figura totalmente vestida de un negro como nunca habían visto destacó como iluminada por un relámpago mientras su rostro severo se retorcía en una cruel expresión.

—Ohhh, venga Rick, por favor no juegues con nosotros — musitó Anciano mientras las luces y la hoguera devolvían todo a la normalidad.

Rick miró con expresión divertida a Lector, mientras de reojo observaba las expresiones de los demás invitados entre incrédulas y, por qué no, alguna que otra asustada.




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